- agosto 29, 2017
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INCLINENME
(CULTURA POPULAR)
MANUEL ALVARADO MOLERO (MAÑUCO)
Se iniciaba los preparativos de la fiesta del Carmen y en la esquina del correo de Morropón frente a nuestra Plaza de Armas, allá por los años de 1989. Se encontraban conversando alegremente Don Manfredo Seminario , Coco Romeo Lamadrid ,el Señor Vargas entre otros, mientras se acomodaban, los comerciantes que ya empezaban a instalarse alrededor de la la plaza: heladeros, bingos, vivanderas, cantinas, chulo chulo, y los infaltables carruseles, frente a la casa de nuestra siempre recordada Srta Eufemía Chiroque, a quien por error si alguien le decía Sra. se molestaba y le decía a mí no me levantes calumnias...
De repente en una mototaxi aparecieron dos personajes de esa tierra morena y embrujada llamada la Huaquilla, el "profe" como se le conocía a Clemente Zapata, quien aparte de haber tenido el privilegio de estudiar en el glorioso Colegio Agropecuario de Piura, se jactaba de ser promoción del congresista Ing. Gamaniel Chiroque Ramirez y del Profesor Práxedes Adrianzén Ordoñes, el otro acompañante era el popular "Caterra", gran jugador del Halcones de la Huaquilla y amante de la guitarra y los lindos pasillos. Andaban en busca del Profe Coco Lamadrid, a quien con engaños le hicieron subir en la moto, la que no paro hasta el pueblo de la Matanza donde había un grupo esperándoles para disfrutar de la rica chicha y los sabrosos "picaos" que allí eran fama.
Alrededor de las siete de la noche se disponían a regresar por supuesto, después de una simpática chacota , de anécdotas, chistes, cumananas, pasillos y zapateos, la mototaxi traía seis pasajeros, una vez cruzado el puente de Carrasquillo ya entrando a la curva de la Huaquilla la moto rodó por un problema de desequilibrio que el peso mismo provocó, uno de los más afectados fue el amigo Clemente Zapata que casi inconscientemente pedía que lo inclinen - casi rogando decía : - por favor no me dejen, inclínenme- a lo que los amigos lo trataban de mover de un lado para otro, y el con el dolor volvía a decir inclínenme, por favor inclínenme y vuelta los amigos borrachos y adoloridos, a su pedido lo trataban de inclinar de un lado para otro, la noticia llegó como rayo a la Huaquilla , y en minutos ya se encontraban en el rescate varios moradores y la esposa del amigo Clemente, quien cogiéndolo entre sus brazos para que descanse la cabeza del profe Clemente, escucho nuevamente la voz entrecortada de su esposo que le decía : - negrita quiero que me inclinen - a lo que la señora mirando de reojo le respondió: ¡calla Clemente! ¡no hay para la posta médica y va a ver para la clínica!. Recién los amigos entendían el pedido de Clemente.
- agosto 29, 2017
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EL CAMOTE DE DON CASIMIRO
(CULTURA POPULAR)
MANUEL ALVARADO MOLERO(MAÑUCO)
Cuenta que en la calle el puente
o calle el guano en la cabecera de entrada de nuestro querido Morropón, estaba
que se moría don Casimiro Carrasco, hombre trabajador comprometido con una
morena hermosa de quien tenía tres hijas, en su agonía don Casimiro no se
cansaba de gritarle a su mujer y a sus hijas que le den camote, como cada día
la pelona estaba más cerca de la cabecera de Casimiro, las hijas corrieron
donde el sacerdote rivera, para que le confiese y le unte los santos olios, a
las seis de la tarde el padrecito se encontraba a solas con don Casimiro y
después de contarle sus pecadillos , cogiéndole las manos le dijo:
-"padrecito ud y yo sabemos que ya me voy a morir , por lo que le pido que
convenza a mi mujer para que como último pedido me de mi camote"… pierde
cuidado hijo de eso me encargo yo,-replicó el padre rivera.
Luego de salir del cuarto el
padrecito rivera llamo a las hijas y a la esposa, y les dijo que don Casimiro
posiblemente mañana, estaría al lado del señor y que como último deseo que
tanto le ha rogado es que le den su rico camote, yo creo que uds deben cumplir
con este pedido de su padre pues él ya está más pa allá que acá.
La samba como le decían
cariñosamente se puso de pie y mirándole de lado al padre le dijo:"calle,
calle padre, si el Casimiro le dice camote a mi bizcocho."
Echándose la bendición el
padrecito se retiró y el pobre Casimiro se murió sin cumplir su último deseo
- agosto 29, 2017
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PANCHO LUCINDO Y CHICOPA
(CULTURA POPULAR)
(MAÑUCO ALVARADO)
Los chilalos solían dar la hora
de salida o prevenir a los trabajadores del campo que están a mitad de labor o
que sencillamente ésta ya terminó, se solía laborar de siete a siete, los
cantos de las ranas, cicharras y lagartijas solían acompañarlos en el camino de
regreso, venían en una gran chacota: Agripino Aguila, Povoco que también la
hacía de zapatero, Mindo que era un negro bien parao, el popular Chicopa y el
legendario Pancho Lucindo.
En el camino todo era chacota,
anécdotas, chistes y sin dejar de sentir la voz cachacienta de don Agripino que
siempre hablaba rimando, nunca había ido a la escuela pero este don lo hacía
importante entre el grupo : “cuando Pancho Lucindo se muera
Lo van a enterrar en
calzoncillos,
Para que el diablo no se
avergüence
De sus pobrezas ya sin brillo.
A lo que Pancho Lucindo le
respondió:
Yo en vida bien las use
Después de muerto nada se
renueva,
Y tú estando vivo
Las tienes por la hueva.
Todo era algarabía, después de la
jornada diaria pasaban por las ramadas para probar la rica chicha y los
sabrosos potajes de caballas y cachemas encebolladas.
Nueve de la noche, la reunión se
trasladaba al club obrero donde solían ir comerciantes y obreros o simple gente
del pueblo, mientras que en el otro Club el Social, era de los blanquitos
dueños de tierras y ganado o grandes arrendatarios.
En una de la mesa del obrero se
habían reunido para jugar el clásico golpeado: Don Carmen Chero, Próspero
comerciante, Don Carlos Farfán (Alcalde de Morropón y propietario de una de las
más grandes farmacias del pueblo), Don Tomás Flores,(trabajador de la
Hacienda), Pancho Lucindo y el popular Chicopa, y en calidad de mirones o casi
jueces don Miky Veramatus, y Felipe Ordinola,
El humo de los cigarros se conjugaba
con la luz amarillenta de las petromax a cargo del Palito, al costado de
Chicopa, estaba Pancho Lucindo que cada vez que este robaba carta le decía,
pasaba el preciso condiscípulo y contemporáneo, lo que lo tenía inquieto por
que no entendía el significado.
Poniéndose de pie don Carlos
Farfán pidió permiso a la mesa para retirarse a Misionar, -lo acompaño don
Carlos - dijo Chicopa , y ambos se retiraron al baño, ya en el corralón Chicopa
le pregunto: - Oiga blanquito, ud. como una persona leida quiero preguntarle
qué significa la palabra condiscípulo y contemporáneo, porque el Pancho Lucindo
ya me tiene cojudo con que le pase la carta contemporáneo y condiscípulo- Don
Cralos soltó la risa y le dijo :_ Mira Chicopita Contemporáneo es que son de la
misma edad, y condiscípulos que los dos han estudiado juntos,-
Gracias don Carlos, replicó
Chicopa y regresaron al juego.
En la primera que Pancho Lucindo
le repitió la frase: Pásame la carta Contemporáneo y condiscípulo; Chicopa se
para violentamente pone la silla a un costado y le responde a Pancho Lucindo de
la siguiente manera: “Un momento Panchito lo de contemporáneos te lo acepto
porque por ahí vamos en edades pero lo de Condiscipulos, no me jodas, porque ni
tu ni yo hemos pisao el colegio. Don Carlos estiró la mano a Chicopa y la frase
de condiscípulos no se volvió a repetir.
- agosto 29, 2017
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PARA MACHOS... YO!
CUENTO MORROPANO
(CULTURA POPULAR)
MANUEL ALVARADO MOLERO (MAÑUCO)
Mientras las nubes de nuestro
ande, se negaban a que los rayos del sol golpearan nuestra naturaleza, como
vientos alisios llegaron los rumores al serrano y arrogante pueblo de Chalaco,
que el Arzobispado había concedido la gracia de que la parroquia tuviera un
sacerdote estable, ya que antes era cada dos o más meses, la santas misas.
Nadie imaginaba que un anhelo de
muchos años se estaba haciendo realidad, pero… lamentablemente así como llego
el rumor, llegó también el perfil del curita, que dígase de paso no era nada de
agradable a la población; pues se decía que el santo cura era el gran
mujeriego, que tenía hijos, jugaba a los gallos, le encantaba el trago y el
baile, y por si acaso, andaba una calibre 44 sobre al cinto. Era amante al oro
y la plata especialmente le encantaban los de los milagritos que los fieles
dejaban sus santos.
Los rumores fueron creciendo,
viéndose el pueblo obligado a solicitar una asamblea en la casa comunal, bajo
la dirección de las máximas autoridades Don Plinio Arreategui López y el
maestro Fidel Alvarado López.
Luego de seis horas, de
discusiones en donde algunos apoyaban la visita del curita, pues no se podía
juzgar sin ver y los otros la gran mayoría que decía que ese curita era famosos
y que todo lo que de él se decía era cierto.
Don Plinio con la paciencia que
lo caracterizaba y luego de escuchar atentamente a sus paisanos, dio una
propuesta conciliadora, señalando que ya no podíamos decir que no queríamos
cura , porque en varios memoriales firmados por la población lo habían
solicitado, y que era una buena resolución la dada por el Arzobispado, por lo
tanto el problema es la persona del señor cura, quien tenía el diablo puesto
como espuela, por lo que propone dos opciones, 1 : buscar quien convenza al
curita para que por voluntad propia renuncie y la 2: viajar a Morropón para ver
si logramos cambiarlo con el cura de allá. Al final el pueblo dejo en manos de
Don Plinio y Don Fidel, con el apoyo máximo de la población, para que por
cualquier camino se convenza al curita para que no llegue a Chalaco.
Después de dos días las mulas de
don Plinio y don Fidel enrumbaron hacía el pueblo de Morropón donde ambos
tenían amigos y familiares para buscar contactos que logren su objetivo, el
primer en visitar fue al sargento Montoya, quien les facilitó una conversa con
doña Amelí Pedemonte, Doña Carmen Calderón , doña Rosa Gonzales y doña Carmen
Moscol que eran muy cercanas a la iglesia del Pueblo Morropano, lamentablemente
la conversa no dio resultado, en su búsqueda se reunieron también con doña
Ofelia Paz y el Dr. Baltazar Arámbulo; todo fue en vano nadie ponía las manos y
menos para cambiar a un párroco que aun no siendo muy santo había calado en la
mayoría de la gente y menos cambiarlo por uno desconocido.
Un poco desanimados y después de
dos días de gestión, se fueron en busca de un desayuno, al ingresar al
restaurant de doña Chepa Lamadrid, oh gran sorpresa, en una misma mesa
conversaban amenamente Don Juvenal Guarnizo de la Piedra el Toro y Don Tomás
Flores, grandes conocidos de los visitantes, fuertes abrazos y tres días de
aguardiente con gallinas hechas en caldo de parida, la pasaron de maravilla en
casa de Juvenal.
Muy tempranito Don Juvenal
mientras ejercitaba unos gallos que llevaría a pelear a Pacaipampa, contemplaba
las hermosas Yeguas que sus paisas usaban.
Buen día Juvenal, fueron las
palabras de Don Fidel y Plinio, a lo que amablemente don Juvenal invito :-
vengan muchachos ya está el desayuno-( se trataba de un rico majao de yuca, con
tortillas y café de olleta- ) Don Tomás había regresado la noche anterior, Ya
en la mesa Don Juvenal preguntó a sus amigos y de quien es la Yegua Pinta a lo
que Fidel le dijo: Mia y tuya hermano, -Yo quisiera que sea sólo mía , y cuanto
debo pagar, dijo Juvenal -a lo que Don Fidel replicó, : Mira Juvenal si tu
convences al cura para que no vaya a Chalaco, la Mula es tuya, (Pues en los
tres días de borrachera la conversa habría tratado este tema). Después de
rascarse la cabeza Don Juvenal, con seguridad acepto el reto.
Habían pasado cinco días y un
propio llegó a casa de Don Juvenal a informarle que el padrecito que va a
Chalaco ya está en Morropón, Don Juvenal mando a llamar a Tomas Flores para
pedirle de favor que acompañe al santo y dañao curita a su casa para invitarle
una rica amanecida de Pócima. Cerca de las 9 de la mañana estaban en piedra el
Toro El Curita, Un ayudante que Traía y Don Tomás, Una vez que el curita ya se
encontraba en casa de juvenal, se presentaron, hicieron amistad y cierto el
curita tomaba el cañazo como si fuera limonada. Después de algunas horas de
estadía don Juvenal arremetió de la siguiente manera:-Oiga Santo padre, le
quiero advertir algo y no lo vaya a tomar a mal, por aquí han pasado antes de
ud. Tres curitas y los tres han regresado con problemas sexuales-
-Jajajajajaja(se reía el cura)- de que problemas sexuales me hablas a mí, si yo
mismo soy – no mi querido Juvenal tú no me conoces, ¡ MACHOS YO¡ -Juvenal que
ya estaba en buenas amistades con su huésped, le replicó : No padre Ud no me ha
entendido , lo que le quiero decir es que volvieron maricones, y como escuche
buenos comentarios de Ud. con las mujeres sería una lástima que arriba lo
cambien como a sus colegas , ya el padre medio mareado le respondió a Juvenal
que insistía a que no suba porque le cambiaban el sexo en menos que cante un
gallo. - Mire mi gran amigo por lo que he visto a Ud. le gustan los gallos yo
le apuesto mi mejor gallo, el mejor de los giros del Perú, campeón de
campeones, a que al regresar, paso por aquí más hombre de lo que se imagina-
Era cierto el curita entre sus pertenencias llevaba en una jaba un hermoso
ejemplar gallo.
A las dos de la mañana salió
rumbo a chalaco en dos bestias el curita y su ayudante. Mientras que en Piedra
el toro se amanecían tomando don Tomas con don Juvenal, por supuesto
lamentándose de no haber podido regresar al padre Torres.
Tres horas de camino la neblina
no dejaba que el alba embellezca el lindo valle serrano,¡ sooo, sooo ¡-era la
voz del Padre que ordenaba a su ayudante y a las mulas parar y que le busque un
pedazo de papel , pues necesitaba hacer sus necesidades.
El Curita llevaba un montón de
envolturas, en una iba el té, en otras ajos, carne seca, etc, pero el ayudante
como aún no estaba claro, arrancó de una de las envolturas un trozo de papel
sin darse cuenta que era donde iba la pimienta es de grano que solo al
trascender ya pica.-Luego de haberse limpiado con el papel de la pimienta,
subieron a las mulas para continuar su camino, ya se empezaba a notar la
hermosa belleza embrujada del ande chalaco.
De repente el padre paro la mula
y volteó a lo que el ayudante le dijo: Que paso padrecito parece que se quiere regresar,-
a lo que el cura respondió: -Quiero no, me regreso, que pueblo para maldecido,
bien me dijo juvenal. – Pero que pasa padrecito ya estamos cerca al pueblo,
replicó el ayudante, - a lo que el Padre con voz fuerte, le dijo: -Tú obedece,
nos regresamos, que no ves qué ni siquiera llegamos al pueblo y ya se me pego
una picazón bien fuerte en el culo.
No hubieron más palabras, en la
tarde ya estaban en piedra el toro, pasando por casa de don Juvenal para
despedirse, le entregó la jaba con el hermoso gallo y le dijo:- ahí te dejo el
gallo y quiero que sepas que me regreso no por maricón sino por otros asuntos,
diles a los Chalacos que ya les enviaran un cura nuevo.
Juvenal ensilló su mula y junto a
su amigo Tomas enrumbaron a Chalaco, fueron recibidos con grandes agasajos y
una semana de juerga, de regreso no sólo la mula de don Fidel sino también la
de don Plinio, cargadas con muchos productos y dos latas de cañazo de ese que
sólo tomaban los buenos.
- agosto 29, 2017
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LA CHILALA DE DON AGRIPINO
MAÑUCO (Manuel Alvarado Molero)
(Agradecimiento Póstumo a
Francisco Sánchez Gamboa y Ricardo Molero Moscol de quien varias veces escuche
las travesuras de don Agripino)
Transcurrían la década del 30, y
el hermoso valle de los cultivos Morropanos dejaban ver una hermosa sábana
verdusca que agüereaba buenos cultivos, con lluvias que bañaban toda la
planicie de arroz o algodón que solían sembrar los arrendatarios del hacendado
en las tierras de las vieja hacienda de Morropón y Franco.
Ahí mismito un personaje llamado
AGRIPINO AGUILA, más conocido como “pata e coche”, gran cumananero, rezador de
fama y huesero por ocasión, pero por encima de todo un hombre campesino jocoso
, inquieto, palomilla, de los que solían defender sus derechos a su manera ,
casi siempre trabajó bajo las órdenes de un mandamás al que llamaban “señor
Cojones”.
En la época del desyerbo del
arroz, lo Patrones sugerían que este trabajo se haga se preferencia con la
mano, habría que recordar que las herramientas se fiaban o vendían en la tienda
de la Sra. Juanita que era la esposa del señor Cojones, ya en plena faena el
Patrón encontró a don Agripino desyerbando con la hoz, y le llamó groseramente
la atención, “te vas a tirar todo el arroz, carajo, ya te he dicho que utilices
las manos y no la hoz, so negro de mierda”. A lo que Agripino al vuelo le
contestó: “Nada de mierdas patrón, lo que tiene que hacer es decirle a su
esposa la Sra.Juantita que en lugar de hoz venda manos.
Este era el Agripino o Pata e
coche, que jamás se supo porque se le decía así, un hermoso moreno, hábil y
dígase de paso engreído de los patrones que le buscaban la boca para escuchar sus
ocurridas respuestas.
La plusvalía era el fuerte del
patrón los hacia siempre trabajar dos o más horas, cierto día siendo ya oscuro
y dándose cuenta Agripino que ya se había pasado la hora , abandonó el trabajo,
al encontrarlo Cojones le increpó :-Oye negro como es que abandonas el arroz si
todavía están lo chingues, los peches y las palomas jodiendo el arroz- Don
Agripino que las tenía en la punta de la lengua le respondió -No patrón si sólo
voy a mi casa a traer un Candil para amanecerme pajareando.
Un domingo después de misa, don
Agripino conversaba con don Rosendo un joven que vendía su fresco de piña y la
rica soya, El moreno le contaba en alta voz a su amigo que uno de sus hijos que
estaba en Lima le había enviado los pasajes para que pase unos días en la
capital, El Joven Urbina más conocido como zambumba , recién había llegado de
Lima y en forma sarcástica le dijo: Oye Agripino si te vas a Lima, me avisas
cuando parta para prestarte mi cara y te dejen entrar; Don Agripino lo miro y
le contestó : Calla Zambo si me voy a Lima con tu cara, llegando llegando me
cortan las manos y termino en el calabozo“.
Cierto día al terminar la jornada
y acercarse al pago debía de entregar el arado que se utilizaba, y poder cobrar
su semana, al hacerlo don Agripino le observaron que éste no estaba bien
lavado, retirándose y volviéndolo a lavar, al regresar antes de que el Patrón
le diga algo le dijo:- Oiga patrón donde está el estuche del arado para
guardarlo- Conociéndole el Patrón le dijo: No se puede contigo negro.
La Chilala o Chilalo era un
animalito muy querido por los campesinos, solían según ellos avisar a la hora
que se terminaba la jornada, y para Agripino era su mejor aliado, sin embargo,
la orden era que tenía que ser el capataz o caporal el que les avisaba el fin
de la jornada, Pero Agripino, no hacía caso, escuchaba la Chilala y abandonaba
el trabajo, retirándose y echándole boca a sus compañeros, a los que trataba de
sonsos y no defender sus derechos…
Al llegar al fin de la semana el
pagador llamaba a uno por uno para hacerles el pago respectivo de la siguiente
manera:
Juan López, 7.30 –jornal completo
Pedro Reyes : 7.30 –jornal
completo
Agripino Águila 4.20 – jornal
incompleto.
A esto le molestó a don Agripino,
quién se fue a quejar al patrón porque era injusto, él había trabajado toda la
semana.
El Patrón después de escucharle
le dijo: Mira Agripino, yo te preguntaba Por qué te vas y tú que me decías: ya
canto la chilala, pues bien que el resto que te falta que te lo pague la
Chilala.
Don Agripino salió echando
chispas.
Al día siguiente mientras estaba
en el desyerbo escucho el canto de la chilala: a lo que murmurando dijo: Ya no
vale tu canta Chilalita.
- agosto 29, 2017
- MORROPON
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“PIEDRA DEL TORO”
Me contaba mi padre, que su
padre, le contaba que en la parte de la sierra de Santo Domingo, Chalaco, son
muy amantes de las fiestas del pueblo, las cuales se celebran con mucha alegría
participando los parroquianos y gente que llega de otros lugares cercanos como
Morropón, Chulucanas; etc.
En estas fiestas no faltan los
juegos y competencias como son: juego de tejas, casino, peleas de gallos, de
toros. También no falta el famoso aguardiente para aumentar los ánimos de los
participantes, que los hay muy buenos: la famosa “pócima”, “la chaquira” y la
de menor calidad es la “primera”.
A esta fiesta llegan vendedores
de otros lugares; Morropón Chulucanas, los cuales hacen sus ranchos y expenden
a los parroquianos, comida de la región, bebidas como la chicha. No faltan los
cantores natos del pueblo, alegran con sus coplas y tonadas.
Como en toda fiesta de pueblo
siempre hay una competencia especial, en este caso los lugareños acostumbran la
pelea de “gallos” que es muy concurrida por los aficionados del lugar y los
llegados de otros lugares. Se enfrentan los mejores gallos: ajiseco, choro,
gallineta. La pelea puede ser a pico, espuela y navaja y el gallo de tapada.
Pero una de las peleas o
competencias que tiene mayor acogida es la “pelea de toros”, aquí son famosos
los toros de Chalaco, Santo Domingo, Culebreros, Simiris; etc.
Siempre en estas competencias de
toros, para hacer las peleas los dueños deben haber tomado aguardiente y en ese
estado hacen las cotejas. Aquí los toros se conocen de acuerdo al dueño, como
son los Peña, los López, los García, los Adrianzén, los calle; etc.
En estas peleas siempre hay
sorpresas como que pierden los más famosos y conocidos del lugar. Los toros que
llegan para competir, los llevan a un lugar llamado “corralón”, que s encuentra
muy cerca de donde realizan las peleas. Todos los lugareños, siempre se
aglomeran para ver los ejemplares. Una de las sorpresas es ver a un toro
extraño, pequeño de estatura, cachos puntiagudos y torcidos, patas gruesas,
cuerpo ancho y de color negro.
Los lugareños conocedores de
toros, no le dan mucha chance, así mismo comentan quien será el dueño.
En las fiestas del pueblo no
faltan las personas de mal vivir, son los abigeos que roban ganado vacuno,
caballar, asnar; siempre están al acecho para cometer sus fechorías.
Llega el momento de las peleas,
tasan las primeras peleas entre los mejores ejemplares y los apostadores
comienzan a dar “gabelas” (es decir apuestan menos y les das mas) a favor del
toro desconocido.
Por fin llega el momento
esperado, ver en el ruedo al toro extraño, o sea el toro pequeño, de astas
puntiagudas, patas cortas y gruesas, color negro. El dueño era un serrano
venido de las alturas, que por primera vez llegaba a estas competencias.
Hacen el respectivo tasado y se
arma la pelea de “cuero y cacho”. El dueño daba “gabela” a sus oponentes, ellos
medios temerosos no se atrevían a apostar, pero siempre confiados en el
apellido del dueño del toro oponente, hacen la apuesta.
La pelea se inicia entre los
ánimos subidos por los tragos de aguardiente. Los minutos pasan y la ventaja
era del toro negro desconocido. Ya se cumplían una hora y el cansancio se
notaba en ambos toros y fue en estos momentos que el toro negro desconocido
pega una estocada mortal y mata al toro oponente.
Como siempre ocurre en estas
peleas, los dueños ganadores y perdedores comienzan a tomar más aguardiente,
hasta quedar completamente borrachos.
El dueño del toro ganador lo
lleva al corralón para que descanse. Ya que la noche caía y debían regresar
temprano a su pueblo de origen.
Los ayudantes encargados de
cuidar al toro, se encontraban borrachos y se quedaron dormidos.
Los amigos de los ajeno,
aprovechan la situación para sacar el toro del corralón y emprender la salida rumbo
a la costa. Abigeos y toro caminan a toda prisa para estar lejos del lugar.
Caminan toda la noche y la madrugada, haciendo descansos a intervalos.
La madrugada era fría y el
cansancio del toro se hacía notar, caminaba a paso lento, los abigeos tercos en
llegar a la costa comenzaron a darle “beta”, pero el toro no daba más.
La aurora de la mañana se veía,
el toro cae al suelo en forma pesada y por más que le daban “beta” no se movía,
los abigeos para evitar ser reconocidos por lo piareros que por allí pasaban,
se marcharon dejando al toro.
En las primeras horas de la
mañana los piareros que por este lugar pasaban, quedaron sorprendidos al ver
una enorme piedra que nunca habían visto, más aun el parecido a un toro echado,
como si estuviera descansando.
Pasaron los años y se
construyeron las primeras chozas y le llamaron al lugar “Piedra del toro”. Así
es como nace el pueblo que hoy con orgullo lleva el nombre de “Piedra del
Toro”. Se encuentra a diez minutos viajando en auto desde la ciudad de Morropón.
*Docente de la IE 14648 “Hernan
Mogollon Oyola”
23 de noviembre del 2005
- agosto 29, 2017
- MORROPON
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LA SERPIENTE DE ORO
Sra ELISA RUIZ CARRASCO
Franco alto
Había una vez, un hombre llamado
Serapio aproximadamente de unos 70 años, Muy aficionado a la cacería de
venados. Tenía un perro llamado “Amigo”, por cierto, su fiel amigo inseparable.
Un buen día y como de costumbre
preparó su vieja escopeta, se puso sus polainas, su ropa remendada y su
sombrero de junco, llamó a su fiel “Amigo” y echó a caminar llevando sobre sus
hombros la escopeta y su alforja hecha de pabilo, la cual le servía para cargar
su fiambre y su calabaza con agua para el día. Don Serapio era un hombre solo,
sin familia, en la casa solo le acompañaba su perro, nunca tuvo hijos, el
tiempo y los años lo fueron doblegando, sus ojos ya estaban empañados y
marchitos pero con la mirada firme y segura. Se dirigió hacia el “jagüey”, ahí
donde los animales salvajes que habitan en el cerro aplacan su sed. Un lugar
adecuado para que Don Serapio se camuflara y esperara su ansiada presa, aunque
esta vez la suerte le fallaría. Ya avanzado el medio día decide sacar su
fiambre y comer, aprovechando que a esta hora los venados estarían sesteando
por el fuerte sol. Le dio una palmadas al lomo de su perro y cariñosamente le
dice “Amigo” vamos a comer, llego la hora de echarle algo a la panza… la tripas
me crujen de hambre… su “Amigo” fiel, mueve la cola alegremente como si
comprendiera lo que su amo le dice. Don Serapio busca un lugar cómodo para
sentarse y descansar, saca de su alforja un mate repleto de chifles con cecina
asada, comparten tranquilo y alegre con su fiel “Amigo”, no imaginando que sería
la última vez que compartían juntos.
Cuando terminaron de almorzar Don
Serapio se levantó y se dispuso a internarse en el chaparral, escondite que el
mismo había preparado. La espera se hacía larga y la tarde empezaba a caer,
cansado por el agobiante sol, le dice a su “Amigo” acariciándole: - Vaya, vaya,
Amigo que día, que malo este día, no es bueno para cazar, echémosle mejor
regreso a la posada, mañana será otro día.
De pronto de un solo salto se
puso de pie, grande fue su sorpresa al ver aparecer una enorme serpiente… pero
la serpiente no era como las demás, esta era enorme y brillaba con el sol, al
moverse entre el monte dejaba ver reflejos de luz dorada y al resbalar sobre
las piedras dejaba un misterioso brillo sobre ellas…
Don Serapio estaba casi mudo,
estaba asustado y temblando de miedo, sus ojos se abrieron como nunca y sentía
que su sangre dejaba de correr, de pronto como por instinto sus manos empuñaron
la escopeta y como un loco empieza a disparar sin poder pegarle ningún tiro,
sus manos temblaban, no era como cuando cazaba venados y sus brazos empuñaban
fuertemente la escopeta y no desperdiciaba ningún tiro, esta vez el pulso le
fallaba hasta que se le agotaron sus fuerzas, se apoderó de él un miedo
terrible y con su voz entrecortada empezó a gritar angustiosamente, su fiel
“Amigo” que había permanecido nervioso ante la escena y al ver a su amo en
peligro se abalanza contra el animal , demostrando su bravura de fiera salvaje
y todo parecía que no permitiría que aquella bestia dañe a su amo. Don Serapio
aterrorizado solo esperaba ver con angustia, como su inseparable amigo sería
devorado por el terrible animal, pero asombrosamente esto no sucedió… al
contrario, la serpiente en ningún momento atacó al animal y más bien empezó a
retroceder, deslizándose por los inmensos peñascos del cerro Pilan, el perro le
siguió ladrando enfurecido, Don Serapio vio entonces que su perro desaparecía
tras la enorme serpiente de oro… al rato y sobreponiéndose del gran susto, ya más
calmado Don Serapio esperó a que su perro regresara, la tarde ya fenecía y la
noche empezaba a caer, cansado de esperar decide regresar a su choza, con la
esperanza de que seguro el perro ya había regresado tal vez por otro camino, al
llegar se dio cuenta que no era como él pensaba, el perro no estaba por ningún
lado, esa noche Don Serapio no pudo dormir, se daba vueltas y vueltas en su
barbacoa de un lado a otro esperando ver llegar a su perro, le asaltaba el
miedo y recordaba lo sucedido aquella tarde… ya casi amanecía y el perro nada
de llegar, cuando por fin asomó el sol y al ver que su perro no volvía decidió
ir a buscarlo…
Llego hasta el “jagüey”, que
alegría sintió al ver a su perro, se acercó al él rápidamente llamándole
¡Amigo! ¡Amigo!, pero el perro ni siquiera le mueve la cola, cabizbajo le mas
bien huye…Don Serapio hablándole con cariño le llama, lo trata de convencer
inútilmente, le invita de comer de beber y nada, el perro más bien retrocedía,
se mostraba muy extraño, temeroso, nervioso, era como si algo le impidiera
acercarse…Don Serapio ni cuenta se dio que el día avanzaba el seguía empecinado
a que su perro regresara con él, ni el hambre ni la sed impedían que el siga
llamando a su perro, hasta que la noche empezaba a asomarse y con la tristeza
que llenaba su alma decide regresar. Era su único compañero, su único “Amigo”
fiel… trascurrían los días y nunca regresó su fiel amigo. Cuentan que después
ya no lo veía al perro, solo escuchaba sus ladridos, a veces cerca, de veces más
lejos, él lo buscaba entre los matorrales pero nunca lo alcanzaba a ver sin
embargo si escuchaba los ladridos entre los peñascos, entre el monte, seguro
fue el encanto del cerro Pilan, dicen que si no hubiera estado el perro, el
cerro hubiera encantado a don Serapio y seguro le habrían escuchado gritar…
- agosto 29, 2017
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“LA QUEBRADA DEL CURA CABEZA MOCHA”
(CUENTO)
Tres vigias, heráldicos centinelas del pueblo, lo rodeaban quedando sumido entre sus faldas, Morropón: legendario pueblo de los negros pitingos del Corral del Medio, este noviembre de 1890 aún estaba somnoliento tras los quince días de rezos, campanas, jaranas de rancho con corpús, chica, tamales y anisao, procesiones de la Mamita del Carmen, bailes de tierra, castillo de cinco cuerpos, cantores de vereda, arpa y guitarra, borrachitos a la vera de las casas, títeres de Huancabamba, sermones admonitivos del Santo Cura… en el aire y en todo el ambiente aún ahumeaba el alboroto social de la festividad de la Virgen del Carmen. Un curita era el único encargado de misas, rezos, vísperas, procesiones, unas cuantas parejas de caseríos, y por qué no abundantes piqueos y bandejas de pavo con chifles y ensaladita.
Don Fulgencio, el curita, tras los arreglos de fiesta por sus
adminículos y haber separado “los milagritos de oro y plata para darles
resguardo santo y seguro”, alzó a su arisca mula las alforjas repletas con lo
que habría de llevarle a su “santa comadre” la hermosa serrana Doralisa,
residente en Pambarumbe donde tendría a cargo la festividad de San Roque.
Caballero en su mula, santiguando al aire al pueblo se encaminó por el Jirón
Alva hacia las afueras norte de la ciudad. A poco del canto matutino de los
chilalos, la mula oliscona se adentraba por la profunda quebrada de Sondorillo,
poniendo en alerta a su amo con el nervioso movimiento de las orejas. Apura el
cura a la acémila sin pensar ni remotamente que entre los chopes de chico,
cuncún y overal, le estaban poniendo los ojos los avezados criminales “El príncipe”
y “la rata”. El cura Fulgencio acariciaba con las palmas de sus manos las
barrigonas alforjas preñadas de milagros y limosnas carmelitas.
Bien “enchoaos” estaban los
facinerosos el Príncipe y la Rata a la espera del paso del cura con la preciosa
carga en la alforja de dos arrobas. – Ya sabe cumpa Príncipe, al estar frente a
la mula, osté salta al camino y no lo deja pasar. Ordenó la Rata. Luego
susurrando añadió: - Yo le salto al pescuezo al cura, lo ajusto con mi soga y
si brinca mucho, le corto la cabeza…- ¡Listo¡. Saltaron como tigres a su presa
y en menos del tiempo posible el cura Fulgencio rodó por la quebrada honda, la
mula era detenida y la alforja quedaba en poder de los malandrines. Pero como
el cura Fulgencio era robusto y un poco ágil a pesar de sus sesenta años, hizo
resistencia y buscaba reconocer a los malvados… - Ya te conozco Príncipe…Este
aviso fue el determinante de su muerte, porque el perverso asesino desenvainó
el machete y de un solo tajo le corto el cuello y la cabeza del infortunado
cura quedo saltando, arrojando borbotones de sangre y dando terribles alaridos.
Con sangre fría sus asesinos se hicieron de la alforja, calmaron la acémila, le
colocaron el botín y subieron en ella conduciéndola por caminitos cabreros
hasta alejarse en dirección del encantado Maray, donde nadie los encontraría.
La cabeza del cura saltaba como queriendo huir o recuperar el cuerpo separado.
En el camino pasaban dos compadritos hablando de lo bueno de la fiesta, fueron
bruscamente interrumpidos por el lastimero “Sálveme Jesús, ayyyyyyy Señor…..
Ayyyyyyyyyyy”
- Que fue eso compadre?..oye
osté? “Sálveme Jesús, ayyyyyyy Señor….. Ayyyyyyyyyyy, sálveme Jesús y María ”
- Cumpita es la voz del Padre
Fulgencio, de seguro que lo asaltaron pa’ robarle los milagritos de la fiesta….
- Ayyyyyyyyyyy, sálveme Jesús y María”
- Mire compadrito ay’ta que salta
su cabeza del curita y se viene pa’nosotros…. ¡No huya compadre!... agarrémosla
por piedad…
Cogieron la cabeza sanguinolenta
y esta habló: -“Cristianos de Dios póngala sobre los hombros de mi cuerpo que está
arriba al lado del camino, junto al charán grande…
Tratando de no dejar la cabeza
del cura, llenos de espanto, buscaron el cuerpo hasta que le colocaron la
cabeza en el cuello que chorreaba sangre. En el pecho del sacerdote aún
permanecía el crucifijo de plata que acostumbraba portar. Ocurrió lo
inesperado: la cabeza quedó perfectamente ajustada a su cuerpo y el cura dejó
de los lamentos para decir: - “gracias Señor… tu misericordia me ha vuelto la
cabeza con la cual traté de pensar y hablar tu Evangelio… en tus brazos vuelvo
mi Espíritu…
Recobrados de toda sorpresa, los
compadres atinaron a conducir el cuerpo asesinado a la iglesia del pueblo,
donde el revuelo cundió entre los moradores y al acercarse a la imagen de la
Virgen del Carmen se dieron con la sorpresa de encontrar la alforja de dos
arrobas repleta de los milagros y de las limosnas de la fiesta.
Aun no pasaban los nueve días del
novenario del difunto, que se hacía por el curita muerto, en casa de su
sacristán don Eleuterio, cuando se volvió a conmocionar la pacifica población
de Morropón cuando entraba la oliscona mula romana del cura, por el mismo
camino que antes salía, esta vez llevando los cadáveres del Príncipe y de la
Rata, ambos lados y un letrerito escrito con sangre donde se leía: “la sangre
de Cristo no muere”
A los años después apareció un
curita que en sus petitorios de la misa, siempre agregaba: - “Roguemos por el
Príncipe y la Rata”, y el pueblo se limitaba a contestar – Te lo pedimos Señor.
Luego en romería se iba a la quebrada donde asesinaron al sacerdote a depositar
ofrendas florales en la cruz grande donde se leía “Quebrada del cura cabeza
mocha”…La tradición ha quedado y el tiempo ha olvidado rencores y habladurías
sobre el cura, los milagros y los asesinos.
- agosto 29, 2017
- MORROPON
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EL INDIO PILAN
(CUENTO)
El cacique ordenó:
- ¡Dadle muerte!
Los soldados arrastraron al
sentenciado y o llevaron por el estrecho camino que terminaba junto a l cerro,
al pie de la represa.
El poblado indígena, asentado en
los alrededores de la ciudadela, se conmovió ante la orden de Pirúa y alistaron
las ofrendas de barro: objetos misteriosos que con sus manos trataron de
perfeccionar para explicar al mundo la profundidad de su obligado dolor de
peregrinos mitimaes.
Durante dos noches se habían
escuchado los gemidos de la tortura y, a la luz de la luna, se divisaban las
siluetas de los vigilantes en el torreón del recinto militar. Esta vez
denotaban inquietud y conmoción.
Habían transcurrido tres días
desde el momento en que el indio Pilán cometiera la gran ofensa contra el
espíritu de la Mamapacha, espíritu que corría por la quebrada en forma e agua
cristalina y se deslizaba desde las alturas, naciendo allí donde las
protuberancias telúricas escondían los ojos de la madre tierra.
A esas aguas, desde tiempos
inmemoriales, acudía la Coya (esposa del Inca) a purificarse. Era en la segunda
noche equinoccial, cuando las flores se alistaban a lucir su nuevo traje de
gala. A medianoche penetraba en las aguas e imploraba a la Coyllur (estrella)
que destellaba en el poniente, con palabras que el astro parecía comprender y
corresponder con gestos titilantes. El rito era prolongado y el séquito,
integrado por mujeres, entonaba de rodillas y a su alrededor cantos
misteriosos.
El agua bañaba el cuerpo de las
mujeres corriendo muy lentamente, como para no romper el manto orlado de
brillantes que en ella empezó a tejerse desde el momento en que el sol se
escondió en el cerro Vicús.
Con los primeros rayos del sol,
la Coya abandonaba la quebrada y, al pasar por las calles del poblado y de la
ciudadela, el saludo y la pleitesía de los indos la recibían. Es obvio
mencionar la trascendencia que revestía la presencia de la Coya en estos
lugares como lo era por todo el incario.
Los indígenas del dominio del
Cacique Pirúa consideraban sagradas las aguas de aquella quebrada. El mismo
sentimiento profesaban aquellos del vecino dominio del Cacique Pabur.
Por eso aquella tarde, cuando el
indio Pilán en completo estado de borrachera, penetró en esas aguas, Pirúa se
indignó y lo hizo apresar y torturar. No fue difícil atraparlo, pues el indio
aún permanecía dormido en la orilla. La huara (pantalón) y las ushutas
(sandalias) evidenciaban los hechos ocurridos destilando gotas de agua
purificadora.
El villorrio mitimae, desde sus
lugares de condena, atisbó con asombro la osadía del indio rebelde. Aquellos
que habían llegado con él desde la Marca (pueblo) del dios Naylamp recordaron
las veces en el paria incitó a otros llacturanas (súbditos del imperio) al
levantamiento contra la autoridad del Inca. Sus constantes frustraciones lo
arrastraron al alcoholismo y en su destierro obligado se separó de su familia. En
las noches de luna abandonada el poblado y erraba de cerro en cerro.
Pirúa, Cacique de carácter
generoso, desentendió adrede, por varias veces, las desobediencias del mitimae
Pilán. Acaso leyó su rebeldía aquella vez que lo encontró en el camino real que
unía este lugar con los dominios del Cacique Chira. Allí estaba el rebelde
empeñado silenciosamente en reparar aquella parte del camino que la lluvia
había dañado. El saludo sumiso se convirtió en una mirada fugaz que impregnó en
el jefe indio la sensación de encontrarse frente a un enorme peligro.
Esta vez no debían haber reparos
en la condena, pues la ofensa traspasaba lo humano y llegaba a vulnerar la
dignidad de u ser sin cuya presencia la vida no sería posible: el agua. Por
eso, ante la orden de Pirúa, los soldados llegaron con el recado a la ermita en
cuyo altar de piedra debía cumplirse la condena.
Los ojos negros del cautivo
contemplaron, por última vez, la cumbre del cerro Vicús, que en esos momentos
había abierto sus puertas para guardar al sol y… junto a él, a sus espaldas,
los ceros sin nombre a quienes narró su vida y sus pretensiones.
Cuando la ley, convertida en
macana, cayó sobre la cabeza del rebelde, su grito de dolor estremeció los
cerros de cima cima. Los soldados huyeron aterrorizados y, al llegar a la
ciudadela, Pirúa mostrase temeroso y confuso ordenando sepultar el cadáver al
amanecer.
Con la claridad inicial del nuevo
día, los indígenas se dirigieron con sus ofrendas de barro para sepultar al
sentenciado, pero ya se encontraban allí los soldados del Cacique. En sus
rostros endurecidos por la guerra la sorpresa era mayor y muy visible la
confusión: en aquel lugar no había restos humanos, ni ermita, ni vestigios de
muerte.
La noticia espantó a Pirúa y a
los nativos de muchos dominios de la redonda. Los ancianos del lugar
aconsejaron a Pirúa buscar los restos en la cumbre del cerro. El mismo Cacique
encabezó la búsqueda. Al llegar a la parte más alta del cerro una abertura
mostró a los visitantes la posibilidad de ingresar. En el interior, los restos
del indio yacían junto a una de las paredes: parecía estar dormido. El Cacique
ordenó que los restos sean bajados y cuando los soldados se disponían a cumplir
la orden un tañer misterioso de campanas estremeció el cerro, derrumbándose la
mayor parte de la cumbre.
Pirúa y dos de sus soldados
sobrevivieron al derrumbe y, cuando Almagro en 1532 llegó por estas tierras,
escuchó con asombro la historia del indio Pilán que el mismo Cacique narró con
estupor.
Los españoles, recelosos de
algunas creencias indias, destinaron las aguas de ese hermoso y curvilíneo
cauce al uso exclusivo de sus mujeres, denominándolo “Quebrada de las Damas”.
Más allá, por donde nace el sol,
enhiesto y rebelde aún, surcando los aires para sembrar las semillas de la
libertad, se levanta el cerro que los españoles llamaron Pilán. Desde allí
discurría el agua que alimentaba la pequeña represa de abajo y que el Cacique
prohibió utilizar por temor a que se generalice el espíritu rebelde de aquel
que, desde lo alto, lo miraba permanentemente como desafiándolo.
Pirúa, llamado Piura por los
españoles, murió después de varios años de aguda sequía, a cuyo término la
Quebrada de las Damas cambió su cauce unas hectáreas, más allá.
Los siglos transcurridos muy poco
han agredido la reciedumbre del Cerro Pilán, a cuya cumbre nadie se atreve
escalar por temor a despertar su espíritu belicoso. Pero… aquella fortaleza en
que Pirúa reinó va sucumbiendo poco a poco ante el duro golpe que diariamente
le asesta el tiempo.
Hoy día, al pie de esta huella,
existe el Poblado Piura la Vieja.
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