EL ROSAL Y LA DIAMELA
CUENTO
AUTORA: MASSIEL AKATHERINE MORALES CARRASCO
CUENTO GANADOR DEL CONCURSO "VOCES Y CANTO AFROPERUANOS 2023, DREP PIURA
DOC. ASESOR: JOSÉ LUIS CARLIN RUIZ
Era un verano de aquellos inolvidables en la memoria de los pueblos, cuando las lluvias eran generosas y los campesinos sembraban muchos árboles, y muchas plantas, que le daban un lindo color a la comunidad. Después de un largo tiempo los árboles dieron sus frutos, las plantas crecieron y florecieron. Entre la exuberante vegetación, lozana, multicolor, nació una linda y hermosa planta de rosa, pero por misterios de la vida, designios de Dios y de la naturaleza, el rosal había nacido solo, entre el monte y demás vegetación, se sentía huérfana, sola y desamparada, era única en su especie y podía extinguirse por completo.
Pero el sol se escurría entre el follaje del enorme cerezo que la cubría, revelaba la tersura y rubor de los delicados pétalos de sus rosas, que parecían sonreír desde la mañana hasta el ocaso.
Vivía muy cerca al barranco formado por un agreste lugar en la ribera del rio La Gallega. Un día Braulio, un campesino, la descubrió, tenía su rozo muy cerca y una chacra prodigiosa. Se quedó maravillado de la belleza del rosal. Braulio era alto, moreno, su piel marcada por el sol, sobre su espalda se podía ver una cicatriz, una cicatriz muy marcada, como si hubiera sido hecha por un grueso y cruel latigazo, sus ojos reflejaban nostalgia, tristeza tal vez, pero siempre caminaba silbando una tonada entre alegre y melancólica. Braulio era un buen cumananero y recordaba a veces esos días de fiesta donde bailaban tonderos.
Pero todo eso se borró cuando vio el rosal, sonrió y sus ásperas manos tocaron con delicadeza a una rosa, quedo sorprendido de su color y su aroma. Aunqué luego de un rato siguió su camino cortando el monte con su machete, pensó que debía cuidarla y así lo hizo, la regaba casi todos los días y le puso por nombre Iris, recordando a su novia, a quien perdió hace muchos años, cuando se la llevaron a otra hacienda al sur, muy lejos, una lágrima recorrió su rostro, recordando cuando le llegó la noticia que a Iris la habían matado.
Un día se dio cuenta que Iris, el rosal podía hablar y tenía sentimientos, y poseía una extraordinaria sabiduría, conocía el pasado de Braulio y sus ancestros.
Braulio no sabía cómo había nacido ese rosal ahí, pero se sentaba junto a el hablándole de sus penas.
Un día llegó a Morropón una familia de gente blanca, le avisaron a Braulio que andaban comprando tierras. Braulio dijo que él no vendería las suyas.
Algunos le aconsejaron que no se haga enemigo del "blanco", pues tenía poder y lo podía matar.
Braulio no tenía miedo y siguió con su vida, hasta que un día llegaron a buscarlo, le dijeron que habían visto al blanco recorrer sus tierras. Braulio pensó en el rosal y corrió a verla.
Iris, le contó todo lo que había escuchado. Entonces Braulio se escondió en el monte por unos días. En el pueblo ya había corrido la noticia de la existencia del rosal y algunos decían que Braulio estaba loco porque hablaba con las rosas. Y se inventaban historias sobre el rosal. Unos decían que era una planta sagrada, que la trajeron desde lejos, del África, desde Angola, desde el Congo, que la trajeron los ararás, que los esclavos las sembraban en los jardines de la casa de sus patrones. Pero ¿cómo había sobrevivido tanto tiempo?. Decían que era una planta milagrosa.
Un día la hija del "blanco" enfermó, los médicos no sabían que enfermedad tenía y pasaban los días y su salud se agravaba. La gente decía que era brujería, otros decían que el Braulio estaba cobrando venganza. Un día le dijeron “al blanco” que el rosal que estaba en las tierras de Braulio era la única medicina que la podía salvar.
Entonces “el blanco” mandó a su gente a que busquen el rosal y traigan sus rosas. Pero nunca la encontraron, se perdieron entre la vegetación, regresando días después. “El blanco” buscó personalmente a Braulio y le rogó que le regale unas rosas. Braulio le dijo que lo haría a cambio de que lo deje en paz a él y sus tierras.
Entonces Braulio fue al rosal y le contó lo que estaba pasando. Iris le dijo que arranque las rosas blancas y las lleve con “el blanco” y así fue.
Tan pronto como las rosas blancas estuvieron junto a la niña, se sanó. “El blanco” buscó a Braulio para agradecerle y le rogó que le regale una rama del rosa para sembrarla en sus tierras. Iris le permitió a Braulio que arranque una rama.
“El blanco” la sembró en su jardín, tiempo después nacía una planta distinta que no era un rosal, era una planta de tallos verdes y delgados con hojas pequeñas y de ella nacieron unas pequeñas rosas de olor suave a la que la niña le puso por nombre "diamelas".
Con el tiempo casi todos los jardines de Morropón tenían diamelas y las mujeres al pasar arrancaban una de ellas y la ponían en su cabeza. También las usaban cuando bailaban tondero.
Braulio envejeció y heredó sus tierras a un sobrino, nunca reveló el lugar del rosal y nadie más nunca lo vio, algunos dicen que por ahí cerca al rio, por la peñitas se percibe un suave olor.