- noviembre 03, 2023
- MORROPON
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PARTE III
EL MONOLITO DEL CERRO PILAN: “ENCUENTRO CERCANO”
Por JOSÉ LUIS CARLIN RUIZ.
Han pasado ya, más de diez años desde la última vez que estuve en Solumbre, volví un día para grabar unos videos de Tondero con Gamaniel y la señora Julia. Al llegar, me acerqué a una tiendita para comprar agua y pregunté por Don Gerónimo. –Ya se nos fue Don Gerónimo, murió antes de la pandemia–. Lástima, me hubiera gustado despedirme de él, le dije a la señora. –Fíjese usted, Don Gerónimo antes de morir adivinó lo de la pandemia, le dijo a mi comadre, que algo bien feísimo nos iba a pasar a todos y también le dijo que se iba feliz porque ya había hecho todo lo que tenía que hacer en esta santa tierra. Me inquietaron esas palabras recordando todo lo que Don Gerónimo me había contado sobre el monolito en el cerro Pilán.
Al rato, me encontré con Don Ismael, lo saludé y me comentó que se iba para el Pilán, guiando a un grupo de jóvenes que venían hacer turismo. Justo llegaba una camioneta, de la que bajaron siete jóvenes, tres mujeres cuatro varones. – Ya llegaron, venga para presentárselos–. Nos acercamos y se fueron presentando uno a uno. Julián, Mark, Paulo, Xavier, Mili, Ana y Paty.
Mark, no dejaba de hacer preguntas, ni siquiera dejaba hablar a los demás, Paulo, no dejaba de tomar fotos, Mili y Ana estaban apresuradas por ir al encuentro del Pilán, Julián observaba con detenimiento el paisaje, mientras Xavier y Paty se encargaban de organizar el viaje.
Julián Paty y Xavier, venían desde Lima, invitados por sus amigos piuranos. Me llamó la atención, lo que traía Julián en su cuello, de una fina cadena colgaba un objeto de forma cuadrada, parecía hecho de cuarzo o de algún metal plateado, con filamentos de oro, más parecía un componente electrónico. ¬¬–Es un regalo de mi infancia, me da mucha suerte–¬. Me dijo, al notar que lo miraba con curiosidad. – ¡Mira! está más brillante que otras veces¬– Interrumpió Paty.
Julián Se alejó un poco del grupo, y se quedó parado en medio de la calle mirando para todos lados, una ancianita que estaba sentada frente a la capilla, se le acercó, lo miró detenidamente y le dijo con voz entrecortada. – ¬Me parece haberte visto antes–. Luego se fue caminando lenta y volviendo su mirada de vez en cuando. A Julián le pareció ver que la viejita tenía los ojos amarillos, volvió al grupo diciendo que había sentido la sensación de haber estado ya este lugar, como un “dejavú”. –Tú y tus misterios–. Bromeó Ana.
– ¿Quién es esa señora? – Pregunto Julián a Don Ismael, a lo que él respondió sin darle mucha importancia: –Es una viejita que a veces viene por aquí, como si buscara a alguien, se queda por horas frente a la capilla y luego se va, creo que es de Chulucanas.
Al rato partieron, Don Ismael jalaba un burro sobre el cual habían puesto gran parte de sus pertenecías, me despedí de ellos y los vi alejarse, con dirección a San José del Chorro, lo escuché a Don Ismael decirles que por esa ruta era más fácil subir al cerro, eran casi las diez de la mañana, el sol reinaba sobre la tierra. Julián iba atrás del grupo y Mark junto a Don Ismael, sin dejar de hacer preguntas. Por momentos, el canto de los chilalos y de algunas chiscas se mezclaban con el incesante parloteo de Mark.
Caminaron cerca a la orilla de la quebrada, hermosos y verdes árboles jóvenes les ofrecían su sombra. Ya habían caminado casi una hora. Julián no dejaba de mirar hacia atrás. – ¡Muchachos!, parece que alguien no sigue¬–. Paulo que iba con su cámara se detuvo para tomarle unas fotos. Tranquilo amigo, solo somos nosotros, ¡relájate! –Debe ser algún zorro que anda merodeando por aquí–, agregó Don Ismael.
Sin embargo Julián, había notado que detrás de él, la hojarasca se movía como si alguien efectivamente la pisara o de repente se movían algunas ramas de los árboles–Es el viento–, pensó. Sacó sus audífonos y se dispuso a escuchar música. El grupo se detuvo un rato para descansar. Don Ismael ató el burro a un tronco, luego todos se sentaron bajo la sombra de un frondoso y verde árbol, el paisaje era hermoso, se sentía una tranquilidad inigualable, a los lejos se podía ver la cima del Pilán; el bosque se abría ante ellos, Don Ismael se lucía explicándoles las diversas especies de árboles que abundan en el lugar mientras el olor suave a palo santo de vez en cuando llegaba hasta ellos, – miren, estos son charanes, acá hay hualtacos, por allá pasallos, también hay faiques, más arriba hay palo santo–, explicaba Don Ismael.
Luego de descansar un rato siguieron el camino. Antes de volver a partir, Paty revisó que nada se haya caído de las mochilas puestas sobre el burro. Por momentos Julián buscaba ponerse en el centro del grupo que a veces caminaban en fila india, sin dejar de mirar, cauteloso, a cada lado y de vez en cuando miraba hacia atrás.
Ya casi habían caminado dos horas Julián, iba tan absorto en sus pensamientos que ni cuenta se había dado que se estaba quedando atrás, escucho de pronto un ruido entre el monte, se detuvo, muy asustado, algo había ahí acechándolo, sintió un suave aleteo, ¬pensó que seguro era algún ave, percibió un olor a flores, a tierra húmeda y a hierba fresca, cuando levantó un poco la mirada, vio a un niño, rubio, muy blanco, sonriente, con hermosas y blancas alas que las movía suavemente, le extendió sus pequeñas manos como queriendo entregarle o quitarle algo, Julián estaba a punto de levantar su mano, atónito, cuando a lo lejos escucho su nombre –¡Julián! ¡Julián!, entonces emprendió una veloz carrera hasta llegar a donde estaba el resto, estaba pálido, bastante agitado, se sentó ahí en medio de todos. Mily y Ana corrieron a buscar en su mochila, le dieron a beber agua y las preguntas comenzaron, todos querían saber que le había pasado. Don Ismael, susurró. –es el cerro, tienes que ser fuerte muchacho, y no tengas miedo, el cerro te está aguaitando–. ¡No maestro!, no nos asuste se apuró en decir Paulo. – ¡Tonterías! Dijo Mily, son solo historias y Don Ismael se está bromeando.
Después de reponerse Julián se levantó. –Estoy bien dijo, solo es mi imaginación, sigamos–. El grupo continuó su marcha, el olor a palo santo se hacía cada vez más fuerte y el silencio también, solo se escuchaba el crujir de la hojarasca. En el camino pudieron ver huesos de animales, y hasta cráneos de vacas y de cabras. –son los tigrillos que siempre andan por acá, tengan cuidado– les dijo Don Ismael. Llegaron hasta un cerro más pequeño que el Pilán, el sol estaba justo encima de ellos. Desde ahí pudieron ver más de cerca al imponente Pilán. Paulo tomo unas fotos y se las mostró a Don Ismael. – ¿Ve esas grandes piedras? Pregunto Paulo. –Son los guardianes– contesto el guía.
Don Ismael les mostró el lugar y les señaló una cueva entre las rocas. –No se acerquen mucho a esa cueva-. Luego les explicó la ruta que debían seguir. – Bueno, hasta aquí los dejo. Suerte muchachos mañana los espero aquí mismo en este lugar, a esta misma hora ya estaré aquí–.
Los jóvenes aventureros le invitaron a que se quede con ellos un rato más y de paso aprovechaba para comer, bajaron la carga del burro que lucía muy cansado, sacaron algunos alimentos y se dispusieron a comer. Hablaron un poco sobre las historias que habían escuchado sobre el cerro. Don Ismael comía en silencio y les dijo –ver para creer, eso sí, tengan mucho cuidado, ellos cuidan muy bien al cerro–. Ana casi se ahoga cuando escucho a Don Ismael decir eso. – ¿Quiénes son ellos?, preguntó Xavier. –Los guardianes– respondió Don Ismael, levantando su mano en dirección al cerro y luego se echó la bendición.
Paulo, entonces le preguntó a Julián. – y a propósito, ¿Quién te regaló ese dije?, nunca he visto algo parecido¬–. Julián un poco orgulloso, dijo –es un regalo de mi abuelo Juanito–. Don Ismael dejó caer la cuchara con la que estaba comiendo. – ¿Juanito dijiste? Julián un poco confundido le contestó – Si, mi papá dice que mi abuelo era de acá del norte, pero que le tenía prohibido hablar de estos lugares, no sé por qué–. Don Ismael recogió y limpió la cuchara y le volvió a preguntar – ¿Y tu padre sabe que has venido a explorar el Pilán? – Todos lo miraban desconcertados a Don Ismael por las preguntas que hacía. Julián le respondió. – Bueno le dije que venía a las playas del norte con mis amigos, en realidad no sabe que estoy justo acá a punto de subir este famoso cerro–. Todos rieron, sin embargo Don Ismael se mostró turbado, quiso contar la antigua historia de Juanito, pero pensó que no era el momento.
Julián se levantó y se fue a un lado, ocultándose un poco de sus compañeras. El burro se inquietó dando señales de querer salir corriendo. – Sooooo, y que tuvo este burro– dijo Don Ismael. Al rato escucharon gritar a Julián, sus amigos fueron a verlo y lo encontraron asustadísimo mirando a la cueva – ¡ahí estaba!, ¡ahí, otra vez! –, sus amigos trataban de calmarlo pero él seguía gritando – ¡ese niño estaba ahí! entró a la cueva–. Don Ismael entonces corrió, se acercó con cuidado a la cueva y de pronto, algo se movió entre el monte, todos estaban asustadísimos, cuando una cabra grande y negra apareció de la nada y se fue corriendo. Todos retrocedieron, pero Don Ismael los calmó, – debe ser una cabra pérdida–.
Julián les pidió regresar. – Ya no quiero ir, mejor me regreso, sigan ustedes–. Pero Ana y Mily lo animaban a seguir con ellos- – Has venido desde Lima para nada, que miedoso eres. No pasa nada malo era solo una cabra–. Paty interrumpió –Eso te pasa por no dormir anoche–. Todos reían y bromeaban. Don Ismael hizo silencio y les dijo- – Ustedes dirán o se regresan o suben–. Xavier los animó a todos para seguir su viaje. – ya estamos acá, no nos vamos a regresar–.
Don Ismael sacó un rosario de su alforja y se lo dio a Julián, –toma hijo, porsiacaso. Julián entonces lo recibió rápidamente y se lo puso al cuello. Don Ismael puso sus manos sobre su cabeza y murmuró lo que parecía ser una oración.
Don Ismael tomó su burro que ya estaba más aliviado sin la carga y tomo el camino de regreso. El grupo continuó su camino, cuesta arriba. En el camino todo estaba tranquilo, a Julián se le veía animado, contento. Hasta ignoraba los restos de animales que en el camino encontraban, incluso los restos del cadáver de una ternera que parecía recién devorada. – ¿Cómo llegó hasta esta altura? – preguntó en voz alta Ana.
El olor a palo santo era cada vez más fuerte, el silencio se apoderaba del lugar y ante sus ojos se iban extendiendo los paisajes, a lo lejos se venían algunos pueblitos. Ya habían caminado más de dos horas, estaba muy cerca de llegar a la Cima. El sol jugaba a esconderse allá en el horizonte, se dispusieron a observar el ocaso, pero Frank los apuró, –subamos rápido antes de que nos gane la oscuridad–.
Al rato, los gritos de emoción de siete jóvenes rompían el silencio de la naciente noche. ¡Hemos llegado! ¡Sí!, !lo hicimos! Se abrazaron felices! Sacaron sus celulares y tomaron fotos en todas direcciones. Encendieron las linternas, sacaron sus casacas y abrigos, se aseguraron de tener todo lo necesario y se organizaron.
–Yo tendré el primer turno–, dijo Paulo tomando la escopeta que les había prestado Don Ismael. – Ten cuidado con eso– dijo Ana. Se sentaron en círculo con sus miradas alrededor, desde arriba se podían ver las luces de la ciudad. Luego, acostados sobre unas mantas pudieron ver como el inmenso cielo se llenaba de estrellas, parecían estar muy cerca de ellas, era mágico.
Jugaron a encontrar constelaciones, a mirar cada destello y tamaño de las estrellas, el aire era fresco y sintieron encontrarse cada uno consigo mismo. Se sentían tan llenos de energía, era una sensación indescriptible. La noche era tan silenciosa allá arriba, que parecían oír el susurro de las estrellas, en la lejanía una estrella fugaz surcó el cielo. Nuestros amigos exploradores sentían estar en medio de todo el universo. Que maravillosa experiencia.
Julián dijo entre risas y temeroso –Que mi papá nunca se entere que estuve aquí arriba– Luego se levantó triunfante levantando sus manos gritaba –¡Estoy aquiii! ¡Arriba! ¡En la cima del mundo!. Todos se levantaron eufóricos, levantando también sus manos y gritando, eran como niños. Xavi, saco su guitarra y empezó a afinarla, pusieron las linternas al centro como si fuera una fogata. Al rato allá en la cima del mágico Pilan, se escuchaba a un grupo de jóvenes tararear hermosas canciones, las risas, los gritos de júbilo y las bromas se alternaban con la guitarra.
Mark, saco de su mochila una botella, – ¿alguien quiere un trago? – Cuando no tu– le increpó Ana. –Brindemos por esta noche dijo Mark, Julián haznos el honor. Julián Un poco tímido les dijo. – No, no, no quiero beber. Paulo tomó la iniciativa y abrió la botella, ya eran casi las diez de la noche. Julián a la fuerza bebió un poco y se sintió algo mareado.
El tiempo pasaba rápido, era más de media noche, Mark, le dijo a Julián – ¡Hey! descansa que luego es tu turno de vigilar. Sin embargo Julián le respondió – ¿escuchaste?, siento que alguien viene. Mark burlándose le contesto. –Ya vas a empezar con tus alucinaciones, ¡relájate hombre!, ven tomate un trago más. Usando las linternas alumbraron alrededor, no había nada ni nadie.
Julián se acomodó entre sus compañeros que presas del cansancio y de los tragos ya dormían plácidamente. Al rato, Julián sintió un mano fría en su cuello, de un salto estuvo de pie, asustadísimo. Era Mark que lo estaba despertando. –Despierta hombre es tu turno de vigilar. –Cuanto he dormido preguntó Julián– Mark, haciendo un esfuerzo de seguir despierto le dijo –casi una hora, ahora es tu turno, te toca vigilar entregándole la escopeta y una linterna. –Toma, esta linterna está totalmente cargada.
Julián, se sentó sobre una piedra plana con la linterna encendida, sacó su celular y comenzó a revisar las fotos que Paulo le había compartido temprano. Al mirar las fotos que le tomó en el camino Julián notó que un bulto blanco estaba tras de él. Hizo un acercamiento en la foto y notó que ese bulto blanco tenía la apariencia de un niño pero su rostro era deforme. Se sobresaltó y pensó que mejor era borrar las fotos, luego saco un cigarrillo que consumió rápidamente y se aseguró de apagarlo bien. Quiso despertar a Mark pero este, estaba tan dormido que parecía un tronco, tomó el rosario con sus dos manos y empezó a orar.
Al rato, ya más relajado tomo algunas piedras para jugar, tirándolas en dirección norte. De pronto al lanzar con más fuerza una piedra, sintió que ésta había chocado con algo metálico, al instante vio dibujado en el vacío una enorme estructura metálica de forma rectangular sobre cuya superficie corrían como especie de rayos verdes y amarillos que destellaban y alumbraban todo el lugar, Julián dio traspiés cayendo de espaldas, la linterna se apagó, encendió el celular pero este no funcionaba, quiso gritar pero su voz parecía ahogarse en el aire. De pronto las luces ya no estaban, no había nada, las sombras invadieron el lugar y la linterna volvió a funcionar. –Debe ser los tragos, es solo mi imaginación– Se dijo a si mismo Julián. Miro a sus compañeros pero estos estaban tan dormidos que mejor pensó no despertarlos.
Sin embargo, quiso comprobar si había algo ahí frente al cerro, esta vez cogió la escopeta, apunto a la nada y disparó, miró a sus compañeros pero ellos no sintieron ningún ruido, entonces, ante los ojos de Julián, se volvió a dibujar aquella estructura metálica, parecida por su forma a un monolito, se mantuvo encendida por pocos segundos y desapareció, sin embargo por el lado oeste de aquella estructura apareció un objeto de luz roja incandescente, se movía muy rápido y se elevó perdiéndose en la inmensidad del cielo.
Ni se acababa de reponer del nuevo susto y ante él se reveló la imagen completa de ese monolito, era inmenso, algo nunca visto, eso era de otros mundos, tenía tres lados, pudo calcular su altura de casi trescientos metros, y cada lado al menos de unos setenta metros de ancho, su superficie de metal impenetrable reflejaba todo su alrededor y su potente luz que alternaba entre color amarillo y verde iluminaba todo el cerro, emitía pulsaciones que hacían vibrar la tierra bajo sus pies. Julián escuchó el ruido de puertas metálicas que se abrían. Tan magnífico y aterrador era ese espectáculo que Julián se había quedado boquiabierto sin pronunciar palabra, ni siquiera atinaba a despertar a sus compañeros, soltó la escopeta y quiso correr, pero sus pies parecían de roca, imposible moverse. En un abrir y cerrar de ojos otra vez ya no había nada.
Lo que había visto Julián era el monolito del cerro Pilán, del que solo algunos, habían tenido la buena o mala suerte de poder verlo desde que llegó y que durante el día, al reflejar y mimetizarse con el paisaje le daba la apariencia de un bloque inmenso de tierra y rocas.
Julián, sintió que ya podía moverse y corrió a esconderse en su bolsa de dormir, apretó los ojos diciéndose así mismo que todo era una pesadilla., pero de pronto, sintió que una mano fría y humedad tocaba su pierna, con todo el terror jamás vivido, abrió los ojos, frente a él había un ser vestido de blanco con apariencia de un niño, un agudo grito salió de su garganta, sin embargo sus amigos no escuchaban ni sentían nada. Julián estaba tan consciente y sus sentidos se agudizaron tanto que pudo escuchar allá abajo y muy lejos, el aullido de los perros.
Sintió que se elevaba sobre el suelo y al mirar bien el rostro de ese ser, notó que era una especie de reptil, ojos negros y grandes, miro sus manos y solo tenían cuatro dedos, su piel verdosa parecía tener escamas. Julián miro a su alrededor y todo estaba oscuro lo que hacía resaltar el color blanco y luminoso de lo que cubría a ese ser horrible. Miro al suelo dándose cuenta que al menos estaba a treinta centímetros de la tierra, Julián sintió que una mano humedad y fría apretaba su garganta, casi asfixiándolo, escuchó una voz gutural, el ser, le estaba hablando en una lengua totalmente desconocida, mientras Julián flotaba ese ser giraba a su alrededor si soltar su cuello, como examinándolo y buscando algo. Volvió a hablarle. Esta vez Julián le pareció entender lo que le decía, o al menos era su imaginación. Pero era imposible pronunciar palabra alguna, el terror se había apoderado de su cuerpo, de su conciencia, hasta se había mojado los pantalones, sin embargo Julián trató de interpretar aquellos sonidos, en su confusión, creyó escuchar algo como. –Estamos aquí– Julián agitaba sus brazos y sus piernas como queriendo bajar, y la voz gutural continuó –Lo que está debajo de tus pies nos pertenece ¡no mires al norte, ni al sur! ¡Si nos ves, te vigilaremos por siempre!
Julián no se había dado cuenta que ese objeto que llevaba desde niño en su cuello estaba brillando como si tuviera luz propia luego sintió que su cuerpo se movía y se elevaba cada vez más.
En ese mismo momento se escuchó la voz de Mark y de Paulo. – ¡Julián! ¡Julián!. Todos despertaron y pudieron ver entre la oscuridad a Julián casi al borde del precipicio, corrieron para sujetarlo logrando alcanzarlo, Julián entonces, se desvaneció en los brazos de sus compañeros.
Todos están desconcertados, aturdidos, trataban de reanimarlo, pero nada hacía reaccionar a Julián. El objeto que portaba Julián brillaba intensamente con luz verde y amarilla. Trataron de quitárselo pero éste quemaba.
De pronto y ante los ojos y asombro de todos, el cuerpo de Julián se elevó en los aires, el objeto se desprendió de su cuello y la cadena que lo sujetaba cayó al suelo, pero ese dije de forma extraña comenzó a girar alrededor de Julián, brillando intensamente, el objeto bajó y se hundió en la tierra, como si perteneciera a ese lugar. Olía a flores y a hierba fresca. Julián despertó y cayó pesadamente. Los miraba a todos, aterrado y trató de cubrirse el rostro con sus manos.––¡Somos nosotros Julián, tus amigos! ¡Julián! ¡Julián!. Ana y Mili lloraban desesperadamente pidiendo bajar de una vez, aun en la oscuridad de la noche. Mark, trato de calmarlas. Paul recorrió con una linterna por todo el rededor, pero no había nada, el silencio volvió a reinar, Julián permaneció callado y tembloroso. Eran casi las cuatro de la madrugada. Encendieron todas las linternas y empezaron a guardar todas sus pertenencias. Paulo disparó al aire con la escopeta. Una luz roja incandescente bajó rápidamente y se perdió frente a sus ojos en la nada, solo se escuchó como si una puerta metálica se cerrara.
A la primera luz del nuevo día, siete jóvenes descendían en absoluto silencio. Julián bajaba ayudándose de Mark y de Paulo, pues no podía sostenerse por sí mismo, tocó su pecho notando que su cadena ya no estaba. Ana lo abrazó diciéndole –Déjalo, ya todo terminó– Y continuaron su descenso el viento soplaba suave y el olor a palo santo se confundía con esa sensación de miedo e incertidumbre.
Mientras tanto en los pueblos cercanos como Franco, Solumbre, San José del Chorro, en Morropón y hasta en Chulucanas, corría la novedad de que en la noche anterior, habían caído rayos en el cerro Pilan.
Doña Margarita fue a buscar temprano a la vecina: –Que fella ha estau la noche comadre, el cerro ha estau bien bravo – La comadre salía con un rosario en la mano y persignándose –Si comadrita y los perros aullaban feísimo– ¿Qué habrá pasau?
Don Ismael al escuchar la noticia sin decir nada a nadie, cogió su burro, lo ensilló rápidamente y se fue al encuentro de los exploradores. Los encontró más allá de la cueva, venían casi corriendo. Julián venía pálido, apenas podía hablar, sin embargo con la voz entrecortada le preguntó a Don Ismael – ¿Cómo llegó eso hasta ahí? Don Ismael los miró a todos y respondió – ¿El monolito?, pues esa, es otra historia.
JOSE LUIS CARLIN RUIZ, 2023
Fotografía. Javier Morales Cabrera.
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