EL MONOLITO DEL CERRO PILÁN: PARTE V “EL SUPREMO”

Por José Luis Carlin Ruiz

Habían pasado algunos días desde que pasó el acontecimiento del grupo de jóvenes exploradores. La gente en el pueblo parecía querer olvidar el asunto. Era como si de pronto todos se hubieran puesto de acuerdo en no hablar más de eso.
Doña Luz había comentado en la tienda, que había soñado con el brujo. ¬–Hay comadrita, pero usted también que cree en esas cosas. –¬ ¡Shhhh! no lo diga, nos pude escuchar.¬ – Santa madre de Dios Doña Luz, usted sí que hace dar miedo…
Desde entonces nadie quería hablar sobre eso y la tranquilidad volvía a Solumbre.
Una noche el papá de Ernesto se había puesto un poco mal, el paso de los años le estaba ya ganando. Se pasó varios días en reposo y su fiel hijo siempre estaba acompañándole. Una de esas noches calurosas Ernesto abrió la ventana y desde su lecho, su anciano padre podía ver el extenso cielo estrellado.
El anciano parecía feliz al estar mirando las estrellas, sentía que se llenaba de energía, y hasta se sentó al borde de la cama. –Apá recuéstese se vaya a caer. ¬–Ay hijo ya me canso de estar “echau”, ya llevo varios días así… déjame sentarme un rato.
El anciano fijó la mirada al cielo por la amplia ventana. Señalaba de vez en cuando al infinito y decía algo en voz muy bajita. Ernesto solo lo miraba mientras consumía uno y otro cigarrillo. –¿Que ves apá?
–Mira esa estrella claritiiita, mira como hace visos amarillos y verdes¬. Ernesto miraba, pero solo veía las estrellas como cualquier otra noche.
–Oye apá y que será de los muchachos, esos que habían venido de Lima. Yo sí me asusté apá, yo dije ya no viven y menos Don Ismael, hasta ahorita me duele la espalda de haberlo “cargau” hasta allá arriba.
– Le salvaste la vida, muchacho, eso es lo importante, justo ayer pasó por aquí preguntándome por ti, dice que te va a traer algo de su viaje. Su hija, la menor, vino pa’ llevárselo. Mejor que se lo hallan “llevau”, él no quería irse, pero era lo mejor.
–Oye apá y como será eso del poder del cerro, mis respetos pal Pilán, hay que ser bien macho para subir en busca del brujo. Los dos soltaron una carcajada, pero fueron interrumpidos por el grito de unas lechuzas. – ¡fuera lechuza carajo¡, grito el anciano, –es él, nos vigila. – Tú crees apa´?
–Si muchacho, desde que te llevé cuando eras niño pa’ que te cure, el viene de vez en cuando por aquí. –Apá, ya me vas hacer dar miedo. – Hijo tú eres muy valiente y todo está ahí en tu mente, tu mente ve lo que tú quieres ver.
Ernesto lo interrumpió: –apá y tú les has visto la cara al brujo? El anciano acomodándose en una vieja poltrona empezó a contarle:
–Él es como lo quieras ver, esa noche hijo, esa noche ustedes vieron lo que quisieron ver. –¿Como así apá? –Él nunca es el mismo para todos, a él lo ves de acuerdo a tu valentía, a tus miedos, a tu conciencia. –No entiendo apá, ¿acaso no es real? ¿qué hay de cierto que es inmortal?
¬–Cuentan que el brujo en realidad, es el espíritu de un antiguo curaca que buscando vengarse de los invasores llegó desde el Maray a estas tierras, llegó con una de sus mujeres, pero ella murió, entonces el curaca buscó a una mujer bonita para hacerla su compañera, el curaca hizo un pacto con el “supremo” y desde entonces habita en el Pilán, el “supremo” lo hizo eterno, y desde entonces vigila, acecha pero nunca dejo su lado humano, no olvidó sus conocimientos y con su poder, sana a quien lo busca pero también le arranca la vida a quien se atreve a ir contra él. El Pilán hijo, tiene sus secretos, tiene su magia, tiene su poder.¬
–Apá, pero no a todos les pasa algo, dos veces he acompañado a unos turistas y no paso nada.
El anciano lo miró y le dijo, –el cerro se toma su tiempo, mira y siente a los que caminan sobre su tierra, sobre sus rocas. Y él lo cuida, el los vigila, el los observa. ¬–¿El brujo apá? El anciano tomando un sorbo de la hierba luisa que le había dado Ernesto continuó: –No hijo, hay más, hay otro, más poderoso que cualquiera que haya llegado por estas tierras.
A Ernesto le recorrió un frio de pies a cabeza, una teja se desprendió del techo haciéndolo sobresaltar.
–¡Mierda apá!, ya no sigas, que hoy no duermo. Pero el anciano insistió en hablar. ¬ –Tienes que conocer todo lo que se cuenta del cerro, no se debe perder el conocimiento, ya quedamos pocos de mis tiempos, así que tu llevarás lo que te voy a contar hasta tus nietos.
–Oye apá, hablando de nietos, fíjate que el muchacho anda bien “templao” , ya le he dicho que termine de estudiar y que se vaya pa’ Lima, allá está su tía para que le ayude a conseguir un trabajo.
–Va a seguir tus pasos, tu embarazaste a la María bien “mocito”. Ernesto se quedó pensativo por un momento y mirando por la ventana al cielo, se hecho la bendición.
–Ya me cortaste la conversación, hijo, ¿por dónde iba? A ya, te contaba que hay uno más poderoso que el brujo. –Tú lo has visto apá? –No, nadie lo ha visto, o al menos nadie ha sobrevivido para contarlo, nadie se atreve a buscarlo, ni menos encontrarlo, el permanece ahí en las entrañas del Pilán, y ellos van hasta él para cuidarlo.
–Quienes apá? – ellos, los del monolito, te acuerdas de esa historia de Juanito? – si apá, a propósito del famoso Juanito, resulta que ese muchacho que casi se nos muere, es su nieto.
¬–¿Que va ser?… dijo el anciano incrédulo. –Si apá, cuando los llevé pa´ Morropón en el camino íbamos conversando y ahí descubrí que era nieto del Juanito, pero él no sabía nada de lo que le pasó a su abuelo. Cuando le contamos, lloraba el muchacho y hasta llamó a su casa allá en Lima para preguntar por él.
–Mira hijo, el mundo es bien chiquito, y mira lo que te decía, el cerro se toma su tiempo. Ahora entiendo muchas cosas. Ellos son uno para el otro, los del monolito han hecho del Pilán su hogar y el Pilán ha tomado vida con ellos.
–Apá sigue, ¿cómo es eso de que los del monolito bajan hasta donde está, que acaso está enterrado o qué?
–Algo asi hijo, el “supremo” permanece en las entrañas, en lo más profundo del Pilán, ahí, custodia toda la riqueza, todos los tesoros, los secretos, todo.
El viento empezó a soplar más fuerte. Ernesto se levantó y cerró la ventana, los perros aullaban en la calle y en los corrales las gallinas se alborotaban. La luz de la vieja petromax se apagó. Pero el anciano ni se inmutaba. –ujujuy está bravo, nos está escuchando. El anciano se hecho la bendición se paró de la poltrona y se fue acostar.
Ernesto encendió la petromax, se había quedado atónito de ver y escuchar todo eso y sobre todo le extrañaba la tranquilidad de su anciano padre.
Lógicamente esa noche, Ernesto no podría conciliar el sueño.
Se metió debajo de hasta dos frazadas, sin importarle el calor y cuando apenas empezaba a quedarse dormido, sintió que desde el viento una voz le llamaba -Ernestooo, Ernestoooooooooooo y la voz, como vino, se fue con el viento.
Ernesto de un brinco estuvo fuera de la cama, quiso despertar a su papá, pero estaba tan profundamente dormido que ni se movió. A Ernesto no le quedo otra que cual niño acurrucarse al pie de su padre.
Al siguiente día cuando Ernesto despertó, no había nadie más en la cama, estaba todo silencioso. Se asustó y empezó a llamar a su papá, salió apresurado al corral y ahí estaba su papá sentado como si nada hubiera pasado.
–Apá que susto me diste. ¿Y porque te levantaste tan temprano? ¬. –Me siento bien hijo, tranquilo, ven vamos adentro y desayunemos algo.
Pasó el día como si nada hubiera sucedido y ya entrada la noche llegó José, el amigo de Ernesto. Al rato ya estaban sentados alrededor de la vieja mesa, Ernesto miraba a su papá, la luz del petromax iluminaba su rostro, lo veía feliz, como si hubiera recuperado años de vida.
–Y muchacho ¿cómo has estado?, le preguntó el anciano. –Aquí pues oiga con algunas pesadillas desde que pasó eso, que “fello”, lo que pasó.
– Anoche no terminé de contar sobre lo que sucede y habita en el Pilán. ¬–Si apá me has dejado pensando en eso de que los del monolito entran a buscarlo y ¿qué harán abajo del cerro?
–Es una historia increíble hijo, él llegó hace mucho, mucho tiempo, cuando aún estas tierras eran gobernadas por otros hombres, pero el cerro lo atrajo y lo llevó a sus entrañas y él se alimenta del cerro, ellos lo quieren llevar de vuelta, pero se han hecho uno solo él y el Pilán.
–Pero ¿quién es apá? –hijo, él es el “Supremo”, así lo llaman, él es su líder, es su esencia, es lo que algunos ven y lo que otros no quieren ver. Ellos salen del monolito en sus naves y bajan a la superficie, entran por el túnel hasta llegar a las profundidades del Pilán para encontrarse con “el supremo”. El lugar está muy vigilado para evitar que los hombres lleguen hasta ahí. Los humanos se perderían por su ambición, lo destruirían todo.
¬¬– Será cierto que hay mucho oro ahí?, preguntó José. –Mucho, mucho oro, y esa es la razón por la que ellos llegan, dicen que lo usan para sus naves, en esas noches cuando la luna brilla más, vienen nuevas naves de más allá de lo que nuestros ojos ven, llegan sacan lo que necesitan y se van. El Supremo los gobierna desde ahí, dicen que es como un gran templo todo cubierto de oro, todo.
– Y nunca alguien ha visto esa entrada?, preguntó Ernesto. –más allá de la tierra fértil, hay una roca que apunta a una estrella dicen que ahí muy cerca esta la entrada, pero cuidado, el brujo está cerca sigiloso, vigilando.
José había permanecido callado todo el tiempo, parecía como si estuviera petrificado escuchando esa historia.
Ernesto paso sus manos por su cara -¡eeh! y tú que tienes? José solo contesto en voz baja –oro, hay oro. Al rato se despidió.
Los días pasaban tranquilos, el Pilán se elevaba imponente sobre los pueblitos que están a su alrededor, la gente olvidaba lo de los muchachos limeños.
Era ya el mes de noviembre, la voz corría en el pueblo que habría una gran fiesta, iban a bautizar al hijo de Don Hernán y casi todos en el pueblo estaban invitados.
Llego el día y la hora de la fiesta, José que también había ido vio sentado al papá de Ernesto, se le acercó y habló con él, aunque casi gritando: –¿Que es del Ernesto que no lo veo por aquí? –Aquí estaba, dijo que ya volvía, pero ya lleva raaaato y no aparece.
Esa noche la luna se dejaba ver plateada, esplendorosa, los caminos se iluminaban con su luz y sobre el paisaje se podía ver la silueta del Pilán. A lo lejos se podía escuchar la música de la fiesta, en la calle los perros ladraban.
Ente los arbustos alguien acechaba, el olor a humo de cigarro se percibía cerca al camino, se movía sigiloso entre el monte hasta llegar a unas rocas, permaneció ahí sin dejar de mirar al cerro.
En la noche iluminada se podía escuchar a los búhos, uno que otro zorro corría cruzando el camino y en lo alto, en la nada y frente al Pilán parecía abrirse una ventana, salieron de ella dos objetos muy brillantes, se movieron con rapidez se elevaron y bordearon el cerro, como si se fueran para Franco.

Una mano se posó su hombro. –¡Mierda!, gritó tratando de correr… –Pero hombre que haces acá, tu papá te está esperando en la fiesta. –y ¿qué carajos haces tu acá también? ¿Me has venido siguiendo o qué? José muy tranquilo tiró el pucho de su cigarrillo y lo pisó. –Oye Ernesto, así como yo, tú también quieres ir a ese lugar. –Tú estás loco ¡es imposible ¡
Ahí en la quietud de la noche los dos amigos discutían, mientras la ambición se apoderaba de su corazón y enturbiaba su mente, el deseo de poseer esas riquezas los unía y los alejaba a la vez.
Ernesto regresó a la fiesta ya tarde, su papá ya se había ido a dormir. Al siguiente día Ernesto cogió su caballo y salió muy temprano, volvió como al medio día.
Desde ese día Ernesto se mostraba inquieto, salía con más frecuencia incluso dejando solo a su papá. Estaba consumiendo cigarrillos más de lo acostumbrado.
Mientras que, en la casa de José, su mamá ya le había dicho – Oye José y ¿que tienes tu? andas bien raro, hasta descuidado andas mi´jo mira como andas de sucio.
Dos semanas después Ernesto llegó a buscar a José. Desde la noche de la fiesta no habían cruzado palabra.
–¿A que vienes Ernesto, con que me vienes ahora amigo? Ernesto le dijo: casi en voz baja: - Ya los vi, ya vi donde aterrizan. –Te volviste loco o que Ernesto, de que me hablas. –Vamos esta misma noche continuó Ernesto.
Eran ya casi las diez de la noche cuando ya todos dormían, dos caballos cruzaron la calle, al cruzar por la Capilla Ernesto y José se “persignaron”, siguieron en dirección al cerro, a los pocos minutos podían verse a lo lejos la luz de las linternas agitándose al paso de los caballos.
Los dos iban sin decir ni una palabra, todo era silencio, de vez en cuando se cruzaban miradas, miradas de desconfianza, los dos iban sumidos en sus pensamientos, tal vez imaginando cuánto oro podían encontrar, se volverían ricos.
Ernesto lo miraba de reojo pensando tal vez que José lo mataría para quedarse con su parte.
Mientras allá en el pueblo, el papá de Ernesto se despertó dándose cuenta de la ausencia de su hijo. Se sentó sobre la cama se echándose la bendición y disponiéndose a rezar: –Dios te cuide “mijo” y que la virgencita te traiga de vuelta.
Después de casi hora y media los dos aventureros sintieron olor a tierra húmeda y a hierba fresca, se detuvieron y ataron sus caballos a unos delgados troncos. Caminaron un poco, como a los veinte minutos escucharon el asustado relinchar de los caballos. José sobresaltado exclamó –¡Mierda los caballos!, pero a éstos de repente ya no se les escuchó más. José quiso regresar a ver que pasaba, Ernesto sobreponiéndose al susto lo detuvo y le pidió seguir, – estamos cerca, sintieron entonces venir un viento caliente y a lo lejos entre los arbustos y árboles pudieron ver una intensa luz intermitente, parecía girar.
–Ahí están dijo Ernesto, avanzaron tan sigilosos como pudieron, una polvareda llego hasta ellos y el objeto luminoso se elevó para perderse rápidamente en el cielo bordeando el cerro.
José le preguntó a Ernesto –¿Estás seguro de que quieres seguir?, – ¡Avanza! le respondió Ernesto, José por un momento dudó en seguir, a los pocos minutos otra nave apareció en el cielo, la parte alta de ese objeto, giraba velozmente y una intensa luz amarilla salía de la misma.
Ernesto tenía una expresión de miedo, de asombro y de satisfacción a la vez, –si existen, –entonces lo que cuentan es cierto y entonces lo del oro también debe ser verdad, dijo José. La nave descendió y cambio sus luces a color azul.
Los dos amigos siguieron arrastrándose en el monte hasta llegar a una zona árida, el pasto parecía quemado y el suelo se sentía caliente. Siguieron arrastrándose hasta a que ante sus ojos apareció un espectáculo jamás visto un objeto metálico, con muchas luces y unas figuras casi humanas cubiertas de blanco salían de ella, no podían ver sus rostros porque les daban la espalda, todos en fila se dirigían hasta cruzar una roca. –Esa debe ser la roca que apunta a la estrella dijo Ernesto casi susurrando.
Una de esas criaturas volvió su mirada hacia ellos, ¿los había escuchado tal vez?, de pronto la vieron venir, traía en sus manos una especie de lanza humeante, estaba cubierto todo de blanco parecía que cubría su cara con una máscara dorada, pero igual se podía ver y sentir su mirada que penetraba lo profundo del bosque, Ernesto empujó a José y los dos rodaron hasta chocar con un tronco caído. La criatura se detuvo a pocos metros de ellos alzo la lanza y esta iluminó el lugar con una luz tan potente que de mirarla directo dejaría ciego a cualquiera. Mientras los dos amigos trataban de esconderse entre la hojarasca.
Al poco rato la criatura regresó con los otros que ya habían avanzado perdiéndose entre unas rocas. –Hay que esperar que se vayan dijo José.
Ya había pasado más de quince minutos Ernesto y José, habían permanecido quietos todo ese tiempo, sus brazos estaban entumecidos, y José tenía una expresión de dolor, al caer se había lastimado el brazo y estaba sangrando, se levantaron y se acercaron un poco al lugar donde estaba esa nave que no dejaba de emitir luces, no pudieron distinguir alguna entrada a la misma. De pronto apareció ante ellos casi veinte de esas criaturas, pero lo que más les llamó la atención fue un ser cubierto todo con una túnica dorada, muy brillante, lo cubría todo, desde la cabeza a los pies, trataron de mirarle el rostro, pero este se perdía entre la luminosidad de su atavío y las luces de la nave, parecía más bien como si estuviera vacío, sin embargo, al rato pudieron ver sus enormes ojos, y sus manos de piel verdosa. –ese debe ser el “Supremo” dijo Ernesto en voz muy bajita, José estaba temblando, estaba muy pálido.
De pronto esos seres rodearon al “Supremo” quien parece les hablaba en una lengua totalmente desconocida, más parecían gruñidos, diez de ellos abordaron la nave, los demás casi instantáneamente se perdieron entre las rocas, el objeto entonces iluminó por un segundo toda esa zona y se elevó tan rápido que nos les dio tiempo de ver en qué dirección se fue.
Tan pronto como desapareció la nave y las criaturas todo volvió a la oscuridad y los ruidos que cualquiera podría escuchar en medio de un bosque. José encendiendo su linterna y preguntó asombrado - ¿Dónde estamos? ¿qué hacemos aquí? Ernesto lo miró muy extrañado y le respondió – ¿Que carajos te pasa?, hemos venido acá al cerro, en busca de oro. José soltó una carcajada. Ernesto muy molesto le cogió la botella que de pronto tenía en la mano –Ya deja de tomar, así no vamos a llegar. José le preguntó –¿Le viste la cara a ese hombre? – Ernesto confundido le dijo –¿De que hablas?, ya camina que debemos llegar antes que alguien nos vea.
–Si, si tienes razón, no debí tomar mucho, estoy teniendo alucinaciones creo. Y sobreponiéndose siguió a Ernesto.
Al rato Ernesto paró en seco y dijo: –creo que estamos avanzando en círculo, estamos desde hace rato llegando al mismo lugar; a los dos casi se les apagaba la linterna – ¡Mierda creo que las pilas ya no dan más! Ernesto se desesperó por un momento hasta que chocó con una roca. Dio una mirada hasta donde podía llegar la luz de la linterna y vio unas rocas que parecían formar un círculo, golpeó un poco la linterna e iluminó mejor, avanzaron y pudieron ver que ese círculo de rocas en realidad era una entrada, o tal vez sería alguna madriguera. De pronto vieron unas manchas de sangre en el suelo, unos pasos más allá vieron aterrorizados la pierna de un caballo. –¿Pero quien hizo esto?, preguntó José, –tal vez algún león dijo Ernesto.
Las linternas empezaron a fallar, era como si algo hiciera interferencia, se apagaron, por un momento Ernesto sintió un escalofrío, –¿entramos? Le preguntó a José. Quien inmediatamente dejo ver una expresión confusa de alegría en su rostro y exclamó –¡mejor regresemos!, la verdad si da miedo todo esto.
En el silencio de la noche se escuchó una voz. – ¡Ernestooooo!, y se fue con el viento. Ernesto se sobrecogió, pero su ambición era más grande –Ya estamos aquí, y ¿si es cierto lo del oro?, nos haremos ricos.
Observaron al interior del agujero y había una especie de rampa. –¿Como es que casi nadie sabe de esta entrada? Sin más preguntas Ernesto empezó a bajar, José lo seguía sin dejar de mirar atrás.
La cueva era muy estrecha y se sentía mucho calor, las paredes eran casi lisas, como si la roca hubiera sido cortada por una maquina con gran precisión. Una sombra blanca se cruzó a unos metros de ellos, a José le saltaba el corazón tanto que hasta podía escucharse en el silencio dentro de ese extraño túnel.
Las linternas se apagaron quedándose en absoluta oscuridad, ya no se escuchaba ni el ruido del viento rozando con los árboles. Caminaron sin dejar de tocar las paredes del túnel, hasta que Ernesto que iba adelante sintió que había pisado algo húmedo, barro tal vez, de pronto sintieron que sus manos se humedecían con algo viscoso que estaba sobre las paredes, el olor a algo putrefacto empezaba a sentirse.
Las linternas volvieron a encenderse entonces se dieron cuenta que eso viscoso era color rojo, todo el lugar estaba lleno de restos, José miro sus manos, y estaban todas manchadas de lo que podría ser sangre de animales o quien sabe de qué o de quien.
Ernesto retrocedió casi empujando a José que estaba temblando y muy pálido, siguieron observando esta vez, ya con ayuda de las linternas que habían vuelto a encender y se dieron cuenta que había otras entradas, volvieron entonces y entraron por otro túnel, había mucha humedad, parecía que hubiera filtraciones de agua, se sentía mucho frio, siguieron avanzando y entraron a un espacio más amplio, ahí todo estaba en sepulcral silencio, solo el sonido de la caída de alguna gota de agua en algún pozo subterráneo, de vez en cuando de algún lugar provenían lo que parecían voces o gruñidos.
Avanzaron por una de esas entradas y encontraron vasijas de barro, “huacos”, otros objetos de madera, estaban ahí como si alguien las hubiera amontonado. –Esto es un entierro dijo José, –solo huacos hay, no hay oro. –Sigamos buscando respondió Ernesto, quien con el pie trataba de mover algo con el que había tropezado, efectivamente, se agacho y con sus manos escarbó un poco, era unas piezas de metal brillante, parecían restos de una vasija con unos grabados en alto relieve, José recogió otro pedazo y lo mordió, –es oro, ¡esto es oro!, empezaron a escarbar, la tierra era suave, por lo que no necesitaban herramientas, encontraron objetos de oro puro, cuchillos, vasos, orejeras, habían también plumas de colores muy bien conservadas.
Un ruido se escuchó dentro de la cueva, ¡shhh! dijo Ernesto, sus corazones latían fuerte y en sus frentes un sudor frio se dejaba sentir.
–Vamos ya, dijo José. –Estás loco ¿nos vamos a ir solo con esto? –Regresaremos otro día, se apresuró a decir José.
Pero la ambición ya había ganado y corrompido la razón de Ernesto. –Si quieres andante, yo me quedo. Espérame arriba.
José sin saber que hacer le dijo, –no, no, no voy a salir solo de aquí, ni siquiera sé por dónde ir.
Ernesto sin escucharlo ya a su amigo siguió avanzando había un túnel casi al nivel del suelo, se asomó y vio que al fondo se veía lo que parecía ser una luz, –mira, le dijo a José y casi “gateando” empezaron a ir a lo desconocido, casi avanzaron diez metros, y entraron a una cueva donde había una especie de laguna, el agua era muy cristalina, de ahí venia el ruido de gotas de agua, en el fondo de la laguna se podían ver piedras rectangulares y circulares muy lisas y pulidas, la fascinación y el miedo se apoderaba de los dos amigos, mientras la luz se hacía más visible, entraron a otra cueva y vieron una piedra que parecía encendida en fuego azul, la misma que estaba sobre una especie de pedestal, y ahí estaban las criaturas, estaban vestidas de blanco pero con su cabeza descubierta, su cabezas eran enormes, doradas, como si fueran cascos o algún tipo de coraza de metal.
–¡Mierda! dijo Ernesto, –entonces lo que vimos afuera no fue alucinación, todo era realidad, José lo empujo para mirar y si, efectivamente, ahí estaban, hacían una especie de ritual alrededor de esa piedra, más al fondo se podían distinguir piedras como las que habían en el fondo de la laguna subterránea, pero éstas irradiaban también una luz azul y se podían ver sobre ellos unos círculos luminosos que se expandían ¿tecnología alienígena talvez?, vieron también que algunos de esos seres extraían mineral de entre las rocas con herramientas desconocidas, ¿estaban acaso dentro de una mina de oro? Ernesto miró a los alrededores y vio que había más objetos dorados, eran de oro y puro.
José, sin embargo, se acobardó y jaló del brazo a Ernesto –Salgamos de aquí, ¡ahora mismo ¡–Suéltame, gritó Ernesto mirando con amenazante mirada a José, sus ojos parecían brillar, eran como de serpiente. José soltó a Ernesto y empezó a retroceder por ese estrecho túnel por el que habían llegado hasta ahí, cuando logró salir y si llevar nada buscó desesperado alguna salida a la superficie, siguió avanzando sin siquiera saber por dónde ir.
Mientras Ernesto continuó arrastrándose hasta entrar a otra entrada donde se podía ver con más intensidad otra luz, llegó hasta una especie de bóveda, miró alrededor y vio que efectivamente había oro por todos lados. Una sonrisa se dibujó en su rostro –debe haber más, pensó y siguió buscando, escucho susurros y vio cruzar a esas criaturas cubiertas de blanco, por un momento pensó en retroceder y correr, pero ya estaba ahí, adentro, donde nadie se había atrevido a llegar.
–Ese José cobarde pensó, y dio unos pasos más, cruzó otra entrada y pudo ver parado sobre una roca cuadrada y muy pulida, al “Supremo”, medía casi tres o cuatro metros de alto, estaba vestido así, como lo vieron allá arriba, los otros, los del monolito se inclinaban ante él y con sus gruñidos parecían entonar una especie de terrorífico canto, de pronto el Supremo, dejó caer la capa dorada y retiró de su cabeza una especie de casco dorado, dejando ver su real forma. Los ojos de Ernesto parecían salir de sus órbitas, sus manos crispadas y temblorosas, su frente sudaba y sentía su cuerpo frio, estaba inmóvil, desde ahí y con su mente confusa podía ver al Supremo, cuya apariencia era como la de un cadáver en descomposición, sus manos eran largas y verdosas, notó también que sus pies no tocaban la roca, estaba flotando a pocos centímetros de la superficie, los otros seres hicieron lo mismo, retiraron de sus cabezas esos cascos dorados, eran más pequeños pero su apariencia era igual de aterradora, parecían como lagartos de color negro verdoso, con cabeza humana y cadavérica.

Ernesto sintió de pronto que alguien estaba detrás de él, podía percibir una pesada respiración sobre su cuello. Pensó que era José y cuando miró hacia atrás, no tuvo tiempo de decir nada ni de reaccionar, su grito se ahogó antes de salir de su boca, no era José, era “el brujo”, con su manto más negro que la oscuridad de la noche, aun estando tan cerca, Ernesto no pudo distinguir su rostro, solo veía dos ojos tan rojos, como si hubiera fuego en ellos. El brujo lo tomó por el cuello, Ernesto, con la respiración entrecortada, sintió que no tocaba el suelo, estaba por lo menos, a un metro de él, solo intentaba poder tomar algo de aire.
Entonces el supremo y las demás criaturas volvieron a ellos su mirada. El brujo avanzó hacia él, llevando a su “presa”, Ernesto intentaba decir algo pero sentía que se ahogaba con su propia saliva, el brujo avanzó y se paró frente al Supremo, entonces Ernesto pudo verle el rostro, era como una calavera cubierta por una piel verde, áspera y escamosa, su cuerpo, era como un cadáver humano descarnándose, las cuencas de sus ojos parecían estar vacías, ni en sus peores pesadillas, Ernesto habría podido imaginar estar frente a algo así, sentía que las demás criaturas cogían sus piernas y sus brazos con sus manos frías, húmedas y viscosas, de pronto vio con estupor como el “supremo” extendió sus horribles manos hacia él, y como en una pesadilla intentaba gritar, –¡auxilio! ¡ayúdenme!, pero ahí en las entrañas del Pilán ningún mortal lo podía escuchar, empezó a agitarse intentando hasta lo imposible por soltarse del “brujo”, quien sosteniéndolo con una sola mano frente al “supremo” dejó escapar una infernal carcajada.
Mientras tanto José había podido salir a la superficie, sus manos temblaban y sus piernas apenas tenían fuerza para moverse, de pronto se desvaneció. Hizo un último esfuerzo por levantarse y cuando por fin pudo hacerlo, desde lo profundo de la tierra, desde la oscuridad de ese túnel, desde las entrañas del Pilán se escuchó un aterrador y desgarrador grito de dolor, que hizo temblar la tierra, los árboles se sacudieron y las aves que aun dormían volaron de sus nidos.
En la oscuridad de la noche, José, aterrado y muy desorientado solo atinó a correr.
Casi amanecía, en el pueblo, los perros aullaban, las gallinas cacareaban y las lechuzas volaban inquietas sin dejar de ulular.
El papa de Ernesto, consumido por la tristeza apenas vivió unas semanas más.
Camino a Piura la Vieja, un grupo de campesinos comentaban –Pobre Don Abelardo, se murió de pena por el Ernesto, mientras otro interrumpía: –Les encantó el cerro, pobres muchachos, todo por la ambición de tener su oro, dicen que han visto a una sombra correr allá arriba del cerro, ¿no será el otro que se quedó encantau?. Otro aseguraba: –No compaaaadrito, pa´mi que se los han llevau los extraterrestres, –como será pues, papá Dios, nos libre, yo por eso ni miro al cerro cuando paso por ahí…
José Luis Carlin Ruiz, 2024.

 PARTE IV 

EL MONOLITO DEL CERRO PILAN: “EL BRUJO”


Por JOSÉ LUIS CARLIN RUIZ


Esa mañana no se hablaba de otra cosa más que de lo que había pasado la noche anterior. 
En una esquina, un grupo de muchachos comentaban: – ¡Sonaba durísimo¡  parecía que el cerro se venía abajo…–Pero lo extraño es que eran rayos pero no había lluvia–, decía otro. –Seguro que han sido los ovnis–. ¿Tú crees en esas cosas? –Respondía otro.

En la tiendita igual, el mismo tema de conversación –Hay comadre que “fello” susto-. Todas las mujeres  que estaban ahí hablaban al mismo tiempo, ni se les podía entender. – ¡Churre ven pa’ca, vaya a ser cosa que pase otra vez…!. Los niños cogidos de sus mamás ni siquiera tenían ganas de ir a jugar.


Ya eran como las diez de la mañana, entonces vieron venir a Don Ismael, jalando al burro que traía sobre su lomo a un joven aparentemente desmayado. Mily, Ana y Paty venían llorando casi en silencio. Don Ismael venia pálido.


Un grupo de gente corrió hacia ellos. –¿Vienen del cerro Don Ismael?. Don Ismael no pronunció palabra alguna, caminaba como muy cansado. Paulo y Xavier, marcaban incansablemente el celular, pero parecía que no “entraban las llamadas”. Mark pidió a la gente que los dejen avanzar y que les traigan agua.


Casi a la altura de la capilla, Don Ismael se desvaneció. Las mujeres gritaban y los churres corrían asustados.

– ¡pa’ mí que se le ha “pegau” el susto ¡ gritaba Doña Juana, con un rosario en la mano. ¡Ave Mariya! ¡Pa’ que suben sabiendo que el cerro está “encantau”. Los gritos de miedo, de sorpresa y acusaciones venían de todo lado.


Pusieron a Don Ismael en la acera de la capilla y a Julián también. Don Ismael abrió los ojazos y trataba de decir algo, pero las palabras se le quedaban en la garganta, estaba bien pálido y frio. – ¡Llévenlo a Morropón, a la posta! Gritaba uno, ¡A Chulucanas¡ ¡den aire!, ¡den aire!– Gritaba otro. Hasta que, en el tumulto y la confusión, se acercó un anciano y muy seguro de sí mismo, les dijo: –Que no les ponga la mano ningún médico, los matan ahí mismito, eso es susto, susto fuertísimo…


Ana lloraba desesperada pidiendo que llamen a un doctor o los lleven a que los atiendan. Pero el anciano, ajustándose el sombrero volvió a decir: –el cerro los han “encantau”, y ahí mismo los tienen que curar–…

Doña Luz, abriéndose paso entre todos, dijo: –Si, el mayor tiene razón, ese susto solo lo puede sacar el “brujo”. ¡¡¡Santísima madre de Dios!!!... se persignó Doña Petronila,  -no lo mencione Doña Luz, que hasta “escalosfrios” me dan -  Todos hicieron silencio y miraban asustados a Doña Luz. –Pero y –¿quién los lleva?, decía uno. Los más jóvenes se hicieron a un lado como no queriendo comprometerse a nada. El anciano entonces llamó a un muchacho que se había quedado atrás. –¡Oye Ernesto tú conoces el camino! Tendrás que llevarlos. Ernesto votó el cigarrillo que aún estaba a la mitad. – Pero Pa’ ahorita estamos ocupaos, quien los manda a que se suban. – Muchacho no me desobedezcas o acaso quieres que vaya yo.


Mark entonces pidió que le expliquen lo que estaba pasando. Doña Luz entonces le dijo: – a tu amigo lo ha cogido el cerro, y si no lo llevan se les muere, igualito Don Ismael!.. – ¡Pero como los van a llevar si ni caminar pueden¡–. No hay otra manera de salvarlos, tienen que llevarlos, dijo el anciano– ¿Quiénes van a ir? pregunto Ernesto.

José, amigo de Ernesto, grito desde atrás: – ¡Yo voy! Mark sintió curiosidad y le pidió a Paulo para ir. ¬Xavier tú te quedas. Mili pidió ir con ellos, pero José advirtió que era peligroso.


Entonces, el anciano pidió que abrieran la capilla. – los demás deben permanecer aquí, hasta que vuelvan. Corrieron a pedir la llave. Algunas mujeres se persignaban – Ave María qué “fello”, primera vez que veo esto…- ya ha “pasau” comadre que no se acuerda de la historia de Juanito…


Entonces entraron a la capilla y el anciano pidió que mientras estén ahí los cubran con mantas de color oscuro. José, miró a Mark y a Paulo y les dijo: - Vamos de una vez, antes que se haga más tarde, para llegar a él, tenemos que ir por el camino correcto y llegar antes del anochecer, les advierto, no importa cuánto ruido escuchen, no miren atrás.


Paulo, entonces retrocedió y le dijo a Mark, -Mejor me quedo. Entones Mark algo molesto le contestó –No seas cobarde hombre, hazlo por Julián, debemos regresarlo sano y salvo.

-Nos llevaremos el burro de Don Ismael - Pusieron entonces sobre el las mochilas con agua y otras cosas. Ernesto cargó sobre su espalda a Don Ismael, mientras que José a Julián; Doña Luz se acercó a Ernesto y le dio algo envuelto en una tela negra. –cuando llegues a él, entrégale esto, pero no se te ocurra abrirlo en el camino. –Pónganlo en mi mochila–, contestó Ernesto, acomodando a Don Ismael para que no se caiga.


Partieron entonces, entre el llanto de Ana, de Mily y de Paty, mientras Xavier se dejaba caer en un rincón, no querían que sus compañeros vayan. Pero Mark se sentía muy responsable de la salud de Julián. 


Ya eran casi la una de la tarde, la gente se retiró a sus casas. –Ya se hizo tardísimo, comadre no demora en llegar mi marido y nadita he “cocinau” – Las mujeres salían apuradísimas jalando a sus churres. –por estar en el chisme comadrita– decía otra mientras cogía su bolsa con el arroz que había comprado antes. Mientras el grupo avanzaba rápidamente de retorno al cerro en busca del brujo.


Paulo, reconoció el camino, llegaron hasta la cueva donde vieron a esa cabra negra que salió corriendo. Ataron el burro y revisaron las mochilas. El miedo lo ganaba a Paulo, entonces José, le dijo –No demuestre miedo amigo, ¡póngase macho¡, que el cerro huele el miedo. Mark palmeteó a Paulo, como dándole valor. Paulo y Mark pensaban que seguirían el mismo camino, pero de pronto no sabían si se habían distraído o es que entraron a la cueva, pero el paisaje se veía distinto.

Ya eran las cuatro de la tarde. Paulo se extrañó, –¿tanto hemos caminado? Me siento muy cansado–. Es la altura le contesto Ernesto. Ciertamente habían subido ya buena parte del Pilán pero por un camino muy distinto al que ellos usaron en su visita anterior. Mark, sentía que por más que caminaban no avanzaban. Paulo entonces exclamó: - ¡Alguien nos sigue¡, escucharon? - Ernesto se apuró en contestar –¡No mires atrás! ¡Sigue!  – a Paulo se le enredaban las piernas. Entre el monte vio algo que se movía, –¿es un puma?, Shhh, contestó José, –no hagas ruido– y continuaron el camino.


Ernesto al rato, les dijo –hay que descansar–. Siéntense en círculo. Se sentaron y pusieron las cosas a sus pies. En el centro dejaron a Don Ismael y a Julián, cubiertos con unas mantas negras. Julián despertó, abrió apenas los ojos y balbuceaba algunas palabras que no se le entendían.


Ernesto empezó a hablar: – el brujo es muy poderoso, el vigila el Pilán, el habla con ellos… se convierte en lo que él quiera, en pájaro, en puma, en lechuza, en león, cualquier forma que a él le dé la gana, a veces baja al pueblo convertido en anciano o anciana, pobre de ti si lo miras a los ojos. Luego encogiendo los hombros continuó:  – shhhh, nos vigila, él sabe quién viene a buscarlo. Hubo una vez, alguien  que quiso subir a matarlo, pero él lo vio venir, y entonces el brujo se convirtió en un gigantesco puma y lo descuartizó, al otro día los gallinazos revoleteaban el cerro para comerse sus restos…su sombra va detrás de quien viene a pedir sus favores–. Mark interrumpió: – o sea ¿viene tras de nosotros?, si dijo José, por eso no se te ocurra mirar atrás, solo camina–, José continuó: –Dicen que cuando le gusta una mujer la hace venir al cerro y la encanta y la deja para toda su vida, mi abuela me contó que el brujo es inmortal, que desde que llegó nunca se ha ido, ni se irá–.


Paulo, no se atrevía a mirar alrededor. Ernesto entonces abrió su mochila y Paulo pudo ver que ese bulto que le dio Doña Luz, parecía moverse. ¿Qué eso que llevas ahí? –no sé, Doña Luz me dijo que no lo abriera. Pero se está moviendo dijo Paulo. Mark se asomó y dijo: -Es tu idea, esa cosa no se mueve. De pronto Mark, sentía que lo llamaban. –¡Hey! escuchan, están diciendo mi nombre, escucharon pasos detrás de ellos. Ya había oscurecido. Había un extraño y fuerte olor a flores a perfume, a hierbas.

Al rato los pasos se hacían cada vez más claros y como que ciertamente, se escuchaban voces. Se pusieron de pie rápidamente, los arbustos se movieron, Ernesto incluso retrocedió, cogiendo su machete. Tres sombras aparecieron. ¡¡¡Mierda!!!  grito José.


Mark sentía que el corazón se le salía del susto, y Paulo, estaba tan blanco y con los ojos desorbitados.

–Tranquilos muchachos– se escuchó una voz. Mark apunto con la linterna y en realidad eran dos hombres acompañando a una señora, todos venían cubiertos con mantas y colchas. –¿Vienen de donde el maestro? preguntó José. –sí, así es. Hay gente allá arriba–.


La mujer los miró y se cubrió el rostro, Continuaron su camino, mientras Mark soltaba una carcajada de evidente nerviosismo. ¡carajo que susto!...

-Bueno sigamos el camino, ya no falta mucho. Paulo, llevado por la curiosidad metió las manos a la mochila de Ernesto, quería saber que era lo que le entregó Doña Luz, al tocarlo, sintió que una mano fría y descarnada lo cogía, un escalofrió recorrió su cuerpo, dejando salir un grito desgarrador. Los demás no habían reaccionado cuando lo vieron correr cuesta abajo. ¡Paulo! ¡Paulo!, gritaba Mark, ¡regresa! Ernesto y José se miraban sin saber qué hacer. Mark lo quiso seguir pero Ernesto lo detuvo.


José entonces dijo, lo voy a buscar, continúen yo los alcanzo, poniendo a Julián sobre el burro, que se mostraba cada vez más inquieto. ¡Sooooo burro!!! Gritó Ernesto.  Mark, no quería seguir el camino sin Paulo. Pero Ernesto le hizo recordar que la vida de su amigo y la de Don Ismael estaban en peligro –No te preocupes, José conoce muy bien estos caminos, lo traerá de vuelta. Con mucha desconfianza Mark continuó arreando al burro.


Con las linternas encendidas avanzaron. El camino se hacía más difícil, Mark se sentía agotadísimo. De pronto llegaron a una zona un tanto descampada. –Detente– le dijo Ernesto a Mark. A unos metros de ellos había alguien todo cubierto, era alguien corpulento, de por lo menos dos metros de estatura, su respiración se escuchaba y se sentía aun en la distancia, algo negro, más oscuro que la misma noche, lo cubría desde la cabeza a los pies

-No lo mires-susurró Ernesto. ¿Él es el brujo?, balbuceó Mark. Había alrededor un silencio sepulcral, ni siquiera el viento se atrevía a cruzar, el cielo esta oscurísimo. Mark, sentía que el suelo se movía, como si cientos de hormigas negras corrían bajo sus pies, Ni cuenta se había dado que tenía apretadísimo el brazo de Ernesto. El burro se inquietó casi dejando caer a Julián. 

- ¡Suéltame carajo!, no muestres temor– Dijo Ernesto. Sin embargo, Mark lejos de perder el miedo quiso salir corriendo, la presencia de ese ser frente a ellos, le revolvía las entrañas. De pronto el terrible silencio se interrumpió, por una voz casi gutural: –¡Sicanñi!.


Ernesto entonces saco de su mochila lo que Doña Luz le había entregado y sin mirarle a los ojos se acercó extendiendo sus manos. El brujo lo recibió e inmediatamente lo abrió. Mark de reojo trataba de mirar que era, le pareció ver un cráneo o tal vez era un “huaco”, no se podía distinguir, el brujo dejando ver una infernal sonrisa apreció el obsequio. Mark pudo ver sus ojos amarillentos, como si fueran de un reptil.


El momento fue interrumpido por el ulular de unas lechuzas que surcaron el cielo, volando por encima de ellos. Mark se tiró al suelo, temblando de miedo. El brujo les dio la espalda y avanzó arrastrando la pesada tela que lo cubría. Ernesto, sin dejar caer a Don Ismael, levantó a Mark y fueron tras el “brujo”.


Cruzaron por unos imponentes árboles, que entre las sombras parecían humanos gigantes. Luego entraron a una vieja casa con paredes de quincha y techo de tejas. Unos mechones humeantes  iluminaban la entrada. Había tres o cuatro personas más, sentadas en unas bancas de madera. Una mujer anciana les indicó el lugar donde deberían dejar a Julián y a Don Ismael, luego los invitó a sentarse. Al parecer era como la asistente. Ernesto escuchó que el brujo le susurraba algo a la mujer. Entonces ella le preguntó –Dice que como está tu padre. Muy extrañado Ernesto contesto- Si, si…. está muy bien. El brujo volvió a susurrar. –El maestro dice que le adviertas que no vaya a hacer negocios con su compadre. No tiene buenas intenciones. – Muy confundido Ernesto contestó. – está bien, se lo diré en cuanto baje–.


Mark, no comprendía nada, solo quería salir de ese lugar y encontrarse con su amigo Paulo. La mujer volvió a dirigirse a ellos –Ya lo encontró, está a salvo y lo trae de regreso.


Mark miraba aun con más asombro a Ernesto, quien le hizo señas de que se tranquilice.

Mark, vio que sobre la mesa había palos, velas encendidas, cráneos, unos huacos, botellas y muchas cosas más. Le llamó la atención ver imágenes religiosas. Quiso mirar el rostro del brujo, pero extrañamente las sombras no le dejaban ver.

La demás personas permanecían en silencio, estaban como adormitados.


Afuera las lechuzas seguían revoleteando. De pronto el silencio volvió.

-Cuchuc yor! ¡ñangru! ¡Chupuchup! Cuiar ñap! ¡ñususchu! ¡Yacu!!allpa!

Mark, casi susurrando le pregunto a Ernesto -¡sabes lo que esta diciendo? Ernesto casi amenazante le respondió ¡silencio!, está llamando a las fuerzas del cerro…

En el terrible silencio se escuchaba que pronunciaba algunas palabras totalmente desconocidas las mismas que la anciana parecía traducirlas.

–Hay mucho dolor aquí–, señalando a una de las personas, de pronto una de ellas empezó a sollozar.

La mujer que asistía al brujo, volvió a decir. –El Pilán te acoge, el Pilán te dará la salud.

El brujo entonces dijo: –Unuc–, la mujer acercó a una de esas personas una vasija: -bebe esto…


Continuaba ese extraño ritual ante los atónitos ojos de Mark. Entonces el brujo siguió, al parecer diciendo plegarias, o sabe Dios que, se acercó a los cuerpos de Don Ismael y de Julián, escupía al aire, algo que olía a aguardiente, a “cañazo”, agitaba esas varas de madera, esparcía perfumes, decía palabras que no se entendían. La anciana entonces dijo: –El que viene trae algo que no es de él, el cerro lo reclama y tiene que devolverlo, de lo contrario ellos morirán– 


Mark y el mismo Ernesto no entendieron nada; en efecto, al rato llegó José trayendo a Paulo, quien venía arrastrando una pierna, al correr había caído y se había herido la pierna derecha. La mujer entonces se acercó a Paulo y le dijo: –tienes que devolverlo…– Paulo, cansado balbuceó: -¡entregar que¡ -aquello que no te pertenece– dijo la anciana, señalando uno de sus bolsillos. Paulo muy asustado y sin comprender nada se metió la mano al bolsillo y sacó una pieza de metal, al parecer era oro puro, una especie de cuchillo pequeño parecido a un “tumi”. Mark, le preguntó –¿de dónde sacaste eso? Paulo, aun confundido, dijo –lo tome de las cosas del guía–. De Don Ismael, contestó José, seguro lo encontró mientras subían. 


Efectivamente, Don Ismael había recogido ese objeto en la entrada de la cueva, ahí donde vieron a la cabra negra.

La mujer tomó la pieza y la entregó al brujo. Afuera de la choza, el viento soplaba fuerte. Las lechuzas gritaban y el brujo pronunciaba algunas palabras. La mujer alcanzó una pequeña vasija de barro a Ernesto y le hizo una seña. Ernesto entonces acercó su nariz y absorbió el líquido que contenía, luego se la dio a José y este a Mark, - Toma tienes que “singar”. Mark, contesto- ¿singar? ¿qué es eso? José sonrió y le mostró como hacerlo. Mark, al primer intento se ahogó arrojando el líquido al suelo. La mujer muy molesta le alcanzó más líquido, –¡mierda¡, gritó Mark al rato, creo que me estoy mareando. Entrando en un estado de enajenación. El brujo salió del lugar ocultando su rostro y llevando consigo aquella pieza que devolvió Paulo, que para ese rato yacía inconsciente.


Don Ismael había despertado, pero apenas si podía hablar, mientras Julián permanecía pálido con los ojos bien abiertos y la mirada perdida, mudo.


Afuera el brujo gritaba palabras que ellos no entendían, un relámpago iluminó todo el lugar, Paulo, despertó mirando atónito a todo lado. Mark retrocedió asustadísimo, pues con la luz vio cientos de rostros cadavéricos en todo el lugar. Parecía que hubiera fantasmas en las paredes, en el techo rostros horribles, en un rincón había alguien que los miraba directo a los ojos, de pronto la anciana se veía como una joven mujer, muy hermosa, ojos verdes, pelo rubio, las tres personas que también participaban del ritual se veían como seres deformes, horribles, no sé de dónde venía una música chamánica, parecían tambores, parecían campanas, se sentían fuertes olores a flores, a hierbas Ernesto y José permanecían quietos, inmóviles. 

Los objetos sobre la mesa cobraban vida. De repente entraron atravesando la puerta cerrada dos figuras casi humanas, vestidos de blanco resplandeciente, sus ojos eran amarillos, se acercaron hasta donde estaba Julián y Don Ismael. Todo era confuso, todo era perturbador, todo era real o producto de la imaginación o efecto tal vez, de los brebajes que habían “singado”.


Un nuevo relámpago iluminó todo, pero lo extraño que era una luz verde, tres veces seguidas se iluminó el lugar, mientras que el suelo parecía temblar, las tejas del techo vibraban, la vieja puerta se abrió sola y se cerró de golpe, a lo lejos se escuchaban ruidos metálicos, la luz de los candiles y de las velas se apagó. 


De pronto todo volvió a la calma, la anciana encendió los candiles y el brujo empujando la puerta entró, sin dejarse ver el rostro. Se sentó sobre un taburete, diciendo cosas, agitaba fuertemente una vara, como si golpeara a alguien o a algo, la anciana esparcía perfumes y de pronto el brujo hizo silencio. Paulo y Mark respiraban tan fuerte como podían, sentían que la vida se les terminaba.  Las otras personas que también participaban del ritual, estaban también asustadísimas. –Ya terminó– habló la anciana. – ¡Ya nos podemos ir¡, exclamó uno de ellos. La anciana les dijo – deben quedare y esperar a que amanezca, el cerro aun esta bravo.


Se quedaron de pronto tan dormidos y la noche avanzó sin que se dieran cuenta. De pronto ya se dejaban ver los primeros rayos del sol, Julián fue el primero en despertar, estaba espantadísimo y pálido aun, confundido corrió a despertar a Mark y a Paulo. Don Ismael se despertó y se sentó sobre la vieja tarima, Ernesto y José despertaron también. Ya no había nadie más en ese lugar. –¿Dónde estamos? – preguntó Julián, – es una larga historia, dijo Paulo. Mark miró alrededor y ya no estaban los objetos que vio sobre la mesa la noche anterior, parecía una casa totalmente abandonada. –me duele la cabeza–dijo, es como si hubiera estado tomando toda la noche– Sacó una botella con agua de la mochila y bebió.


Se apresuraron en salir, vieron correr entre el monte a un venado. Todo estaba en calma, Don Ismael sigiloso desató al burro y comenzó a bajar, los demás lo seguían en silencio. 

Las aves revoloteaban de árbol en árbol, dejando escuchar su trinar. Luego, solo se escuchaban las hojas secas que al caminar el grupo pisaba. De pronto el lugar se llenó de sombras, como si entraran a un túnel. Don Ismael les dijo – caminen rápido y no toquen nada–. Al rato estaban ya fuera de la cueva, continuaron el camino sin descanso.


Don Ismael, preguntó –¿Quién le ayudó al brujo anoche? –Una anciana– dijo Paulo y Mark a la vez. –Mi papá me contaba, que esa anciana es una joven que se perdió hace muchísimo tiempo, vino con un grupo de amigos para subir al cerro y en el camino de regreso se perdió, la buscaron por todos lados, hasta que abandonaron la búsqueda creyendo que el cerro la había encantado…


Julián apuró el paso, casi corría, Mark y Paulo hicieron lo mismo. Ernesto y José soltaron una burlona carcajada y Don Ismael con el mismo palo que venía arreando al burro los golpeó – avancen también ustedes, antes que el cerro se ponga bravo–.

Eran casi las diez de la mañana, en el pueblo corrió la noticia que el grupo estaba de vuelta, Xavier, Ana, Mily y Patty salieron al encuentro, se abrazaron llorando. 


Doña Luz les esperaba ahí afuera de la capilla con un rosario en la mano, se arrodilló y se persignó. Ernesto abrazó a su papá y le dijo – Pa’ el maestro me dio un mensaje para usted, vamos a la casa, allá le cuento–.

Don Ismael mirando al cerro también se persignó, se subió al burro y despidiéndose de los jóvenes visitantes emprendió el camino a su casa.


JOSE LUIS CARLIN RUIZ, 2024


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PARTE III
EL MONOLITO DEL CERRO PILAN: “ENCUENTRO CERCANO”
Por JOSÉ LUIS CARLIN RUIZ.

Han pasado ya, más de diez años desde la última vez que estuve en Solumbre, volví un día para grabar unos videos de Tondero con Gamaniel y la señora Julia. Al llegar, me acerqué a una tiendita para comprar agua y pregunté por Don Gerónimo. –Ya se nos fue Don Gerónimo, murió antes de la pandemia–. Lástima, me hubiera gustado despedirme de él, le dije a la señora. –Fíjese usted, Don Gerónimo antes de morir adivinó lo de la pandemia, le dijo a mi comadre, que algo bien feísimo nos iba a pasar a todos y también le dijo que se iba feliz porque ya había hecho todo lo que tenía que hacer en esta santa tierra. Me inquietaron esas palabras recordando todo lo que Don Gerónimo me había contado sobre el monolito en el cerro Pilán.
Al rato, me encontré con Don Ismael, lo saludé y me comentó que se iba para el Pilán, guiando a un grupo de jóvenes que venían hacer turismo. Justo llegaba una camioneta, de la que bajaron siete jóvenes, tres mujeres cuatro varones. – Ya llegaron, venga para presentárselos–. Nos acercamos y se fueron presentando uno a uno. Julián, Mark, Paulo, Xavier, Mili, Ana y Paty.
Mark, no dejaba de hacer preguntas, ni siquiera dejaba hablar a los demás, Paulo, no dejaba de tomar fotos, Mili y Ana estaban apresuradas por ir al encuentro del Pilán, Julián observaba con detenimiento el paisaje, mientras Xavier y Paty se encargaban de organizar el viaje.
Julián Paty y Xavier, venían desde Lima, invitados por sus amigos piuranos. Me llamó la atención, lo que traía Julián en su cuello, de una fina cadena colgaba un objeto de forma cuadrada, parecía hecho de cuarzo o de algún metal plateado, con filamentos de oro, más parecía un componente electrónico. ¬¬–Es un regalo de mi infancia, me da mucha suerte–¬. Me dijo, al notar que lo miraba con curiosidad. – ¡Mira! está más brillante que otras veces¬– Interrumpió Paty.
Julián Se alejó un poco del grupo, y se quedó parado en medio de la calle mirando para todos lados, una ancianita que estaba sentada frente a la capilla, se le acercó, lo miró detenidamente y le dijo con voz entrecortada. – ¬Me parece haberte visto antes–. Luego se fue caminando lenta y volviendo su mirada de vez en cuando. A Julián le pareció ver que la viejita tenía los ojos amarillos, volvió al grupo diciendo que había sentido la sensación de haber estado ya este lugar, como un “dejavú”. –Tú y tus misterios–. Bromeó Ana.
– ¿Quién es esa señora? – Pregunto Julián a Don Ismael, a lo que él respondió sin darle mucha importancia: –Es una viejita que a veces viene por aquí, como si buscara a alguien, se queda por horas frente a la capilla y luego se va, creo que es de Chulucanas.
Al rato partieron, Don Ismael jalaba un burro sobre el cual habían puesto gran parte de sus pertenecías, me despedí de ellos y los vi alejarse, con dirección a San José del Chorro, lo escuché a Don Ismael decirles que por esa ruta era más fácil subir al cerro, eran casi las diez de la mañana, el sol reinaba sobre la tierra. Julián iba atrás del grupo y Mark junto a Don Ismael, sin dejar de hacer preguntas. Por momentos, el canto de los chilalos y de algunas chiscas se mezclaban con el incesante parloteo de Mark.
Caminaron cerca a la orilla de la quebrada, hermosos y verdes árboles jóvenes les ofrecían su sombra. Ya habían caminado casi una hora. Julián no dejaba de mirar hacia atrás. – ¡Muchachos!, parece que alguien no sigue¬–. Paulo que iba con su cámara se detuvo para tomarle unas fotos. Tranquilo amigo, solo somos nosotros, ¡relájate! –Debe ser algún zorro que anda merodeando por aquí–, agregó Don Ismael.
Sin embargo Julián, había notado que detrás de él, la hojarasca se movía como si alguien efectivamente la pisara o de repente se movían algunas ramas de los árboles–Es el viento–, pensó. Sacó sus audífonos y se dispuso a escuchar música. El grupo se detuvo un rato para descansar. Don Ismael ató el burro a un tronco, luego todos se sentaron bajo la sombra de un frondoso y verde árbol, el paisaje era hermoso, se sentía una tranquilidad inigualable, a los lejos se podía ver la cima del Pilán; el bosque se abría ante ellos, Don Ismael se lucía explicándoles las diversas especies de árboles que abundan en el lugar mientras el olor suave a palo santo de vez en cuando llegaba hasta ellos, – miren, estos son charanes, acá hay hualtacos, por allá pasallos, también hay faiques, más arriba hay palo santo–, explicaba Don Ismael.
Luego de descansar un rato siguieron el camino. Antes de volver a partir, Paty revisó que nada se haya caído de las mochilas puestas sobre el burro. Por momentos Julián buscaba ponerse en el centro del grupo que a veces caminaban en fila india, sin dejar de mirar, cauteloso, a cada lado y de vez en cuando miraba hacia atrás.
Ya casi habían caminado dos horas Julián, iba tan absorto en sus pensamientos que ni cuenta se había dado que se estaba quedando atrás, escucho de pronto un ruido entre el monte, se detuvo, muy asustado, algo había ahí acechándolo, sintió un suave aleteo, ¬pensó que seguro era algún ave, percibió un olor a flores, a tierra húmeda y a hierba fresca, cuando levantó un poco la mirada, vio a un niño, rubio, muy blanco, sonriente, con hermosas y blancas alas que las movía suavemente, le extendió sus pequeñas manos como queriendo entregarle o quitarle algo, Julián estaba a punto de levantar su mano, atónito, cuando a lo lejos escucho su nombre –¡Julián! ¡Julián!, entonces emprendió una veloz carrera hasta llegar a donde estaba el resto, estaba pálido, bastante agitado, se sentó ahí en medio de todos. Mily y Ana corrieron a buscar en su mochila, le dieron a beber agua y las preguntas comenzaron, todos querían saber que le había pasado. Don Ismael, susurró. –es el cerro, tienes que ser fuerte muchacho, y no tengas miedo, el cerro te está aguaitando–. ¡No maestro!, no nos asuste se apuró en decir Paulo. – ¡Tonterías! Dijo Mily, son solo historias y Don Ismael se está bromeando.
Después de reponerse Julián se levantó. –Estoy bien dijo, solo es mi imaginación, sigamos–. El grupo continuó su marcha, el olor a palo santo se hacía cada vez más fuerte y el silencio también, solo se escuchaba el crujir de la hojarasca. En el camino pudieron ver huesos de animales, y hasta cráneos de vacas y de cabras. –son los tigrillos que siempre andan por acá, tengan cuidado– les dijo Don Ismael. Llegaron hasta un cerro más pequeño que el Pilán, el sol estaba justo encima de ellos. Desde ahí pudieron ver más de cerca al imponente Pilán. Paulo tomo unas fotos y se las mostró a Don Ismael. – ¿Ve esas grandes piedras? Pregunto Paulo. –Son los guardianes– contesto el guía.
Don Ismael les mostró el lugar y les señaló una cueva entre las rocas. –No se acerquen mucho a esa cueva-. Luego les explicó la ruta que debían seguir. – Bueno, hasta aquí los dejo. Suerte muchachos mañana los espero aquí mismo en este lugar, a esta misma hora ya estaré aquí–.
Los jóvenes aventureros le invitaron a que se quede con ellos un rato más y de paso aprovechaba para comer, bajaron la carga del burro que lucía muy cansado, sacaron algunos alimentos y se dispusieron a comer. Hablaron un poco sobre las historias que habían escuchado sobre el cerro. Don Ismael comía en silencio y les dijo –ver para creer, eso sí, tengan mucho cuidado, ellos cuidan muy bien al cerro–. Ana casi se ahoga cuando escucho a Don Ismael decir eso. – ¿Quiénes son ellos?, preguntó Xavier. –Los guardianes– respondió Don Ismael, levantando su mano en dirección al cerro y luego se echó la bendición.
Paulo, entonces le preguntó a Julián. – y a propósito, ¿Quién te regaló ese dije?, nunca he visto algo parecido¬–. Julián un poco orgulloso, dijo –es un regalo de mi abuelo Juanito–. Don Ismael dejó caer la cuchara con la que estaba comiendo. – ¿Juanito dijiste? Julián un poco confundido le contestó – Si, mi papá dice que mi abuelo era de acá del norte, pero que le tenía prohibido hablar de estos lugares, no sé por qué–. Don Ismael recogió y limpió la cuchara y le volvió a preguntar – ¿Y tu padre sabe que has venido a explorar el Pilán? – Todos lo miraban desconcertados a Don Ismael por las preguntas que hacía. Julián le respondió. – Bueno le dije que venía a las playas del norte con mis amigos, en realidad no sabe que estoy justo acá a punto de subir este famoso cerro–. Todos rieron, sin embargo Don Ismael se mostró turbado, quiso contar la antigua historia de Juanito, pero pensó que no era el momento.
Julián se levantó y se fue a un lado, ocultándose un poco de sus compañeras. El burro se inquietó dando señales de querer salir corriendo. – Sooooo, y que tuvo este burro– dijo Don Ismael. Al rato escucharon gritar a Julián, sus amigos fueron a verlo y lo encontraron asustadísimo mirando a la cueva – ¡ahí estaba!, ¡ahí, otra vez! –, sus amigos trataban de calmarlo pero él seguía gritando – ¡ese niño estaba ahí! entró a la cueva–. Don Ismael entonces corrió, se acercó con cuidado a la cueva y de pronto, algo se movió entre el monte, todos estaban asustadísimos, cuando una cabra grande y negra apareció de la nada y se fue corriendo. Todos retrocedieron, pero Don Ismael los calmó, – debe ser una cabra pérdida–.
Julián les pidió regresar. – Ya no quiero ir, mejor me regreso, sigan ustedes–. Pero Ana y Mily lo animaban a seguir con ellos- – Has venido desde Lima para nada, que miedoso eres. No pasa nada malo era solo una cabra–. Paty interrumpió –Eso te pasa por no dormir anoche–. Todos reían y bromeaban. Don Ismael hizo silencio y les dijo- – Ustedes dirán o se regresan o suben–. Xavier los animó a todos para seguir su viaje. – ya estamos acá, no nos vamos a regresar–.
Don Ismael sacó un rosario de su alforja y se lo dio a Julián, –toma hijo, porsiacaso. Julián entonces lo recibió rápidamente y se lo puso al cuello. Don Ismael puso sus manos sobre su cabeza y murmuró lo que parecía ser una oración.
Don Ismael tomó su burro que ya estaba más aliviado sin la carga y tomo el camino de regreso. El grupo continuó su camino, cuesta arriba. En el camino todo estaba tranquilo, a Julián se le veía animado, contento. Hasta ignoraba los restos de animales que en el camino encontraban, incluso los restos del cadáver de una ternera que parecía recién devorada. – ¿Cómo llegó hasta esta altura? – preguntó en voz alta Ana.
El olor a palo santo era cada vez más fuerte, el silencio se apoderaba del lugar y ante sus ojos se iban extendiendo los paisajes, a lo lejos se venían algunos pueblitos. Ya habían caminado más de dos horas, estaba muy cerca de llegar a la Cima. El sol jugaba a esconderse allá en el horizonte, se dispusieron a observar el ocaso, pero Frank los apuró, –subamos rápido antes de que nos gane la oscuridad–.
Al rato, los gritos de emoción de siete jóvenes rompían el silencio de la naciente noche. ¡Hemos llegado! ¡Sí!, !lo hicimos! Se abrazaron felices! Sacaron sus celulares y tomaron fotos en todas direcciones. Encendieron las linternas, sacaron sus casacas y abrigos, se aseguraron de tener todo lo necesario y se organizaron.
–Yo tendré el primer turno–, dijo Paulo tomando la escopeta que les había prestado Don Ismael. – Ten cuidado con eso– dijo Ana. Se sentaron en círculo con sus miradas alrededor, desde arriba se podían ver las luces de la ciudad. Luego, acostados sobre unas mantas pudieron ver como el inmenso cielo se llenaba de estrellas, parecían estar muy cerca de ellas, era mágico.
Jugaron a encontrar constelaciones, a mirar cada destello y tamaño de las estrellas, el aire era fresco y sintieron encontrarse cada uno consigo mismo. Se sentían tan llenos de energía, era una sensación indescriptible. La noche era tan silenciosa allá arriba, que parecían oír el susurro de las estrellas, en la lejanía una estrella fugaz surcó el cielo. Nuestros amigos exploradores sentían estar en medio de todo el universo. Que maravillosa experiencia.
Julián dijo entre risas y temeroso –Que mi papá nunca se entere que estuve aquí arriba– Luego se levantó triunfante levantando sus manos gritaba –¡Estoy aquiii! ¡Arriba! ¡En la cima del mundo!. Todos se levantaron eufóricos, levantando también sus manos y gritando, eran como niños. Xavi, saco su guitarra y empezó a afinarla, pusieron las linternas al centro como si fuera una fogata. Al rato allá en la cima del mágico Pilan, se escuchaba a un grupo de jóvenes tararear hermosas canciones, las risas, los gritos de júbilo y las bromas se alternaban con la guitarra.
Mark, saco de su mochila una botella, – ¿alguien quiere un trago? – Cuando no tu– le increpó Ana. –Brindemos por esta noche dijo Mark, Julián haznos el honor. Julián Un poco tímido les dijo. – No, no, no quiero beber. Paulo tomó la iniciativa y abrió la botella, ya eran casi las diez de la noche. Julián a la fuerza bebió un poco y se sintió algo mareado.
El tiempo pasaba rápido, era más de media noche, Mark, le dijo a Julián – ¡Hey! descansa que luego es tu turno de vigilar. Sin embargo Julián le respondió – ¿escuchaste?, siento que alguien viene. Mark burlándose le contesto. –Ya vas a empezar con tus alucinaciones, ¡relájate hombre!, ven tomate un trago más. Usando las linternas alumbraron alrededor, no había nada ni nadie.
Julián se acomodó entre sus compañeros que presas del cansancio y de los tragos ya dormían plácidamente. Al rato, Julián sintió un mano fría en su cuello, de un salto estuvo de pie, asustadísimo. Era Mark que lo estaba despertando. –Despierta hombre es tu turno de vigilar. –Cuanto he dormido preguntó Julián– Mark, haciendo un esfuerzo de seguir despierto le dijo –casi una hora, ahora es tu turno, te toca vigilar entregándole la escopeta y una linterna. –Toma, esta linterna está totalmente cargada.
Julián, se sentó sobre una piedra plana con la linterna encendida, sacó su celular y comenzó a revisar las fotos que Paulo le había compartido temprano. Al mirar las fotos que le tomó en el camino Julián notó que un bulto blanco estaba tras de él. Hizo un acercamiento en la foto y notó que ese bulto blanco tenía la apariencia de un niño pero su rostro era deforme. Se sobresaltó y pensó que mejor era borrar las fotos, luego saco un cigarrillo que consumió rápidamente y se aseguró de apagarlo bien. Quiso despertar a Mark pero este, estaba tan dormido que parecía un tronco, tomó el rosario con sus dos manos y empezó a orar.
Al rato, ya más relajado tomo algunas piedras para jugar, tirándolas en dirección norte. De pronto al lanzar con más fuerza una piedra, sintió que ésta había chocado con algo metálico, al instante vio dibujado en el vacío una enorme estructura metálica de forma rectangular sobre cuya superficie corrían como especie de rayos verdes y amarillos que destellaban y alumbraban todo el lugar, Julián dio traspiés cayendo de espaldas, la linterna se apagó, encendió el celular pero este no funcionaba, quiso gritar pero su voz parecía ahogarse en el aire. De pronto las luces ya no estaban, no había nada, las sombras invadieron el lugar y la linterna volvió a funcionar. –Debe ser los tragos, es solo mi imaginación– Se dijo a si mismo Julián. Miro a sus compañeros pero estos estaban tan dormidos que mejor pensó no despertarlos.
Sin embargo, quiso comprobar si había algo ahí frente al cerro, esta vez cogió la escopeta, apunto a la nada y disparó, miró a sus compañeros pero ellos no sintieron ningún ruido, entonces, ante los ojos de Julián, se volvió a dibujar aquella estructura metálica, parecida por su forma a un monolito, se mantuvo encendida por pocos segundos y desapareció, sin embargo por el lado oeste de aquella estructura apareció un objeto de luz roja incandescente, se movía muy rápido y se elevó perdiéndose en la inmensidad del cielo.
Ni se acababa de reponer del nuevo susto y ante él se reveló la imagen completa de ese monolito, era inmenso, algo nunca visto, eso era de otros mundos, tenía tres lados, pudo calcular su altura de casi trescientos metros, y cada lado al menos de unos setenta metros de ancho, su superficie de metal impenetrable reflejaba todo su alrededor y su potente luz que alternaba entre color amarillo y verde iluminaba todo el cerro, emitía pulsaciones que hacían vibrar la tierra bajo sus pies. Julián escuchó el ruido de puertas metálicas que se abrían. Tan magnífico y aterrador era ese espectáculo que Julián se había quedado boquiabierto sin pronunciar palabra, ni siquiera atinaba a despertar a sus compañeros, soltó la escopeta y quiso correr, pero sus pies parecían de roca, imposible moverse. En un abrir y cerrar de ojos otra vez ya no había nada.
Lo que había visto Julián era el monolito del cerro Pilán, del que solo algunos, habían tenido la buena o mala suerte de poder verlo desde que llegó y que durante el día, al reflejar y mimetizarse con el paisaje le daba la apariencia de un bloque inmenso de tierra y rocas.
Julián, sintió que ya podía moverse y corrió a esconderse en su bolsa de dormir, apretó los ojos diciéndose así mismo que todo era una pesadilla., pero de pronto, sintió que una mano fría y humedad tocaba su pierna, con todo el terror jamás vivido, abrió los ojos, frente a él había un ser vestido de blanco con apariencia de un niño, un agudo grito salió de su garganta, sin embargo sus amigos no escuchaban ni sentían nada. Julián estaba tan consciente y sus sentidos se agudizaron tanto que pudo escuchar allá abajo y muy lejos, el aullido de los perros.
Sintió que se elevaba sobre el suelo y al mirar bien el rostro de ese ser, notó que era una especie de reptil, ojos negros y grandes, miro sus manos y solo tenían cuatro dedos, su piel verdosa parecía tener escamas. Julián miro a su alrededor y todo estaba oscuro lo que hacía resaltar el color blanco y luminoso de lo que cubría a ese ser horrible. Miro al suelo dándose cuenta que al menos estaba a treinta centímetros de la tierra, Julián sintió que una mano humedad y fría apretaba su garganta, casi asfixiándolo, escuchó una voz gutural, el ser, le estaba hablando en una lengua totalmente desconocida, mientras Julián flotaba ese ser giraba a su alrededor si soltar su cuello, como examinándolo y buscando algo. Volvió a hablarle. Esta vez Julián le pareció entender lo que le decía, o al menos era su imaginación. Pero era imposible pronunciar palabra alguna, el terror se había apoderado de su cuerpo, de su conciencia, hasta se había mojado los pantalones, sin embargo Julián trató de interpretar aquellos sonidos, en su confusión, creyó escuchar algo como. –Estamos aquí– Julián agitaba sus brazos y sus piernas como queriendo bajar, y la voz gutural continuó –Lo que está debajo de tus pies nos pertenece ¡no mires al norte, ni al sur! ¡Si nos ves, te vigilaremos por siempre!
Julián no se había dado cuenta que ese objeto que llevaba desde niño en su cuello estaba brillando como si tuviera luz propia luego sintió que su cuerpo se movía y se elevaba cada vez más.
En ese mismo momento se escuchó la voz de Mark y de Paulo. – ¡Julián! ¡Julián!. Todos despertaron y pudieron ver entre la oscuridad a Julián casi al borde del precipicio, corrieron para sujetarlo logrando alcanzarlo, Julián entonces, se desvaneció en los brazos de sus compañeros.
Todos están desconcertados, aturdidos, trataban de reanimarlo, pero nada hacía reaccionar a Julián. El objeto que portaba Julián brillaba intensamente con luz verde y amarilla. Trataron de quitárselo pero éste quemaba.
De pronto y ante los ojos y asombro de todos, el cuerpo de Julián se elevó en los aires, el objeto se desprendió de su cuello y la cadena que lo sujetaba cayó al suelo, pero ese dije de forma extraña comenzó a girar alrededor de Julián, brillando intensamente, el objeto bajó y se hundió en la tierra, como si perteneciera a ese lugar. Olía a flores y a hierba fresca. Julián despertó y cayó pesadamente. Los miraba a todos, aterrado y trató de cubrirse el rostro con sus manos.––¡Somos nosotros Julián, tus amigos! ¡Julián! ¡Julián!. Ana y Mili lloraban desesperadamente pidiendo bajar de una vez, aun en la oscuridad de la noche. Mark, trato de calmarlas. Paul recorrió con una linterna por todo el rededor, pero no había nada, el silencio volvió a reinar, Julián permaneció callado y tembloroso. Eran casi las cuatro de la madrugada. Encendieron todas las linternas y empezaron a guardar todas sus pertenencias. Paulo disparó al aire con la escopeta. Una luz roja incandescente bajó rápidamente y se perdió frente a sus ojos en la nada, solo se escuchó como si una puerta metálica se cerrara.
A la primera luz del nuevo día, siete jóvenes descendían en absoluto silencio. Julián bajaba ayudándose de Mark y de Paulo, pues no podía sostenerse por sí mismo, tocó su pecho notando que su cadena ya no estaba. Ana lo abrazó diciéndole –Déjalo, ya todo terminó– Y continuaron su descenso el viento soplaba suave y el olor a palo santo se confundía con esa sensación de miedo e incertidumbre.
Mientras tanto en los pueblos cercanos como Franco, Solumbre, San José del Chorro, en Morropón y hasta en Chulucanas, corría la novedad de que en la noche anterior, habían caído rayos en el cerro Pilan.
Doña Margarita fue a buscar temprano a la vecina: –Que fella ha estau la noche comadre, el cerro ha estau bien bravo – La comadre salía con un rosario en la mano y persignándose –Si comadrita y los perros aullaban feísimo– ¿Qué habrá pasau?
Don Ismael al escuchar la noticia sin decir nada a nadie, cogió su burro, lo ensilló rápidamente y se fue al encuentro de los exploradores. Los encontró más allá de la cueva, venían casi corriendo. Julián venía pálido, apenas podía hablar, sin embargo con la voz entrecortada le preguntó a Don Ismael – ¿Cómo llegó eso hasta ahí? Don Ismael los miró a todos y respondió – ¿El monolito?, pues esa, es otra historia.
JOSE LUIS CARLIN RUIZ, 2023
Fotografía. Javier Morales Cabrera.

MI MORROPÓN QUERIDO

(RAMON DOMINGUEZ SAAVEDRA)

Yo no voy a morir

Porque dios santo

Me puso lo negro

Al lado de afuera

Y el corazón

Me lo ha pintado blanco,

Por eso

No quiere que me muera

Y si me muero

Morropón querido

Después de muerto

Escucharas mi canto

Bien sabes Morropón

Te quiero tanto

Qué aun ni muerto

Te echaré al olvido

Tú me diste la vida

Con tu tierra y Dios me ha dado

El cariño de tus gentes,

El sol que alumbra

En tu pradera

Y la luna

Que iluminas nuestras mentes….

ORDENANZA MUNICIPAL Nº 003 /2007/CMM

Ordenanza Municipal que establece la obligación de entonar el Himno del Distrito de Morropón en todos los actos públicos oficiales, así como también su entonación a través de las Radio emisoras locales todos los días domingos y feriados ...

DATOS IMPORTANTES

HABITANTES: 14,421 (SEGÚN CENSO 2007)

POBLACION URBANA: 65.3%

POBLACION RURAL: 34.7%

4,472 HAB. CONFORMAN EL PEA DISTRITAL

2,721 HAB. CONFORMAN EL PEA AGROPECUARIA

4,368 VIVIENDAS

16 CASERÍOS Y 06 AAHH CONFORMAN LAS UNIDADES SOCIALES, ADEMAS DE 4 NUEVAS UNIDADES VECINALES

AGRADECIMIENTO

Porque Morropón merece esto y mucho más, continúo trabajando para que tod@s puedan conocer lo maravilloso que es nuestro pueblo, con sus defectos y virtudes como antes he escrito, Morropón es un "pedacito de cielo".

Quiero reconocer y rendir tributo a Pedro Alvarado Merino, a quien considero mi mentor, el que sembró en mi ese interés por descubrir Morropón, su cultura y sus encantos, al Profesor Kiko Sánchez, con quien siempre compartimos y me permite aprender parte de sus conocimientos solo con el fin de dar a conocer a nuestra querida tierra.

Agradezco a tod@s por sus buenas críticas y comentarios, aportes y sugerencias, por su cariño a esta tierra, su baile, sus paisajes y gastronomía.

Agradezco por haber hecho de este blog el punto on line de encuentro para tod@s quienes realmente amamos y añoramos la tierra que nos ha visto nacer o crecer...



ESCRIBEN SOBRE EL PILAN:

CUENTOS DE PIURA – EL ENCANTO DEL CERRO PILAN.

ARGUMENTO

CARLOS ESPINOZA LEÓN


“El tema de la obra gira alrededor de unos campesinos criadores de cabras y el encanto del cerro PILAN, hechizo creado por los antiguos moradores y trasmitido de generación en generación.

De estas historias de encantamientos de manadas de cabras, burros y también de arrieros y mujeres que se les veía cantar y caminar por el cerro en noches de luna llena, tenía atemorizados y llenos de supersticiones a los campesinos que trataban de no acercarse al cerro maldito.

Un hijo de un criandero desaparece al atardecer en medio de la polvareda que se levantaba al recogerse el ganado después de haber pasteado, conmoviendo a los moradores los que creyeron que el cerro lo había encantado.

El niño fue recogido casi al anochecer por un arriero que pasaba al pueblo de Olmos, y ante la dificultad de entregarlo a su familia lo llevó a vivir con él.

Siendo adolescente huye del lugar y trabaja como peón cerca a su lugar de origen pasando por una serie de peripecias, hasta que obtiene la mayoría de edad y es levado para el servicio militar. Al retornar contrae matrimonio, siendo finalmente encontrado por sus abuelos y progenitores después de veinticuatro años.

Esta es una obra costumbrista en la que se pueden advertir el modo de ser y obrar de los campesinos, al mismo tiempo que su lenguaje tan propio y pintoresco. En el fondo hay una denuncia y una protesta en donde el autor hace gala de una serie de descripciones magníficas de su tierra y de metáforas sencillas, pero que tienen la virtud de despertar el interés del lector.

A MORROPON

De: Enrique López Albújar


¡Ah, morropón, gran Morropón!

pueblo con el alma suicida,

el arrozal te da la vida

y el arrozal es tu blasón.

Mientras te afanas por vivir

y te debates miserable,

una guadaña inexorable

te va segando el porvenir.

Tu mayor mal, no es el patrón,

ni la cosecha que se pierde,

pues peor que el hambre, cuando muerde,

es el pantano morropón.

El hombre, al fin, es un mortal,

la tierra, al fin, es reducible;

pero el pantano es impasible,

porque impasible es lo fatal.

Sigue labrando con ardor,

pero al labrar piensen tus mozos

que en cada charco de tus rozos

acecha un diablo destructor.

Si en otros tiempos el puñal

tiñó de sangre tu alegría

y en cada fiesta un muerto había,

hoy mata más el arrozal

De que le sirve al sembrador

sembrar la vida que de el fluye,

si hay una garra que destruye

lo que ha sembrado con amor.

De que le sirve velar fiel

la madre al hijo, si una tumba

es cada cuna mientras zumba

en torno de ella el anofel.

¡Ah, morropón, gran Morropón!,

haz un prodigio ante este azote

y pon en ver tu vida a flote

un poco mas de corazón.

Tu siempre fuiste vertical

en todo trance ante el Señor,

y solo como labrador

te doblegaste al arrozal.

Pon menos alma al placer

y más ensueño en la cabeza

deja, si quieres tu grandeza,

puñal y copa, arpa y mujer.

¡Ah, morropón, gran Morropón!,

no te envanezca tu blasón

piensa más bien que el arrozal

es tu pecado original,

que está pidiendo redención.

EL DISTRITO DE MORROPÓN EN LA MANCOMUNIDAD

El DISTRITO DE MORROPON, integra ahora espacios geográficos que comparten una misma, con un potencial productivo y actividades económicas similares.

Esto permite que Morropón al igual que muchos otros distritos puedan acceder a proyectos integrales que solucionan gran parte de su problemática.

LAS MANCOMUNIDADES QUE INTEGRA MORROPON son:

LA MANCOMUNIDAD DEL CORREDOR ANDINO CENTRAL: conformada por los siguientes distritos: PACAIMPAPA, FRIAS, SANTO DOMINGO, CHALACO, YAMANGO, SANTA CATALINA DE MOSSA Y MORROPON.

La siguiente es LA MANCOMUNIDAD VICUS ALTO PIURA, integrada por CHULUCANAS, MORROPON, LA MATANZA Y BUENOS AIRES.

Asimismo integra corredores económicos en los que se trabaja por ejemplo el tema de las cadenas productivas, como es el caso del CORREDOR ECONOMICO CENTRO SUR integrado por SAN JUAN DE BIGOTE, SALITRAL, BUENOS AIRES Y MORROPON.

También forma parte de la SUB CUENCA LA GALLEGA integrada por: SANTA CATALINA DE MOSSA, SANTO DOMINGO Y MORROPON

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BIBLIOGRAFÍA

Para la elaboración del presente blog se ha consultado libros como: "HISTORIA Y CULTURA DE MORROPON", del Prof. PEDRO ALVARADO MERINO; "VOCES Y LETRAS DE MORROPON", del Prof. JUSTO FEDERICO SANCHEZ CRUZ"; REVISTA REGIONAL "EN LA MIRA" y "MORROPON 2007, CONOZCA NUESTRA TIERRA", ambas de: JOSE LUIS CARLIN RUIZ.

MAPAS: Edin Sullón Aranda

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