Fue
hace muchos años, en una de esas salidas a Solumbre, nos detuvimos en el camino y bajé para tomar unas fotografías al majestuoso cerro Pilán, el sol estaba en lo alto, implacable, radiante, el Pilán aún conservaba el verdor por las lluvias del verano, y su forma resaltaba en el azul del cielo, tomé las fotografías y volví a subir al vehículo.
Ya en Solumbre, mientras descansaba, revisé las fotos y observé en una de ellas una tenue línea vertical que se mimetizaba con el cerro, pensé que era efecto de la luz o por la cámara, me puse de pie y me puse a observar el paisaje, desde ahí se observaba clarito la cima del Pilan, se me acercó un poblador, puso su mano sobre mi hombro – que milagro por aquí- me habló.
Su rostro quemado por el sol, sus pasos algo lentos por el paso del tiempo, un sombrero de junco nuevecito lo protegía del sol. Avanzó unos pasos y me siguió hablando: -¿Usted alcanza a ver el monolito? - ¿Cuál monolito? le contesté algo extrañado, – muy pocos tienen la suerte de alcanzarlo a ver, es difícil divisarlo, se confunde con el paisaje, si el cerro está verde su color es verde, si el monte está seco, el monolito se pone del mismo color, es como un camaleón y jamás toca el suelo… La verdad, yo no comprendía nada, pensé que por su edad estaba diciendo cosas sin sentido. Saqué la cámara y volví a tomar algunas fotos más.
Tiempo después volví a Solumbre y mientras descansaba sobre una acera se me acercó el mismo anciano de la vez anterior – que bueno tenerlo por acá-. Lo saludé amablemente y le pregunte como había estado. –Ayer vi el monolito, la gente no me cree, pero le juro que ayer mismito lo he visto, verde como el bosque, ayer cuando volvía con las vacas, se me hizo tardísimo ya casi oscurecía y lloviznaba un poco, de pronto se abrió una ventana del monolito, estaba como suspendida en el aire, cuadradita, con una luz blanca muy brillante, con dirección pa’ donde se oculta el sol, me froté los ojos, para asegurarme que no estaba alucinando, pero “patentito” estaba ahí y se cerró rápidamente.
Lo mire extrañado y sonreí, ¡que ya! , le dije, -le juro por la Carmencita que la vi clarísimo, oiga ve, le voy a contar, acá no me creen. Hice como si le prestara atención y él se sentó comenzando su narración:
-Me lo contó mi apá cuando yo era joven, él me dijo que tenga cuidado, que el cerro Pilán estaba “encantao”, salen luces de noche, deber ser las almas en pena, que deambulan por el cerro, seguro son las ánimas que mataron los bandoleros. –hijo, esas luces salen de la nada, en lo oscuro de la noche y se mueven rapidísimo. Pero eso no es nada con lo que ahora mismito le voy a contar: -Mi apá me dijo que un día Juanito, el hijo de Don Pedro, mi padrino, andaba “rejuntando” las cabras, una se había herido la pata y no podía andar, se había quedado ahí tirada por las faldas del cerro, los gallinazos daban vueltas en círculo en el cielo, esperando para bajar y comérsela, pero seguro que el hambre de los gallinazos era fuerte, uno bajó, pero entonces Juanito, sacó su jebe, recogió una piedra del suelo y le apuntó al gallinazo que sigiloso iba bajando, disparó con toda su fuerza, pero de pronto un ruido fuertísimo, como de una campana, se escuchó por todo el lugar, era como si la piedra hubiera chocado en algún metal, los gallinazos se espantaron, la cabra se paró como si no tuviera nada y Juanito salió “disparao” atrás de ella. Cuando llegó donde mi padrino, tenía los ojos bien abiertos y apenas podía hablar. –Que tienes carajo!, churre que me asustas, ¡háblame mijo! –papá, papá, ¡lo vi! lo vi allá en el cerro!.- que viste mijo, ahora voy a tener que llevarte donde la comadre pa’ que te santigüe, mira cómo estás de pálido, toma un poco de agua.
Juanito seguía gritando ¡lo vi papá! ¡lo vi! su papá lo abrazó fuertísimo hasta que Juanito se fue tranquilizando, luego mi padrino le preguntó que le había pasado –pá era grandazazo , todo plateado bien brillante, sonó durísimo, como si fuera una campana gigante… -pero que era mijo, no te entiendo nada- le respondió mi padrino. –en el cerro pa’, es como una torre de lata “grandaza”. -Es que pa’ los gallinazos se quería comer a la cabra que se quebró la pata temprano, entonces pa’, usted sabe que tengo buena puntería, y le tire una piedra al gallinazo pero de pronto fue como si la piedra chocara en el aire con algo, Acaso tu no escuchaste pa?. –Es el encanto del Pilan, mijo, menos mal que corriste duro y no te alcanzó – Si pa’ corrí durísimo y lo extraño era que el suelo parecía tener corriente, picaban los pies pa’. –Seguro que eran las animas mijo que te querían coger, menos mal que corriste, ya te he dicho no te acerques mucho por ese “lau” del cerro.
Al anochecer Juanito no podía dormir, sentía que los pies le ardían. Se levantó y encendió el candil para poder mirar sus pies, lo extraño era que no tenía nada, pero Juanito sentía que le hormigueaban. Su papá se despertó y lo fue a ver, eran como las tres de la madrugada. –Mijo, que tienes- Juanito un poco asustado respondió: -Me queman los pies pa’. –Pero no tienes nada, seguro es por lo del susto y como corriste mucho. De pronto Juanito se desmayó.-¡Carajo que tuvo el muchacho! Seguro el cerro me lo ha “encantau”, tendré que llevarlo rapidito donde mi comadre pa’ que lo santigüe.
A esa hora cogió la alforja, cargó como pudo a Juanito y se dispuso a salir, pero Juanito despertó de pronto –adónde vamos pá-. Su papa lloroso le dijo – Te llevo donde tu madrina pa’ que te santigüe y así te salga el susto. Juanito no quería ir, pensaba que su papá exageraba. –toma mijo, lleva tú la escopeta por si algún bandido nos quiera asaltar y toma también este Cristo, por si se nos crucen las ánimas. Juanito mas asustado estaba por lo que su papá le decía que por lo que le pasó en el cerro.
Salieron con rumbo a la casa de la comadre que quedaba allá arriba camino al Porvenir, tocaron la puerta y adentro se escuchó una voz muy asustada – ¡Ave María purísima¡!¡fuera almas de mi casa! ¡Fuera que todavía estoy bien vivita! ¡Líbrame Señor de todo mal! –Comadre si soy yo el Pedro, ¡abranos la puerta! Se escuchó entonces que movían palos y sillas. –Ay compadre y que hace usted a esta hora viniéndome a ver, que dirán los vecinos. –Comadre déjese de cojudeces y abra rápido mire que aquí vengo con el Juanito pa’ que me le saque el susto, creo que el cerro me lo ha “encantau”. -¡Santísima Virgen del Carmen! , dijo la comadre.
Entonces Juanito se acostó sobre una vieja tarima, mientras la comadre lo empezó a frotar con una hierbas, sacó una botella de un morral bebió un poco de ese líquido y lo empezó a escupir, mientras murmuraba algunas palabras que no se le entendían. Juanito se tapaba la cara para que no le caiga ese líquido frío. –Ay compadre que “fello” susto que ha tenido el muchacho, hasta lo brazos me duelen. Quédense a dormir aquí y mañana temprano se lo lleva bien “arropau” pa’ que no lo vean las ánimas.
Al amanecer Don Pedro y su hijo salieron de la casa de Doña Cristina. –no mires pal cerro mijo, te vayan a alcanzar otra vez las almas.
Pasaron los días y Juanito seguía con su vida normal. Una noche, de esas silenciosas y bien estrelladas todos se fueron a dormir como de costumbre, tempranito, a lo lejos se escuchaban a los perros aullar, Don Pedro se persignó – Ave María purísima, los perros están aullando ¿que estarán viendo? Apagó rápidamente el candil y se acostó.
Al rato, en el corral las gallinas cacareaban asustadas, unos perros ladraban mientras otros aullaban, entonces hubo un absoluto silencio. Juanito que estaba profundamente dormido, de pronto se despertó, "patentito" sintió una mano fría que cogia sus pies, algo o alguien más estaba en la habitación, de un salto se levantó y estaba ahí junto a su cama, con su mirada fija a la ventana, se acercó a ella y corrió la vieja sábana que servía de cortina, se asomó y a lo lejos podía ver dibujada la silueta del Pilan en medio de la noche. Su mirada desorbitada y fija en el cerro, de pronto, su rostro se iluminó como si un relámpago hubiera destellado en la tranquila noche. Juanito balbuceó, quería gritar, pero su voz no lograba salir de la garganta, ni siquiera podía moverse, estaba paralizado y sus manos crispadas, cuando reaccionó retrocedió torpemente chocando con un viejo escritorio de madera dejado caer algunas cosas, la bulla despertó a su papá, quien rápidamente encendió el candil y corrió al cuarto de Juanito. – ¡qué pasó mijo!, que haces despierto a esta hora.
Juanito se sentó en su cama aun con la mirada perdida –lo volví a ver pa’ estaba ahí. Don Pedro se echó la bendición –Virgen Del Carmen sáname al muchacho. Pero Juanito seguía repitiendo – Lo vi pa’ es grandazo, es como una torre de lata gigantesca y brillante. Don Pedro lo abrazó y le dijo –Recuéstate mijo, estas delirando, seguro tuviste pesadillas por comer mucho y muy tarde. –Quédate a dormir conmigo pá seguro ellos me andan buscando. Mi padrino “peló los ojos” y se dijo pa’ si mismo –creo que mijo se está volviendo loco. Se quedó a dormir ahí junto a Juanito, que no dejaba de temblar.
Al día siguiente Juanito se levantó tranquilo, como si no hubiera pasado nada, pero su papá estaba muy preocupado. – ¡Juanito!, lo llamó, –cámbiate de ropa, nos vamos pa’ Morropón a visitar al doctor. – Para que pá, si yo estoy bien.
Eran como las ocho de la mañana Don Pedro ensilló los burros y se fueron a Morropón. En el camino, Don Pedro iba pensativo con la mirada en el horizonte ni se percataba que su hijo le iba hablando. –¿Que tienes pa’?, hace rato que te hablo y ni me asuntas. –Nada mijo, nada.
Cuando llegaron a Morropón, fueron donde el doctor. – ¡Mi viejo amigo! ¿Cómo está usted Don Pedro? ¿Que lo trae por aquí?, ¡qué grande que está ya su hijo! Don Pedro sin mucho entusiasmo le extendió la mano y sin contestar prácticamente el saludo le dijo- Examíneme al muchacho doctor, anda medio mal…
Al rato, después de haber revisado minuciosamente al muchacho el Doctor le dice –No se preocupe amigo, su hijo está muy bien, solo que esta en la “edad del desarrollo”, cómprele estas vitaminas y deje que se distraiga el muchacho, va a ver como en pocos días todo va a estar bien, –está bien doctorcito, haré lo que usted me diga.
Días van, días vienen, parecía que Don Pedro y Juanito ya se habían olvidado de todo, los muchachos del pueblo de burlaban de Juanito cuando este les contaba lo que había sucedido en el cerro. Pero un día de esos, un anciano se le acercó a Juanito y le dijo: –Yo si te creo muchacho, yo también he visto la torre de lata, es el monolito, no te acerques a ese lugar cualquier día te van a llevar.
Juanito asustadísimo retrocedió preguntado – ¿Quién me puede llevar Don Paco? ¿Quién? –ellos te están vigilando Juanito, porque tú los has visto…
Juanito salió despavorido hasta llegar a su casa y contarle a su padre. –no le hagas caso mijo, por su edad Don Paco ya no sabe lo que dice. Aunque en el fondo Don Pedro se quedó bien preocupado.
Era un sábado de octubre, Don Pedro amaneció con dolor en todo el cuerpo sin ganas de levantarse, llamó a Juanito y le pidió que vaya hasta Morropón a comprar medicina y de paso le lleve una alforja llena de limones y yucas para el Doctor. Sacó una vieja receta de una bolsa de tela y le dio algo de dinero. Juanito salió rápido arreando al burro: –Arre burro, arre…. Pero en el camino Doña María que todo estaba “aguaitando”, lo llamó. – Ay Juanito no “sellas malito”, tráeme por ahí estas cositas. – No Doña María voy con prisa mi pa’ amaneció malito. –no seas malo mijo yo te cuido a tu papá mientras. Juanito a regañadientes acepto y frenó al burro. Doña María le dio un papel doblado –Ahí va el dinero y la lista de las cosas que necesito, si sobra vuelto te lo coges. Juanito se sonrió –Que va Doña María usted es bien “retacaña”, la vez pasada yo tuve que ponerle de mi plata pa’ lo que le faltaba. Juanito se metió el papel al bolsillo del pantalón y arreó al burro para seguir su viaje.
Ya en el camino Juanito sintió que algo se le cayó del pantalón, era la lista y el dinero de Doña María, frenó el burro y se bajó a recogerlo, ni cuenta se había dado que estaba justito frente al Pilán, entonces, cuando levantó la mirada se asustó y el burro se inquietó. – ¡Quieto burro!, ágilmente cogió la soga y se aseguró que el burro no se escapara.
Juanito recordó entonces todo lo que le había pasado y lo que le había dicho Don Paco, su corazón latía fuerte y sus manos temblorosas sudaban. Se alistó para subir al burro, pero sentía que el cerro lo llamaba. Lo ganó la curiosidad, amarró al burro entre unos matorrales y llenándose de valentía se adentró en el monte con dirección al cerro, ya había pasado como media hora y justo al llegar a un descampado cogió su jebe, saco una piedra de su morral y se alistó para disparar, estaba tembloroso, bajó los brazos y pensó en volver pero ya estaba ahí y se dijo asimismo – no hay nada, solo ha sido mi imaginación y se dispuso a volver.
Entonces como si una fuerza lo obligara, volvió a levantar los brazos apuntó a la nada y disparó, un fuerte sonido metálico se escuchó, las aves volaron y Juanito asustado quiso correr pero una fuerte luz invadió el lugar, una luz enceguecedora, Juanito sentía que el sonido retumbaba en sus oídos, parecía que flotaba, abrió los ojazos y a su alrededor solo vio luces amarillas fuertísimas, sentía un extraño olor, como a hierbas, a flores, escuchaba susurros , palabras desconocidas, trato de prestar atención y logró ver tres bultos como si fueran personas, pareció verles el rostro, eran horribles, una en cada una de las tres esquinas, su piel se erizaba y sentía que unas manos frías lo tocaban, le tocaban las piernas, los brazos, el rostro, estaba aterrado, quería gritar y no podía, sintió elevarse cada vez más alto y mientras subía las luces se tornaban verdes , muy brillantes, escuchaba murmullos y voces extrañas, cuando sintió estar en lo más alto vio que todo era oscuro a su alrededor, y tan pronto aparecieron ante el miles de estrellas, como si estuviera en el espacio, las estrellas comenzaron a girar vertiginosamente, entonces empezó a sentir que caía rápidamente desde muy alto, quería gritar y no podía, de pronto despertó en medio del bosque, tembloroso, asustado, un grito ahogado salía de sus garganta, luego vomitó. Ya había anochecido, a lo lejos escuchaba su nombre. Poco después lo encontraron inconsciente.
Al siguiente día, Juanito despertó en su cama, asustadísimo, Estaba ahí su papá, Doña Cristina escupiéndole brebajes, Doña María echándole agua bendita y otros vecinos mirándole y haciéndole mil preguntas. Doña María, se persignaba y decía – Ave maría purísima que bien chismosos que son ustedes, vayan, vayan a sus casas, más tarde yo les cuento toditito lo que pasó.
Juanito ya consciente, abrazó a su papa y quiso contarle lo que le había pasado. –Descansa hijo descansa, ya luego conversamos, pero Doña María interrumpió: –Oye Juanito y el encargo que te di. Juanito se metió la mano al bolsillo y saco el papel doblado. Doña María lo abrió para asegurarse de que estaba el dinero completito. Al abrir el papel notó que había una mancha como la huella de una mano, pero lo extraño que solo había cuatro dedos. –¡Santísima Virgen del Carmen!, muchacho que te has puesto a jugar con mi encargo, mira cómo has manchado el papel.
Juanito se levantó sin decir nada y se fue al corral, ahí estaba su burro, luego fue a buscar su alforja y noto que tenía la misma huella del papel de Doña María, no salía de su asombro cuando corrió la novedad que Don Paco estaba agonizando, Juanito salió corriendo con la esperanza de encontrarlo con vida. Al llegar Don Paco lo miró fijamente, y con dificultad le pidió que se acercara, Juanito se agachó un poco y Don Paco le dijo- Yo también estuve allí y como tú, tuve suerte de regresar, a otros se los llevaron.
Después de decirle esto falleció. Juanito salió de ahí y regresó a su casa taciturno, confundido. Su padre salió a recibirlo y muy alegre le gritó – Apúrate mijo que tenemos visita, mira quien llegó. Había llegado su hermano mayor que vivía en la capital, enterado de todo, había llegado al pueblo para llevárselos.
La gente decía que a Juanito el cerro lo había querido encantar, pero como su papá lo había “encomendau” a la Virgen, el cerro Pilan no se lo pudo llevar, pero le digo amigo, no es el cerro Pilan, el que se lleva a la gente, son ellos, los del monolito, si, ellos, yo he visto como salen esas luces y se van hasta el Cerro de la Cruz allá en Morropón, dicen que también llegan hasta el Maray, seguro andan vigilando, se van y vienen rapidito, se abren esas ventanas y se ocultan.
Yo, estaba perplejo, después de escuchar la historia, saque la cámara y revise otra vez las fotos, sobre todo esa foto donde se veía la línea sobre el cerro, se la quise mostrar al anciano, pero cuando me di cuenta ya iba allá, rumbo a la capilla, lo seguí con la mirada y vi cómo se arrodillaba frente a la puerta y se echó la bendición, seguro encomendándose para que no se lo lleven.
La cosa ahora era para regresar, me subí a la camioneta y les dije, cuando pasen por el Pilan, aceleren, y pues ya en el camino me hice el dormido, pero el cerro llama y no me resistí a mirarlo. No sé porque me sentí algo más tranquilo y me dije a mi mismo, cuento es cuento, entonces tomé la cámara y tome un par de fotos, al mirarlas, otra vez ahí estaba, ya no una sino hasta tres líneas, justo en la mitad del paisaje.
José Luis Carlin Ruiz 2023.
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