PARTE III
EL MONOLITO DEL CERRO PILAN: “ENCUENTRO CERCANO”
Por JOSÉ LUIS CARLIN RUIZ.

Han pasado ya, más de diez años desde la última vez que estuve en Solumbre, volví un día para grabar unos videos de Tondero con Gamaniel y la señora Julia. Al llegar, me acerqué a una tiendita para comprar agua y pregunté por Don Gerónimo. –Ya se nos fue Don Gerónimo, murió antes de la pandemia–. Lástima, me hubiera gustado despedirme de él, le dije a la señora. –Fíjese usted, Don Gerónimo antes de morir adivinó lo de la pandemia, le dijo a mi comadre, que algo bien feísimo nos iba a pasar a todos y también le dijo que se iba feliz porque ya había hecho todo lo que tenía que hacer en esta santa tierra. Me inquietaron esas palabras recordando todo lo que Don Gerónimo me había contado sobre el monolito en el cerro Pilán.
Al rato, me encontré con Don Ismael, lo saludé y me comentó que se iba para el Pilán, guiando a un grupo de jóvenes que venían hacer turismo. Justo llegaba una camioneta, de la que bajaron siete jóvenes, tres mujeres cuatro varones. – Ya llegaron, venga para presentárselos–. Nos acercamos y se fueron presentando uno a uno. Julián, Mark, Paulo, Xavier, Mili, Ana y Paty.
Mark, no dejaba de hacer preguntas, ni siquiera dejaba hablar a los demás, Paulo, no dejaba de tomar fotos, Mili y Ana estaban apresuradas por ir al encuentro del Pilán, Julián observaba con detenimiento el paisaje, mientras Xavier y Paty se encargaban de organizar el viaje.
Julián Paty y Xavier, venían desde Lima, invitados por sus amigos piuranos. Me llamó la atención, lo que traía Julián en su cuello, de una fina cadena colgaba un objeto de forma cuadrada, parecía hecho de cuarzo o de algún metal plateado, con filamentos de oro, más parecía un componente electrónico. ¬¬–Es un regalo de mi infancia, me da mucha suerte–¬. Me dijo, al notar que lo miraba con curiosidad. – ¡Mira! está más brillante que otras veces¬– Interrumpió Paty.
Julián Se alejó un poco del grupo, y se quedó parado en medio de la calle mirando para todos lados, una ancianita que estaba sentada frente a la capilla, se le acercó, lo miró detenidamente y le dijo con voz entrecortada. – ¬Me parece haberte visto antes–. Luego se fue caminando lenta y volviendo su mirada de vez en cuando. A Julián le pareció ver que la viejita tenía los ojos amarillos, volvió al grupo diciendo que había sentido la sensación de haber estado ya este lugar, como un “dejavú”. –Tú y tus misterios–. Bromeó Ana.
– ¿Quién es esa señora? – Pregunto Julián a Don Ismael, a lo que él respondió sin darle mucha importancia: –Es una viejita que a veces viene por aquí, como si buscara a alguien, se queda por horas frente a la capilla y luego se va, creo que es de Chulucanas.
Al rato partieron, Don Ismael jalaba un burro sobre el cual habían puesto gran parte de sus pertenecías, me despedí de ellos y los vi alejarse, con dirección a San José del Chorro, lo escuché a Don Ismael decirles que por esa ruta era más fácil subir al cerro, eran casi las diez de la mañana, el sol reinaba sobre la tierra. Julián iba atrás del grupo y Mark junto a Don Ismael, sin dejar de hacer preguntas. Por momentos, el canto de los chilalos y de algunas chiscas se mezclaban con el incesante parloteo de Mark.
Caminaron cerca a la orilla de la quebrada, hermosos y verdes árboles jóvenes les ofrecían su sombra. Ya habían caminado casi una hora. Julián no dejaba de mirar hacia atrás. – ¡Muchachos!, parece que alguien no sigue¬–. Paulo que iba con su cámara se detuvo para tomarle unas fotos. Tranquilo amigo, solo somos nosotros, ¡relájate! –Debe ser algún zorro que anda merodeando por aquí–, agregó Don Ismael.
Sin embargo Julián, había notado que detrás de él, la hojarasca se movía como si alguien efectivamente la pisara o de repente se movían algunas ramas de los árboles–Es el viento–, pensó. Sacó sus audífonos y se dispuso a escuchar música. El grupo se detuvo un rato para descansar. Don Ismael ató el burro a un tronco, luego todos se sentaron bajo la sombra de un frondoso y verde árbol, el paisaje era hermoso, se sentía una tranquilidad inigualable, a los lejos se podía ver la cima del Pilán; el bosque se abría ante ellos, Don Ismael se lucía explicándoles las diversas especies de árboles que abundan en el lugar mientras el olor suave a palo santo de vez en cuando llegaba hasta ellos, – miren, estos son charanes, acá hay hualtacos, por allá pasallos, también hay faiques, más arriba hay palo santo–, explicaba Don Ismael.
Luego de descansar un rato siguieron el camino. Antes de volver a partir, Paty revisó que nada se haya caído de las mochilas puestas sobre el burro. Por momentos Julián buscaba ponerse en el centro del grupo que a veces caminaban en fila india, sin dejar de mirar, cauteloso, a cada lado y de vez en cuando miraba hacia atrás.
Ya casi habían caminado dos horas Julián, iba tan absorto en sus pensamientos que ni cuenta se había dado que se estaba quedando atrás, escucho de pronto un ruido entre el monte, se detuvo, muy asustado, algo había ahí acechándolo, sintió un suave aleteo, ¬pensó que seguro era algún ave, percibió un olor a flores, a tierra húmeda y a hierba fresca, cuando levantó un poco la mirada, vio a un niño, rubio, muy blanco, sonriente, con hermosas y blancas alas que las movía suavemente, le extendió sus pequeñas manos como queriendo entregarle o quitarle algo, Julián estaba a punto de levantar su mano, atónito, cuando a lo lejos escucho su nombre –¡Julián! ¡Julián!, entonces emprendió una veloz carrera hasta llegar a donde estaba el resto, estaba pálido, bastante agitado, se sentó ahí en medio de todos. Mily y Ana corrieron a buscar en su mochila, le dieron a beber agua y las preguntas comenzaron, todos querían saber que le había pasado. Don Ismael, susurró. –es el cerro, tienes que ser fuerte muchacho, y no tengas miedo, el cerro te está aguaitando–. ¡No maestro!, no nos asuste se apuró en decir Paulo. – ¡Tonterías! Dijo Mily, son solo historias y Don Ismael se está bromeando.
Después de reponerse Julián se levantó. –Estoy bien dijo, solo es mi imaginación, sigamos–. El grupo continuó su marcha, el olor a palo santo se hacía cada vez más fuerte y el silencio también, solo se escuchaba el crujir de la hojarasca. En el camino pudieron ver huesos de animales, y hasta cráneos de vacas y de cabras. –son los tigrillos que siempre andan por acá, tengan cuidado– les dijo Don Ismael. Llegaron hasta un cerro más pequeño que el Pilán, el sol estaba justo encima de ellos. Desde ahí pudieron ver más de cerca al imponente Pilán. Paulo tomo unas fotos y se las mostró a Don Ismael. – ¿Ve esas grandes piedras? Pregunto Paulo. –Son los guardianes– contesto el guía.
Don Ismael les mostró el lugar y les señaló una cueva entre las rocas. –No se acerquen mucho a esa cueva-. Luego les explicó la ruta que debían seguir. – Bueno, hasta aquí los dejo. Suerte muchachos mañana los espero aquí mismo en este lugar, a esta misma hora ya estaré aquí–.
Los jóvenes aventureros le invitaron a que se quede con ellos un rato más y de paso aprovechaba para comer, bajaron la carga del burro que lucía muy cansado, sacaron algunos alimentos y se dispusieron a comer. Hablaron un poco sobre las historias que habían escuchado sobre el cerro. Don Ismael comía en silencio y les dijo –ver para creer, eso sí, tengan mucho cuidado, ellos cuidan muy bien al cerro–. Ana casi se ahoga cuando escucho a Don Ismael decir eso. – ¿Quiénes son ellos?, preguntó Xavier. –Los guardianes– respondió Don Ismael, levantando su mano en dirección al cerro y luego se echó la bendición.
Paulo, entonces le preguntó a Julián. – y a propósito, ¿Quién te regaló ese dije?, nunca he visto algo parecido¬–. Julián un poco orgulloso, dijo –es un regalo de mi abuelo Juanito–. Don Ismael dejó caer la cuchara con la que estaba comiendo. – ¿Juanito dijiste? Julián un poco confundido le contestó – Si, mi papá dice que mi abuelo era de acá del norte, pero que le tenía prohibido hablar de estos lugares, no sé por qué–. Don Ismael recogió y limpió la cuchara y le volvió a preguntar – ¿Y tu padre sabe que has venido a explorar el Pilán? – Todos lo miraban desconcertados a Don Ismael por las preguntas que hacía. Julián le respondió. – Bueno le dije que venía a las playas del norte con mis amigos, en realidad no sabe que estoy justo acá a punto de subir este famoso cerro–. Todos rieron, sin embargo Don Ismael se mostró turbado, quiso contar la antigua historia de Juanito, pero pensó que no era el momento.
Julián se levantó y se fue a un lado, ocultándose un poco de sus compañeras. El burro se inquietó dando señales de querer salir corriendo. – Sooooo, y que tuvo este burro– dijo Don Ismael. Al rato escucharon gritar a Julián, sus amigos fueron a verlo y lo encontraron asustadísimo mirando a la cueva – ¡ahí estaba!, ¡ahí, otra vez! –, sus amigos trataban de calmarlo pero él seguía gritando – ¡ese niño estaba ahí! entró a la cueva–. Don Ismael entonces corrió, se acercó con cuidado a la cueva y de pronto, algo se movió entre el monte, todos estaban asustadísimos, cuando una cabra grande y negra apareció de la nada y se fue corriendo. Todos retrocedieron, pero Don Ismael los calmó, – debe ser una cabra pérdida–.
Julián les pidió regresar. – Ya no quiero ir, mejor me regreso, sigan ustedes–. Pero Ana y Mily lo animaban a seguir con ellos- – Has venido desde Lima para nada, que miedoso eres. No pasa nada malo era solo una cabra–. Paty interrumpió –Eso te pasa por no dormir anoche–. Todos reían y bromeaban. Don Ismael hizo silencio y les dijo- – Ustedes dirán o se regresan o suben–. Xavier los animó a todos para seguir su viaje. – ya estamos acá, no nos vamos a regresar–.
Don Ismael sacó un rosario de su alforja y se lo dio a Julián, –toma hijo, porsiacaso. Julián entonces lo recibió rápidamente y se lo puso al cuello. Don Ismael puso sus manos sobre su cabeza y murmuró lo que parecía ser una oración.
Don Ismael tomó su burro que ya estaba más aliviado sin la carga y tomo el camino de regreso. El grupo continuó su camino, cuesta arriba. En el camino todo estaba tranquilo, a Julián se le veía animado, contento. Hasta ignoraba los restos de animales que en el camino encontraban, incluso los restos del cadáver de una ternera que parecía recién devorada. – ¿Cómo llegó hasta esta altura? – preguntó en voz alta Ana.
El olor a palo santo era cada vez más fuerte, el silencio se apoderaba del lugar y ante sus ojos se iban extendiendo los paisajes, a lo lejos se venían algunos pueblitos. Ya habían caminado más de dos horas, estaba muy cerca de llegar a la Cima. El sol jugaba a esconderse allá en el horizonte, se dispusieron a observar el ocaso, pero Frank los apuró, –subamos rápido antes de que nos gane la oscuridad–.
Al rato, los gritos de emoción de siete jóvenes rompían el silencio de la naciente noche. ¡Hemos llegado! ¡Sí!, !lo hicimos! Se abrazaron felices! Sacaron sus celulares y tomaron fotos en todas direcciones. Encendieron las linternas, sacaron sus casacas y abrigos, se aseguraron de tener todo lo necesario y se organizaron.
–Yo tendré el primer turno–, dijo Paulo tomando la escopeta que les había prestado Don Ismael. – Ten cuidado con eso– dijo Ana. Se sentaron en círculo con sus miradas alrededor, desde arriba se podían ver las luces de la ciudad. Luego, acostados sobre unas mantas pudieron ver como el inmenso cielo se llenaba de estrellas, parecían estar muy cerca de ellas, era mágico.
Jugaron a encontrar constelaciones, a mirar cada destello y tamaño de las estrellas, el aire era fresco y sintieron encontrarse cada uno consigo mismo. Se sentían tan llenos de energía, era una sensación indescriptible. La noche era tan silenciosa allá arriba, que parecían oír el susurro de las estrellas, en la lejanía una estrella fugaz surcó el cielo. Nuestros amigos exploradores sentían estar en medio de todo el universo. Que maravillosa experiencia.
Julián dijo entre risas y temeroso –Que mi papá nunca se entere que estuve aquí arriba– Luego se levantó triunfante levantando sus manos gritaba –¡Estoy aquiii! ¡Arriba! ¡En la cima del mundo!. Todos se levantaron eufóricos, levantando también sus manos y gritando, eran como niños. Xavi, saco su guitarra y empezó a afinarla, pusieron las linternas al centro como si fuera una fogata. Al rato allá en la cima del mágico Pilan, se escuchaba a un grupo de jóvenes tararear hermosas canciones, las risas, los gritos de júbilo y las bromas se alternaban con la guitarra.
Mark, saco de su mochila una botella, – ¿alguien quiere un trago? – Cuando no tu– le increpó Ana. –Brindemos por esta noche dijo Mark, Julián haznos el honor. Julián Un poco tímido les dijo. – No, no, no quiero beber. Paulo tomó la iniciativa y abrió la botella, ya eran casi las diez de la noche. Julián a la fuerza bebió un poco y se sintió algo mareado.
El tiempo pasaba rápido, era más de media noche, Mark, le dijo a Julián – ¡Hey! descansa que luego es tu turno de vigilar. Sin embargo Julián le respondió – ¿escuchaste?, siento que alguien viene. Mark burlándose le contesto. –Ya vas a empezar con tus alucinaciones, ¡relájate hombre!, ven tomate un trago más. Usando las linternas alumbraron alrededor, no había nada ni nadie.
Julián se acomodó entre sus compañeros que presas del cansancio y de los tragos ya dormían plácidamente. Al rato, Julián sintió un mano fría en su cuello, de un salto estuvo de pie, asustadísimo. Era Mark que lo estaba despertando. –Despierta hombre es tu turno de vigilar. –Cuanto he dormido preguntó Julián– Mark, haciendo un esfuerzo de seguir despierto le dijo –casi una hora, ahora es tu turno, te toca vigilar entregándole la escopeta y una linterna. –Toma, esta linterna está totalmente cargada.
Julián, se sentó sobre una piedra plana con la linterna encendida, sacó su celular y comenzó a revisar las fotos que Paulo le había compartido temprano. Al mirar las fotos que le tomó en el camino Julián notó que un bulto blanco estaba tras de él. Hizo un acercamiento en la foto y notó que ese bulto blanco tenía la apariencia de un niño pero su rostro era deforme. Se sobresaltó y pensó que mejor era borrar las fotos, luego saco un cigarrillo que consumió rápidamente y se aseguró de apagarlo bien. Quiso despertar a Mark pero este, estaba tan dormido que parecía un tronco, tomó el rosario con sus dos manos y empezó a orar.
Al rato, ya más relajado tomo algunas piedras para jugar, tirándolas en dirección norte. De pronto al lanzar con más fuerza una piedra, sintió que ésta había chocado con algo metálico, al instante vio dibujado en el vacío una enorme estructura metálica de forma rectangular sobre cuya superficie corrían como especie de rayos verdes y amarillos que destellaban y alumbraban todo el lugar, Julián dio traspiés cayendo de espaldas, la linterna se apagó, encendió el celular pero este no funcionaba, quiso gritar pero su voz parecía ahogarse en el aire. De pronto las luces ya no estaban, no había nada, las sombras invadieron el lugar y la linterna volvió a funcionar. –Debe ser los tragos, es solo mi imaginación– Se dijo a si mismo Julián. Miro a sus compañeros pero estos estaban tan dormidos que mejor pensó no despertarlos.
Sin embargo, quiso comprobar si había algo ahí frente al cerro, esta vez cogió la escopeta, apunto a la nada y disparó, miró a sus compañeros pero ellos no sintieron ningún ruido, entonces, ante los ojos de Julián, se volvió a dibujar aquella estructura metálica, parecida por su forma a un monolito, se mantuvo encendida por pocos segundos y desapareció, sin embargo por el lado oeste de aquella estructura apareció un objeto de luz roja incandescente, se movía muy rápido y se elevó perdiéndose en la inmensidad del cielo.
Ni se acababa de reponer del nuevo susto y ante él se reveló la imagen completa de ese monolito, era inmenso, algo nunca visto, eso era de otros mundos, tenía tres lados, pudo calcular su altura de casi trescientos metros, y cada lado al menos de unos setenta metros de ancho, su superficie de metal impenetrable reflejaba todo su alrededor y su potente luz que alternaba entre color amarillo y verde iluminaba todo el cerro, emitía pulsaciones que hacían vibrar la tierra bajo sus pies. Julián escuchó el ruido de puertas metálicas que se abrían. Tan magnífico y aterrador era ese espectáculo que Julián se había quedado boquiabierto sin pronunciar palabra, ni siquiera atinaba a despertar a sus compañeros, soltó la escopeta y quiso correr, pero sus pies parecían de roca, imposible moverse. En un abrir y cerrar de ojos otra vez ya no había nada.
Lo que había visto Julián era el monolito del cerro Pilán, del que solo algunos, habían tenido la buena o mala suerte de poder verlo desde que llegó y que durante el día, al reflejar y mimetizarse con el paisaje le daba la apariencia de un bloque inmenso de tierra y rocas.
Julián, sintió que ya podía moverse y corrió a esconderse en su bolsa de dormir, apretó los ojos diciéndose así mismo que todo era una pesadilla., pero de pronto, sintió que una mano fría y humedad tocaba su pierna, con todo el terror jamás vivido, abrió los ojos, frente a él había un ser vestido de blanco con apariencia de un niño, un agudo grito salió de su garganta, sin embargo sus amigos no escuchaban ni sentían nada. Julián estaba tan consciente y sus sentidos se agudizaron tanto que pudo escuchar allá abajo y muy lejos, el aullido de los perros.
Sintió que se elevaba sobre el suelo y al mirar bien el rostro de ese ser, notó que era una especie de reptil, ojos negros y grandes, miro sus manos y solo tenían cuatro dedos, su piel verdosa parecía tener escamas. Julián miro a su alrededor y todo estaba oscuro lo que hacía resaltar el color blanco y luminoso de lo que cubría a ese ser horrible. Miro al suelo dándose cuenta que al menos estaba a treinta centímetros de la tierra, Julián sintió que una mano humedad y fría apretaba su garganta, casi asfixiándolo, escuchó una voz gutural, el ser, le estaba hablando en una lengua totalmente desconocida, mientras Julián flotaba ese ser giraba a su alrededor si soltar su cuello, como examinándolo y buscando algo. Volvió a hablarle. Esta vez Julián le pareció entender lo que le decía, o al menos era su imaginación. Pero era imposible pronunciar palabra alguna, el terror se había apoderado de su cuerpo, de su conciencia, hasta se había mojado los pantalones, sin embargo Julián trató de interpretar aquellos sonidos, en su confusión, creyó escuchar algo como. –Estamos aquí– Julián agitaba sus brazos y sus piernas como queriendo bajar, y la voz gutural continuó –Lo que está debajo de tus pies nos pertenece ¡no mires al norte, ni al sur! ¡Si nos ves, te vigilaremos por siempre!
Julián no se había dado cuenta que ese objeto que llevaba desde niño en su cuello estaba brillando como si tuviera luz propia luego sintió que su cuerpo se movía y se elevaba cada vez más.
En ese mismo momento se escuchó la voz de Mark y de Paulo. – ¡Julián! ¡Julián!. Todos despertaron y pudieron ver entre la oscuridad a Julián casi al borde del precipicio, corrieron para sujetarlo logrando alcanzarlo, Julián entonces, se desvaneció en los brazos de sus compañeros.
Todos están desconcertados, aturdidos, trataban de reanimarlo, pero nada hacía reaccionar a Julián. El objeto que portaba Julián brillaba intensamente con luz verde y amarilla. Trataron de quitárselo pero éste quemaba.
De pronto y ante los ojos y asombro de todos, el cuerpo de Julián se elevó en los aires, el objeto se desprendió de su cuello y la cadena que lo sujetaba cayó al suelo, pero ese dije de forma extraña comenzó a girar alrededor de Julián, brillando intensamente, el objeto bajó y se hundió en la tierra, como si perteneciera a ese lugar. Olía a flores y a hierba fresca. Julián despertó y cayó pesadamente. Los miraba a todos, aterrado y trató de cubrirse el rostro con sus manos.––¡Somos nosotros Julián, tus amigos! ¡Julián! ¡Julián!. Ana y Mili lloraban desesperadamente pidiendo bajar de una vez, aun en la oscuridad de la noche. Mark, trato de calmarlas. Paul recorrió con una linterna por todo el rededor, pero no había nada, el silencio volvió a reinar, Julián permaneció callado y tembloroso. Eran casi las cuatro de la madrugada. Encendieron todas las linternas y empezaron a guardar todas sus pertenencias. Paulo disparó al aire con la escopeta. Una luz roja incandescente bajó rápidamente y se perdió frente a sus ojos en la nada, solo se escuchó como si una puerta metálica se cerrara.
A la primera luz del nuevo día, siete jóvenes descendían en absoluto silencio. Julián bajaba ayudándose de Mark y de Paulo, pues no podía sostenerse por sí mismo, tocó su pecho notando que su cadena ya no estaba. Ana lo abrazó diciéndole –Déjalo, ya todo terminó– Y continuaron su descenso el viento soplaba suave y el olor a palo santo se confundía con esa sensación de miedo e incertidumbre.
Mientras tanto en los pueblos cercanos como Franco, Solumbre, San José del Chorro, en Morropón y hasta en Chulucanas, corría la novedad de que en la noche anterior, habían caído rayos en el cerro Pilan.
Doña Margarita fue a buscar temprano a la vecina: –Que fella ha estau la noche comadre, el cerro ha estau bien bravo – La comadre salía con un rosario en la mano y persignándose –Si comadrita y los perros aullaban feísimo– ¿Qué habrá pasau?
Don Ismael al escuchar la noticia sin decir nada a nadie, cogió su burro, lo ensilló rápidamente y se fue al encuentro de los exploradores. Los encontró más allá de la cueva, venían casi corriendo. Julián venía pálido, apenas podía hablar, sin embargo con la voz entrecortada le preguntó a Don Ismael – ¿Cómo llegó eso hasta ahí? Don Ismael los miró a todos y respondió – ¿El monolito?, pues esa, es otra historia.
JOSE LUIS CARLIN RUIZ, 2023
Fotografía. Javier Morales Cabrera.

 

II PARTE

EL MONOLITO DEL CERRO PILÁN: EL TEMPLO DE LO DESCONOCIDO

JOSE LUIS CARLIN RUIZ

Después de conocer la historia del monolito en el cerro Pilán, la intriga por las fotografías era cada vez mayor, ¿Que eran en realidad esas líneas que se reflejaron? Tiempo después regresé a Solumbre, en búsqueda de más información, sobre lo que haya podido suceder.


Era un sábado casi al medio día, justo por ahí venía Don Gerónimo, cabizbajo y con sus pasos más lentos que antes, me acerqué a saludarlo, me reconoció y en su rostro marcado por el tiempo se dibujó una sonrisa –Ah veo que usted si me creyó. Lo vi sentirse satisfecho, su mirada se clavó en el horizonte allá donde se asomaba el Pilán. –Algún día, ya muy pronto me iré y no me quiero llevar lo que conozco. –No creo, usted tiene para rato, le dije. Entonces saqué de mi mochila unas fotos impresas, fotos que tomó mi amigo Javier durante sus paseos. Se las mostré, las miró sorprendido y muy atento señaló un punto en la foto y sonriendo dijo – ahí están. ¿Así son los que usted ha visto salir del monolito?, le pregunté. Alzó la mirada al cielo y respondió: – Ver para creer.

¿Y qué fue de Juanito? –No ha vuelto nunca más, dicen que se casó y tiene ya su familia, tuvo mucha suerte de que no se lo llevaran, pero dicen que las pesadillas lo asaltan noche a noche.

¿Acaso a otros en serio se los llevaron? ¿Pero quienes? –Uuuuh , hay muchas historias, muchos secretos, dicen que el cerro Pilán esconde tesoros, riquezas, los esconde a ellos y ellos lo cuidan, ellos no dejan que cualquiera encuentre esos tesoros, son muy celosos, desde que llegaron, ellos te ven, te conocen, te vigilan, conocen tu corazón…Unos tienen suerte, a Don Serapio lo dejaron ir, pero se quedaron con su perro…

La curiosidad y el miedo se mezclaron, le alcancé una botella con agua refrescante, la bebió con avidez, miró hacia los costados y eligió una acera protegida por un ancho alar de tejas ennegrecidas por las lluvias y el tiempo, se sentó y lo seguí.

–Juanito tuvo mucha suerte de regresar, nunca se supo cómo logró salir de allí, del monolito, tal vez cuando lo quisieron llevar adentro se escapó, o tal vez no les sirvió…quien sabe.

Cada palabra estremecía mis pensamientos, pero quería saber que había pasado realmente. Entonces le interrumpí –pero ¿Quiénes?, ¿a donde lo llevaban?.

El continuó: –Hace algún tiempo venía por acá siempre un vendedor, cargaba con su plástico al hombro, pesado y lleno de ropa, venia de Chulucanas, por aquí pasaba vendiendo ropa, luego se iba pa’ Franco, la María que todo lo aguaitaba, ya le había dicho que cuando pase por el Pilán tenga cuidado, no vaya a ser cosa que lo encante el cerro.

Don García, no le hizo caso. –Tonterías, dijo, y siguió su camino, pero un día ya no se supo más de él. Recuerdo que los churres llegaron corriendo, asustados y gritando, salimos a ver lo qué pasaba y ellos contaron que en el camino frente al Pilán habían encontrado la ropa que vendía García, regada por todo el monte, en sus bolsas, intacta, nuevecita. Al siguiente día los churres andaban con ropa nueva, a unos les quedaban grandes las camisetas, pero los churres igual se las pusieron.

Y es que García al pasar una mañana por ahí camino a Franco, vio a lo lejos algo muy brillante, que atrajo su atención y se adentró en el bosque, el extraño objeto se volvía más brillante, de vez en cuando le perdía el rastro porque el monte lo ocultaba pero Don García seguía buscando, ya se había alejado buen trecho del camino pero ni cuenta se dio, parecía que estaba ya cerca del objeto pero éste estaba más lejos y más brillante, parecía inalcanzable, Don García debió volver, pero él siguió y siguió, de pronto un grito que estremecería al más valiente se escuchó. No se supo más de él. Se lo llevaron.

Un silencio sepulcral nos invadió y un viento frío cruzó casi haciendo volar el sombrero de junco de Don Gerónimo. A lo lejos se escuchaba el aullido de un perro. –Escuche, segurito están saliendo del monolito.

Fijé mi mirada hacia el Pilán pero no se vio nada extraño. –Ahí van me dijo, mire esos puntos brillantes. Me levanté y agudicé mi mirada pero nada, no podía ver más que el majestuoso Pilán.

Don Gerónimo continuó: –lo mismo le paso al hijo del “franqueño”. – ¿Cuál franqueño?, le pregunté, –uno que vendía miel, se iba hasta a Morropón, a veces caminando a veces en acémila, como a las tres o cuatro ya andaba por acá, a veces pasaba temprano y se iba hasta la Quebrada de las Damas, vendiendo miel y algarrobina.

Un día llegó por aquí, venia pálido el hombre, hasta tartamudeaba, Doña María que estaba en la puerta le ofreció agua, la María le hacía un montón de preguntas, pero el hombre ni podía decir nada. Hasta que se calmó y le contó que unos fantasmas lo habían perseguido, que eran bien feísimos, con ropa resplandeciente, tan resplandecientes que cegaban sus ojos y flotaban en el aire. –¡Ave María purísima!, que habrá sido eso, seguro almas en pena… lo bueno que no lo alcanzaron.

El “franqueño” seguía pálido, ya eran como las cinco de la tarde y decidió regresar. – ¿Seguro que quiere regresar solito?, –sí, si antes que oscurezca, respondió el “franqueño”. –si quiere quédese a dormir, se apresuró a decir la María. ¬no señito, que va a decir mi mujer que no he llegado, mas que es bien celosísima, gracias por el agüita, ya me regreso –que coste que le ofrecí a quedarse conmigo, digo, a quedarse a dormir. Dijo la María.

Se fue entonces el “franqueño” de regreso y al otro día ahí mismito corrió la noticia de su desaparición, encontraron las botellas de miel y algarrobina, cerca al camino, justito frente al cerro.

Yo lo miraba atónito, incrédulo. –Si no me cree vaya un día por Franco y pregunte, va a ver que no le estoy mintiendo, le juro por la Carmencita que así fue como pasó.

¿Qué pasó con el franqueño? ¿Desapareció como Don García? –Apareció como a los siete días, un sábado, lo encontraron sin ropa, todo flaco y desorientado, lo encontraron en medio de la quebrada, cuando se acercaron a él gritaba muy asustado, ¬– ¡no me toquen! ¡Déjenme! ¡Déjenme!...tenía unas extrañas marcas en la espalda, muy parecidas a las que encontró Juanito en su alforja ¿se acuerda de Juanito?, sí, claro que lo recuerdo.

–Cuentan que el “franqueño” , estuvo como dos semanas sin decir palabra alguna, permanecía sentado con la mirada fija en dirección al cerro, solo pedía agua y bebía y bebía agua, como si hubiera estado siete días en el desierto. Su mujer lo llevo a los curanderos, pero nada, seguía igualito. Le llenó el cuarto con estampitas y recipientes con agua bendita, pero nada de curarse. Un viernes de madrugada, dicen que se escuchó un grito aterrador, despertó a todo ser viviente que estuviera cerca, su mujer salió corriendo del cuarto, asustadísima, su hijo mayor corrió a su encuentro mientras el más chico se acurrucaba entre sus sábanas. – ¿Qué pasó mamá? ¿Qué pasó? Entraron al cuarto y ahí estaba el “franqueño” sentado al borde de la cama llorando, se levantó y abrazó a su mujer y a sus hijos, era como si hubiera recién despertado como si recién tomara conciencia. Esperó a que su hijo menor se durmiera y empezó a hablar.

Pidió agua y les contó –Recuerdo estar rumbo pa’ Solumbre una tarde, en el camino vi venir como a seis hombres, forasteros, cuando estuve más cerca de ellos, me miraban fijamente, pensé que me asaltarían, de pronto vi como los seis hombres se hacían dos, eran como demonios, sus pies escamosos y con garras, su ropa era blanca, brillante, lo único que hice fue empezar a correr y correr, hasta llegar al pueblo, no sé en qué momento dejaron de seguirme, solo sé que ya estaba allá en Solumbre. Cuando regresé ya era como las cinco de la tarde, venia rezando y sin mirar al cerro, a paso apurau, de pronto escuché cerquitita al camino el maullido de unos gatos chiquitos, pensé ¡carajo!, gente mala, como abandonaron por aquí a estos animalitos y entonces fui a buscarlos.

El “franqueño” continuó: –Me metí al monte y los maullidos de los gatitos se alejaban, pensé que los gatitos huían y apuré el paso, de pronto estaba en medio como de un jardín de flores blancas y amarillas, pero extrañamente brillaban como si fueran de metal, de oro, si de oro, de pronto no supe más de mí, desperté en un lugar desconocido, nunca en mi vida había visto algo así, había mucho oro, todo brillante… pero ellos estaban ahí, yo los vi, ellos cuidan ese tesoro. – ¿Quiénes? Interrumpió su mujer. –Ellos los que cuidan ese lugar. Hubo un prolongado silencio, afuera los perros ladraban y a lo lejos otros aullaban. El hijo mayor cogió un palo y salió a ver qué pasaba.

Al rato volvió, – ¿Qué fue hijo? Pregunto el “franqueño”. –Nada pá, no hay nada, pero sigue contando pá, donde está ese lugar. –No recuerdo más, solo recuerdo que ese lugar daba mucho miedo, y también recuerdo haber visto una grieta entre las rocas, no sé cómo logré salir de ese lugar, corrí corrí sin saber a dónde iba, luego ya no supe más…

El “franqueño”, miró por toda la habitación como si sintiera o buscara algo, miró a la ventana, se levantó y se aseguró que estuviera bien cerrada, luego se quedó dormido.

El mayor de sus hijos casi no durmió el resto de la noche, ¿que había de cierto en lo que les contó su padre? ¿Y si en realidad había oro? Ya lo había escuchado antes. Al amanecer se alistó y salió apresurado, fue hasta la casa del Alberto su amigo. La mujer del “franqueño” había entrado al cuarto de su hijo el menor, se asustó cuando vio en la sabana una marca como si fuera de una mano, pero con solo cuatro dedos. Asustadísima salió con la sabana en la mano, sin saber qué hacer. La metió en una bolsa y la colgó de un horcón ahí en el corral, pensando en llevarla en la noche donde su comadre pa’ que la sorteara.

Mientras tanto, Alberto, el amigo del hijo del “franqueño”, apenas despertaba, –Hombre que haces aquí tan temprano, ¿te votaron de tu casa o qué? –No, no, vengo a contarte lo que le sucedió a mi padre. Hablaron un buen rato. –Esas cosas yo también escuchau, debe ser cierto, el Pilán guarda tesoros, solo hay que saberlo buscar. El hijo del “franqueño” le brillaban los ojos –Pero y si nos encanta el cerro. Alberto entonces se levantó miró en dirección al cerro y dijo –el cerro exige su pago, hay que hacerlo antes de adentrarse en sus tierras. –pero ¿y cual será el pago? -no te preocupes de eso, yo me encargo -entonces ¿cuándo vamos?, preguntó el hijo del “franqueño”. –en un par de días, dijo Alberto.

Una noche antes de partir, el hijo del “franqueño” no podía dormir y salió al corral, se paseaba de un lado a otro, inquieto. Su mamá lo sintió, se levantó y le pregunto qué es lo que pasaba. –Nada má, mañana me voy con el Alberto por ahí a andar. –pero mijo, no vayas por el cerro, no ves lo que le paso a tu papá. –No te preocupes má Alberto conoce bien esos caminos. Su madre se fue a dormir y el hijo del “franqueño” se quedó ahí mirando a la lejanía, de pronto vio una luz fuerte, como de un relámpago que caía sobre el Pilán o al menos cerca, era una luz verde, eran como las tres de la madrugada, los perros aullaban. Le entró miedo pero su mente estaba fija en otras cosas.

Al siguiente día partió con el Alberto rumbo al cerro, cada uno en su burro, el Alberto llevaba su escopeta, terco el muchacho, si le hubiera hecho caso a su madre. A lo lejos se escucharon disparos…Ya han pasau muchos años y nunca se supo nada de ellos, los burros regresaron solos, con el fiambre en las alforjas. Se los llevaron como a los demás.

Dicen que el “franqueño”, todos los días salía a buscarlos por los alrededores, no se atrevía a buscar en el mismito cerro, tenía la esperanza de que su hijo volviera como él lo hizo.

La gente dice que los encantó el cerro, algunos aseguran haber visto huellas de personas que suben y bajan del cerro, creen que son de los desaparecidos que no encuentran el camino pa´ regresar, otros dicen que en la entrada de una cueva hay unos sacos con oro, seguro que el Alberto y el hijo del “franqueño” están adentro buscando y sacando más tesoros, pero eso sí, ellos, los del monolito, no dejan que nadie se traiga ese oro, nadie. Otros dicen que cuando se acercan a las cuevas se escuchan voces, susurros, llantos y lamentos, esos ruidos viene de bien adentro, deben ser los desaparecidos…

El “franqueño” estaba segurísimo que su hijo y su amigo estaban vivos ahí adentro en ese lugar terrible, o a lo mejor dentro del monolito, quién sabe? Vivió sus últimos años con ese miedo, miedo de no volver a ver jamás a su hijo. –Como así Don Gerónimo, le pregunte. –El “franqueño” estuvo adentro, vio todo. Cuando su mente estaba lucida, él contaba cosas.

Decía que estuvo en un lugar, todo de oro, que había muchos de ellos, estaban vestidos todos de blanco, un blanco muy resplandeciente, entraban y salían atravesando las paredes de tierra y rocas, otros lo hacían por unas grietas entre las mismas rocas, a veces llegaban con un humano, a veces los sacaban. Cada vez que recordaba esta parte lloraba como un niño. ¿Qué cosas terribles habrá visto el franqueño? Contaba que esos seres, flotaban, nunca debían mirarlos a la cara, sus rostros horribles, con ojos negros grandes y brillantes, unos tenían el tamaño de niños, otros de adultos, solo tenían cuatro dedos y su piel era verde y escamosa, adentro huele como a hierbas y flores. Había un salón grandazo, donde se reunían todos, entraban como en procesión, en el centro una gran bola de fuego a veces amarilla a veces verde. Giraban alrededor de esa bola de fuego, se escuchaba a veces sonidos como de campanas, como golpes de metal.

Su mujer pensaba que estaba loco y la gente que lo escuchaba también. – Pobrecito el “franqueño”, el cerro lo ha dejau encantau, decía la gente que lo conocía. Abandonó el negocio de la miel, pero el siempre aseguraba que todo era cierto. Su mujer lo seguía llevando a los curanderos, pero el estaba convencido que todo era verdad.

Se sentaba en su corral, y repetía que en las entrañas del Pilán vivían ellos, decía: –ahí debajo de la tierra y de las rocas está un gran templo, revestido de oro, custodiado por ellos, un lugar que nadie entendería. Decía que era el templo de lo desconocido y que seguro algún día alguien lo encontrarían.

Tiempo después el “franqueño” murió, murió sin volver a ver a su hijo. Su mujer se sumió en la tristeza y solo vivió para el único hijo que le quedó.

¿Será cierto todo eso Don Gerónimo?, lo interrumpí, me volvió a repetir. –Ver para creer hijo, ver para creer. Luego me pidió que le regale las fotos. Se despidió y se fue caminado lento, muy lento, rumbo a la capilla. –Ya llegó el cura, me voy a escuchar la misa, pa`que la Carmencita me cuide siempre.

 

José Luis Carlin Ruiz, 2023

 

Fotografías tomadas en Morropón por Javier Morales Cabrera



 EL MONOLITO DEL CERRO PILAN, LOS DESAPARECIDOS

CUENTO
JOSE LUIS CARLIN RUIZ.

Fue hace muchos años, en una de esas salidas a Solumbre, nos detuvimos en el camino y bajé para tomar unas fotografías al majestuoso cerro Pilán, el sol estaba en lo alto, implacable, radiante, el Pilán aún conservaba el verdor por las lluvias del verano, y su forma resaltaba en el azul del cielo, tomé las fotografías y volví a subir al vehículo.
Ya en Solumbre, mientras descansaba, revisé las fotos y observé en una de ellas una tenue línea vertical que se mimetizaba con el cerro, pensé que era efecto de la luz o por la cámara, me puse de pie y me puse a observar el paisaje, desde ahí se observaba clarito la cima del Pilan, se me acercó un poblador, puso su mano sobre mi hombro – que milagro por aquí- me habló.

Su rostro quemado por el sol, sus pasos algo lentos por el paso del tiempo, un sombrero de junco nuevecito lo protegía del sol. Avanzó unos pasos y me siguió hablando: -¿Usted alcanza a ver el monolito? - ¿Cuál monolito? le contesté algo extrañado, – muy pocos tienen la suerte de alcanzarlo a ver, es difícil divisarlo, se confunde con el paisaje, si el cerro está verde su color es verde, si el monte está seco, el monolito se pone del mismo color, es como un camaleón y jamás toca el suelo… La verdad, yo no comprendía nada, pensé que por su edad estaba diciendo cosas sin sentido. Saqué la cámara y volví a tomar algunas fotos más.
Tiempo después volví a Solumbre y mientras descansaba sobre una acera se me acercó el mismo anciano de la vez anterior – que bueno tenerlo por acá-. Lo saludé amablemente y le pregunte como había estado. –Ayer vi el monolito, la gente no me cree, pero le juro que ayer mismito lo he visto, verde como el bosque, ayer cuando volvía con las vacas, se me hizo tardísimo ya casi oscurecía y lloviznaba un poco, de pronto se abrió una ventana del monolito, estaba como suspendida en el aire, cuadradita, con una luz blanca muy brillante, con dirección pa’ donde se oculta el sol, me froté los ojos, para asegurarme que no estaba alucinando, pero “patentito” estaba ahí y se cerró rápidamente.
Lo mire extrañado y sonreí, ¡que ya! , le dije, -le juro por la Carmencita que la vi clarísimo, oiga ve, le voy a contar, acá no me creen. Hice como si le prestara atención y él se sentó comenzando su narración:
-Me lo contó mi apá cuando yo era joven, él me dijo que tenga cuidado, que el cerro Pilán estaba “encantao”, salen luces de noche, deber ser las almas en pena, que deambulan por el cerro, seguro son las ánimas que mataron los bandoleros. –hijo, esas luces salen de la nada, en lo oscuro de la noche y se mueven rapidísimo. Pero eso no es nada con lo que ahora mismito le voy a contar: -Mi apá me dijo que un día Juanito, el hijo de Don Pedro, mi padrino, andaba “rejuntando” las cabras, una se había herido la pata y no podía andar, se había quedado ahí tirada por las faldas del cerro, los gallinazos daban vueltas en círculo en el cielo, esperando para bajar y comérsela, pero seguro que el hambre de los gallinazos era fuerte, uno bajó, pero entonces Juanito, sacó su jebe, recogió una piedra del suelo y le apuntó al gallinazo que sigiloso iba bajando, disparó con toda su fuerza, pero de pronto un ruido fuertísimo, como de una campana, se escuchó por todo el lugar, era como si la piedra hubiera chocado en algún metal, los gallinazos se espantaron, la cabra se paró como si no tuviera nada y Juanito salió “disparao” atrás de ella. Cuando llegó donde mi padrino, tenía los ojos bien abiertos y apenas podía hablar. –Que tienes carajo!, churre que me asustas, ¡háblame mijo! –papá, papá, ¡lo vi! lo vi allá en el cerro!.- que viste mijo, ahora voy a tener que llevarte donde la comadre pa’ que te santigüe, mira cómo estás de pálido, toma un poco de agua.
Juanito seguía gritando ¡lo vi papá! ¡lo vi! su papá lo abrazó fuertísimo hasta que Juanito se fue tranquilizando, luego mi padrino le preguntó que le había pasado –pá era grandazazo , todo plateado bien brillante, sonó durísimo, como si fuera una campana gigante… -pero que era mijo, no te entiendo nada- le respondió mi padrino. –en el cerro pa’, es como una torre de lata “grandaza”. -Es que pa’ los gallinazos se quería comer a la cabra que se quebró la pata temprano, entonces pa’, usted sabe que tengo buena puntería, y le tire una piedra al gallinazo pero de pronto fue como si la piedra chocara en el aire con algo, Acaso tu no escuchaste pa?. –Es el encanto del Pilan, mijo, menos mal que corriste duro y no te alcanzó – Si pa’ corrí durísimo y lo extraño era que el suelo parecía tener corriente, picaban los pies pa’. –Seguro que eran las animas mijo que te querían coger, menos mal que corriste, ya te he dicho no te acerques mucho por ese “lau” del cerro.
Al anochecer Juanito no podía dormir, sentía que los pies le ardían. Se levantó y encendió el candil para poder mirar sus pies, lo extraño era que no tenía nada, pero Juanito sentía que le hormigueaban. Su papá se despertó y lo fue a ver, eran como las tres de la madrugada. –Mijo, que tienes- Juanito un poco asustado respondió: -Me queman los pies pa’. –Pero no tienes nada, seguro es por lo del susto y como corriste mucho. De pronto Juanito se desmayó.-¡Carajo que tuvo el muchacho! Seguro el cerro me lo ha “encantau”, tendré que llevarlo rapidito donde mi comadre pa’ que lo santigüe.
A esa hora cogió la alforja, cargó como pudo a Juanito y se dispuso a salir, pero Juanito despertó de pronto –adónde vamos pá-. Su papa lloroso le dijo – Te llevo donde tu madrina pa’ que te santigüe y así te salga el susto. Juanito no quería ir, pensaba que su papá exageraba. –toma mijo, lleva tú la escopeta por si algún bandido nos quiera asaltar y toma también este Cristo, por si se nos crucen las ánimas. Juanito mas asustado estaba por lo que su papá le decía que por lo que le pasó en el cerro.
Salieron con rumbo a la casa de la comadre que quedaba allá arriba camino al Porvenir, tocaron la puerta y adentro se escuchó una voz muy asustada – ¡Ave María purísima¡!¡fuera almas de mi casa! ¡Fuera que todavía estoy bien vivita! ¡Líbrame Señor de todo mal! –Comadre si soy yo el Pedro, ¡abranos la puerta! Se escuchó entonces que movían palos y sillas. –Ay compadre y que hace usted a esta hora viniéndome a ver, que dirán los vecinos. –Comadre déjese de cojudeces y abra rápido mire que aquí vengo con el Juanito pa’ que me le saque el susto, creo que el cerro me lo ha “encantau”. -¡Santísima Virgen del Carmen! , dijo la comadre.
Entonces Juanito se acostó sobre una vieja tarima, mientras la comadre lo empezó a frotar con una hierbas, sacó una botella de un morral bebió un poco de ese líquido y lo empezó a escupir, mientras murmuraba algunas palabras que no se le entendían. Juanito se tapaba la cara para que no le caiga ese líquido frío. –Ay compadre que “fello” susto que ha tenido el muchacho, hasta lo brazos me duelen. Quédense a dormir aquí y mañana temprano se lo lleva bien “arropau” pa’ que no lo vean las ánimas.
Al amanecer Don Pedro y su hijo salieron de la casa de Doña Cristina. –no mires pal cerro mijo, te vayan a alcanzar otra vez las almas.
Pasaron los días y Juanito seguía con su vida normal. Una noche, de esas silenciosas y bien estrelladas todos se fueron a dormir como de costumbre, tempranito, a lo lejos se escuchaban a los perros aullar, Don Pedro se persignó – Ave María purísima, los perros están aullando ¿que estarán viendo? Apagó rápidamente el candil y se acostó.
Al rato, en el corral las gallinas cacareaban asustadas, unos perros ladraban mientras otros aullaban, entonces hubo un absoluto silencio. Juanito que estaba profundamente dormido, de pronto se despertó, "patentito" sintió una mano fría que cogia sus pies, algo o alguien más estaba en la habitación, de un salto se levantó y estaba ahí junto a su cama, con su mirada fija a la ventana, se acercó a ella y corrió la vieja sábana que servía de cortina, se asomó y a lo lejos podía ver dibujada la silueta del Pilan en medio de la noche. Su mirada desorbitada y fija en el cerro, de pronto, su rostro se iluminó como si un relámpago hubiera destellado en la tranquila noche. Juanito balbuceó, quería gritar, pero su voz no lograba salir de la garganta, ni siquiera podía moverse, estaba paralizado y sus manos crispadas, cuando reaccionó retrocedió torpemente chocando con un viejo escritorio de madera dejado caer algunas cosas, la bulla despertó a su papá, quien rápidamente encendió el candil y corrió al cuarto de Juanito. – ¡qué pasó mijo!, que haces despierto a esta hora.
Juanito se sentó en su cama aun con la mirada perdida –lo volví a ver pa’ estaba ahí. Don Pedro se echó la bendición –Virgen Del Carmen sáname al muchacho. Pero Juanito seguía repitiendo – Lo vi pa’ es grandazo, es como una torre de lata gigantesca y brillante. Don Pedro lo abrazó y le dijo –Recuéstate mijo, estas delirando, seguro tuviste pesadillas por comer mucho y muy tarde. –Quédate a dormir conmigo pá seguro ellos me andan buscando. Mi padrino “peló los ojos” y se dijo pa’ si mismo –creo que mijo se está volviendo loco. Se quedó a dormir ahí junto a Juanito, que no dejaba de temblar.
Al día siguiente Juanito se levantó tranquilo, como si no hubiera pasado nada, pero su papá estaba muy preocupado. – ¡Juanito!, lo llamó, –cámbiate de ropa, nos vamos pa’ Morropón a visitar al doctor. – Para que pá, si yo estoy bien.
Eran como las ocho de la mañana Don Pedro ensilló los burros y se fueron a Morropón. En el camino, Don Pedro iba pensativo con la mirada en el horizonte ni se percataba que su hijo le iba hablando. –¿Que tienes pa’?, hace rato que te hablo y ni me asuntas. –Nada mijo, nada.
Cuando llegaron a Morropón, fueron donde el doctor. – ¡Mi viejo amigo! ¿Cómo está usted Don Pedro? ¿Que lo trae por aquí?, ¡qué grande que está ya su hijo! Don Pedro sin mucho entusiasmo le extendió la mano y sin contestar prácticamente el saludo le dijo- Examíneme al muchacho doctor, anda medio mal…
Al rato, después de haber revisado minuciosamente al muchacho el Doctor le dice –No se preocupe amigo, su hijo está muy bien, solo que esta en la “edad del desarrollo”, cómprele estas vitaminas y deje que se distraiga el muchacho, va a ver como en pocos días todo va a estar bien, –está bien doctorcito, haré lo que usted me diga.
Días van, días vienen, parecía que Don Pedro y Juanito ya se habían olvidado de todo, los muchachos del pueblo de burlaban de Juanito cuando este les contaba lo que había sucedido en el cerro. Pero un día de esos, un anciano se le acercó a Juanito y le dijo: –Yo si te creo muchacho, yo también he visto la torre de lata, es el monolito, no te acerques a ese lugar cualquier día te van a llevar.
Juanito asustadísimo retrocedió preguntado – ¿Quién me puede llevar Don Paco? ¿Quién? –ellos te están vigilando Juanito, porque tú los has visto…
Juanito salió despavorido hasta llegar a su casa y contarle a su padre. –no le hagas caso mijo, por su edad Don Paco ya no sabe lo que dice. Aunque en el fondo Don Pedro se quedó bien preocupado.
Era un sábado de octubre, Don Pedro amaneció con dolor en todo el cuerpo sin ganas de levantarse, llamó a Juanito y le pidió que vaya hasta Morropón a comprar medicina y de paso le lleve una alforja llena de limones y yucas para el Doctor. Sacó una vieja receta de una bolsa de tela y le dio algo de dinero. Juanito salió rápido arreando al burro: –Arre burro, arre…. Pero en el camino Doña María que todo estaba “aguaitando”, lo llamó. – Ay Juanito no “sellas malito”, tráeme por ahí estas cositas. – No Doña María voy con prisa mi pa’ amaneció malito. –no seas malo mijo yo te cuido a tu papá mientras. Juanito a regañadientes acepto y frenó al burro. Doña María le dio un papel doblado –Ahí va el dinero y la lista de las cosas que necesito, si sobra vuelto te lo coges. Juanito se sonrió –Que va Doña María usted es bien “retacaña”, la vez pasada yo tuve que ponerle de mi plata pa’ lo que le faltaba. Juanito se metió el papel al bolsillo del pantalón y arreó al burro para seguir su viaje.
Ya en el camino Juanito sintió que algo se le cayó del pantalón, era la lista y el dinero de Doña María, frenó el burro y se bajó a recogerlo, ni cuenta se había dado que estaba justito frente al Pilán, entonces, cuando levantó la mirada se asustó y el burro se inquietó. – ¡Quieto burro!, ágilmente cogió la soga y se aseguró que el burro no se escapara.
Juanito recordó entonces todo lo que le había pasado y lo que le había dicho Don Paco, su corazón latía fuerte y sus manos temblorosas sudaban. Se alistó para subir al burro, pero sentía que el cerro lo llamaba. Lo ganó la curiosidad, amarró al burro entre unos matorrales y llenándose de valentía se adentró en el monte con dirección al cerro, ya había pasado como media hora y justo al llegar a un descampado cogió su jebe, saco una piedra de su morral y se alistó para disparar, estaba tembloroso, bajó los brazos y pensó en volver pero ya estaba ahí y se dijo asimismo – no hay nada, solo ha sido mi imaginación y se dispuso a volver.
Entonces como si una fuerza lo obligara, volvió a levantar los brazos apuntó a la nada y disparó, un fuerte sonido metálico se escuchó, las aves volaron y Juanito asustado quiso correr pero una fuerte luz invadió el lugar, una luz enceguecedora, Juanito sentía que el sonido retumbaba en sus oídos, parecía que flotaba, abrió los ojazos y a su alrededor solo vio luces amarillas fuertísimas, sentía un extraño olor, como a hierbas, a flores, escuchaba susurros , palabras desconocidas, trato de prestar atención y logró ver tres bultos como si fueran personas, pareció verles el rostro, eran horribles, una en cada una de las tres esquinas, su piel se erizaba y sentía que unas manos frías lo tocaban, le tocaban las piernas, los brazos, el rostro, estaba aterrado, quería gritar y no podía, sintió elevarse cada vez más alto y mientras subía las luces se tornaban verdes , muy brillantes, escuchaba murmullos y voces extrañas, cuando sintió estar en lo más alto vio que todo era oscuro a su alrededor, y tan pronto aparecieron ante el miles de estrellas, como si estuviera en el espacio, las estrellas comenzaron a girar vertiginosamente, entonces empezó a sentir que caía rápidamente desde muy alto, quería gritar y no podía, de pronto despertó en medio del bosque, tembloroso, asustado, un grito ahogado salía de sus garganta, luego vomitó. Ya había anochecido, a lo lejos escuchaba su nombre. Poco después lo encontraron inconsciente.
Al siguiente día, Juanito despertó en su cama, asustadísimo, Estaba ahí su papá, Doña Cristina escupiéndole brebajes, Doña María echándole agua bendita y otros vecinos mirándole y haciéndole mil preguntas. Doña María, se persignaba y decía – Ave maría purísima que bien chismosos que son ustedes, vayan, vayan a sus casas, más tarde yo les cuento toditito lo que pasó.
Juanito ya consciente, abrazó a su papa y quiso contarle lo que le había pasado. –Descansa hijo descansa, ya luego conversamos, pero Doña María interrumpió: –Oye Juanito y el encargo que te di. Juanito se metió la mano al bolsillo y saco el papel doblado. Doña María lo abrió para asegurarse de que estaba el dinero completito. Al abrir el papel notó que había una mancha como la huella de una mano, pero lo extraño que solo había cuatro dedos. –¡Santísima Virgen del Carmen!, muchacho que te has puesto a jugar con mi encargo, mira cómo has manchado el papel.
Juanito se levantó sin decir nada y se fue al corral, ahí estaba su burro, luego fue a buscar su alforja y noto que tenía la misma huella del papel de Doña María, no salía de su asombro cuando corrió la novedad que Don Paco estaba agonizando, Juanito salió corriendo con la esperanza de encontrarlo con vida. Al llegar Don Paco lo miró fijamente, y con dificultad le pidió que se acercara, Juanito se agachó un poco y Don Paco le dijo- Yo también estuve allí y como tú, tuve suerte de regresar, a otros se los llevaron.
Después de decirle esto falleció. Juanito salió de ahí y regresó a su casa taciturno, confundido. Su padre salió a recibirlo y muy alegre le gritó – Apúrate mijo que tenemos visita, mira quien llegó. Había llegado su hermano mayor que vivía en la capital, enterado de todo, había llegado al pueblo para llevárselos.
La gente decía que a Juanito el cerro lo había querido encantar, pero como su papá lo había “encomendau” a la Virgen, el cerro Pilan no se lo pudo llevar, pero le digo amigo, no es el cerro Pilan, el que se lleva a la gente, son ellos, los del monolito, si, ellos, yo he visto como salen esas luces y se van hasta el Cerro de la Cruz allá en Morropón, dicen que también llegan hasta el Maray, seguro andan vigilando, se van y vienen rapidito, se abren esas ventanas y se ocultan.
Yo, estaba perplejo, después de escuchar la historia, saque la cámara y revise otra vez las fotos, sobre todo esa foto donde se veía la línea sobre el cerro, se la quise mostrar al anciano, pero cuando me di cuenta ya iba allá, rumbo a la capilla, lo seguí con la mirada y vi cómo se arrodillaba frente a la puerta y se echó la bendición, seguro encomendándose para que no se lo lleven.
La cosa ahora era para regresar, me subí a la camioneta y les dije, cuando pasen por el Pilan, aceleren, y pues ya en el camino me hice el dormido, pero el cerro llama y no me resistí a mirarlo. No sé porque me sentí algo más tranquilo y me dije a mi mismo, cuento es cuento, entonces tomé la cámara y tome un par de fotos, al mirarlas, otra vez ahí estaba, ya no una sino hasta tres líneas, justo en la mitad del paisaje.
José Luis Carlin Ruiz 2023.

MI MORROPÓN QUERIDO

(RAMON DOMINGUEZ SAAVEDRA)

Yo no voy a morir

Porque dios santo

Me puso lo negro

Al lado de afuera

Y el corazón

Me lo ha pintado blanco,

Por eso

No quiere que me muera

Y si me muero

Morropón querido

Después de muerto

Escucharas mi canto

Bien sabes Morropón

Te quiero tanto

Qué aun ni muerto

Te echaré al olvido

Tú me diste la vida

Con tu tierra y Dios me ha dado

El cariño de tus gentes,

El sol que alumbra

En tu pradera

Y la luna

Que iluminas nuestras mentes….

ORDENANZA MUNICIPAL Nº 003 /2007/CMM

Ordenanza Municipal que establece la obligación de entonar el Himno del Distrito de Morropón en todos los actos públicos oficiales, así como también su entonación a través de las Radio emisoras locales todos los días domingos y feriados ...

DATOS IMPORTANTES

HABITANTES: 14,421 (SEGÚN CENSO 2007)

POBLACION URBANA: 65.3%

POBLACION RURAL: 34.7%

4,472 HAB. CONFORMAN EL PEA DISTRITAL

2,721 HAB. CONFORMAN EL PEA AGROPECUARIA

4,368 VIVIENDAS

16 CASERÍOS Y 06 AAHH CONFORMAN LAS UNIDADES SOCIALES, ADEMAS DE 4 NUEVAS UNIDADES VECINALES

AGRADECIMIENTO

Porque Morropón merece esto y mucho más, continúo trabajando para que tod@s puedan conocer lo maravilloso que es nuestro pueblo, con sus defectos y virtudes como antes he escrito, Morropón es un "pedacito de cielo".

Quiero reconocer y rendir tributo a Pedro Alvarado Merino, a quien considero mi mentor, el que sembró en mi ese interés por descubrir Morropón, su cultura y sus encantos, al Profesor Kiko Sánchez, con quien siempre compartimos y me permite aprender parte de sus conocimientos solo con el fin de dar a conocer a nuestra querida tierra.

Agradezco a tod@s por sus buenas críticas y comentarios, aportes y sugerencias, por su cariño a esta tierra, su baile, sus paisajes y gastronomía.

Agradezco por haber hecho de este blog el punto on line de encuentro para tod@s quienes realmente amamos y añoramos la tierra que nos ha visto nacer o crecer...



ESCRIBEN SOBRE EL PILAN:

CUENTOS DE PIURA – EL ENCANTO DEL CERRO PILAN.

ARGUMENTO

CARLOS ESPINOZA LEÓN


“El tema de la obra gira alrededor de unos campesinos criadores de cabras y el encanto del cerro PILAN, hechizo creado por los antiguos moradores y trasmitido de generación en generación.

De estas historias de encantamientos de manadas de cabras, burros y también de arrieros y mujeres que se les veía cantar y caminar por el cerro en noches de luna llena, tenía atemorizados y llenos de supersticiones a los campesinos que trataban de no acercarse al cerro maldito.

Un hijo de un criandero desaparece al atardecer en medio de la polvareda que se levantaba al recogerse el ganado después de haber pasteado, conmoviendo a los moradores los que creyeron que el cerro lo había encantado.

El niño fue recogido casi al anochecer por un arriero que pasaba al pueblo de Olmos, y ante la dificultad de entregarlo a su familia lo llevó a vivir con él.

Siendo adolescente huye del lugar y trabaja como peón cerca a su lugar de origen pasando por una serie de peripecias, hasta que obtiene la mayoría de edad y es levado para el servicio militar. Al retornar contrae matrimonio, siendo finalmente encontrado por sus abuelos y progenitores después de veinticuatro años.

Esta es una obra costumbrista en la que se pueden advertir el modo de ser y obrar de los campesinos, al mismo tiempo que su lenguaje tan propio y pintoresco. En el fondo hay una denuncia y una protesta en donde el autor hace gala de una serie de descripciones magníficas de su tierra y de metáforas sencillas, pero que tienen la virtud de despertar el interés del lector.

A MORROPON

De: Enrique López Albújar


¡Ah, morropón, gran Morropón!

pueblo con el alma suicida,

el arrozal te da la vida

y el arrozal es tu blasón.

Mientras te afanas por vivir

y te debates miserable,

una guadaña inexorable

te va segando el porvenir.

Tu mayor mal, no es el patrón,

ni la cosecha que se pierde,

pues peor que el hambre, cuando muerde,

es el pantano morropón.

El hombre, al fin, es un mortal,

la tierra, al fin, es reducible;

pero el pantano es impasible,

porque impasible es lo fatal.

Sigue labrando con ardor,

pero al labrar piensen tus mozos

que en cada charco de tus rozos

acecha un diablo destructor.

Si en otros tiempos el puñal

tiñó de sangre tu alegría

y en cada fiesta un muerto había,

hoy mata más el arrozal

De que le sirve al sembrador

sembrar la vida que de el fluye,

si hay una garra que destruye

lo que ha sembrado con amor.

De que le sirve velar fiel

la madre al hijo, si una tumba

es cada cuna mientras zumba

en torno de ella el anofel.

¡Ah, morropón, gran Morropón!,

haz un prodigio ante este azote

y pon en ver tu vida a flote

un poco mas de corazón.

Tu siempre fuiste vertical

en todo trance ante el Señor,

y solo como labrador

te doblegaste al arrozal.

Pon menos alma al placer

y más ensueño en la cabeza

deja, si quieres tu grandeza,

puñal y copa, arpa y mujer.

¡Ah, morropón, gran Morropón!,

no te envanezca tu blasón

piensa más bien que el arrozal

es tu pecado original,

que está pidiendo redención.

EL DISTRITO DE MORROPÓN EN LA MANCOMUNIDAD

El DISTRITO DE MORROPON, integra ahora espacios geográficos que comparten una misma, con un potencial productivo y actividades económicas similares.

Esto permite que Morropón al igual que muchos otros distritos puedan acceder a proyectos integrales que solucionan gran parte de su problemática.

LAS MANCOMUNIDADES QUE INTEGRA MORROPON son:

LA MANCOMUNIDAD DEL CORREDOR ANDINO CENTRAL: conformada por los siguientes distritos: PACAIMPAPA, FRIAS, SANTO DOMINGO, CHALACO, YAMANGO, SANTA CATALINA DE MOSSA Y MORROPON.

La siguiente es LA MANCOMUNIDAD VICUS ALTO PIURA, integrada por CHULUCANAS, MORROPON, LA MATANZA Y BUENOS AIRES.

Asimismo integra corredores económicos en los que se trabaja por ejemplo el tema de las cadenas productivas, como es el caso del CORREDOR ECONOMICO CENTRO SUR integrado por SAN JUAN DE BIGOTE, SALITRAL, BUENOS AIRES Y MORROPON.

También forma parte de la SUB CUENCA LA GALLEGA integrada por: SANTA CATALINA DE MOSSA, SANTO DOMINGO Y MORROPON

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BIBLIOGRAFÍA

Para la elaboración del presente blog se ha consultado libros como: "HISTORIA Y CULTURA DE MORROPON", del Prof. PEDRO ALVARADO MERINO; "VOCES Y LETRAS DE MORROPON", del Prof. JUSTO FEDERICO SANCHEZ CRUZ"; REVISTA REGIONAL "EN LA MIRA" y "MORROPON 2007, CONOZCA NUESTRA TIERRA", ambas de: JOSE LUIS CARLIN RUIZ.

MAPAS: Edin Sullón Aranda

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