- agosto 29, 2017
- MORROPON
- No comments
LA SERPIENTE DE ORO
Sra ELISA RUIZ CARRASCO
Franco alto
Había una vez, un hombre llamado
Serapio aproximadamente de unos 70 años, Muy aficionado a la cacería de
venados. Tenía un perro llamado “Amigo”, por cierto, su fiel amigo inseparable.
Un buen día y como de costumbre
preparó su vieja escopeta, se puso sus polainas, su ropa remendada y su
sombrero de junco, llamó a su fiel “Amigo” y echó a caminar llevando sobre sus
hombros la escopeta y su alforja hecha de pabilo, la cual le servía para cargar
su fiambre y su calabaza con agua para el día. Don Serapio era un hombre solo,
sin familia, en la casa solo le acompañaba su perro, nunca tuvo hijos, el
tiempo y los años lo fueron doblegando, sus ojos ya estaban empañados y
marchitos pero con la mirada firme y segura. Se dirigió hacia el “jagüey”, ahí
donde los animales salvajes que habitan en el cerro aplacan su sed. Un lugar
adecuado para que Don Serapio se camuflara y esperara su ansiada presa, aunque
esta vez la suerte le fallaría. Ya avanzado el medio día decide sacar su
fiambre y comer, aprovechando que a esta hora los venados estarían sesteando
por el fuerte sol. Le dio una palmadas al lomo de su perro y cariñosamente le
dice “Amigo” vamos a comer, llego la hora de echarle algo a la panza… la tripas
me crujen de hambre… su “Amigo” fiel, mueve la cola alegremente como si
comprendiera lo que su amo le dice. Don Serapio busca un lugar cómodo para
sentarse y descansar, saca de su alforja un mate repleto de chifles con cecina
asada, comparten tranquilo y alegre con su fiel “Amigo”, no imaginando que sería
la última vez que compartían juntos.
Cuando terminaron de almorzar Don
Serapio se levantó y se dispuso a internarse en el chaparral, escondite que el
mismo había preparado. La espera se hacía larga y la tarde empezaba a caer,
cansado por el agobiante sol, le dice a su “Amigo” acariciándole: - Vaya, vaya,
Amigo que día, que malo este día, no es bueno para cazar, echémosle mejor
regreso a la posada, mañana será otro día.
De pronto de un solo salto se
puso de pie, grande fue su sorpresa al ver aparecer una enorme serpiente… pero
la serpiente no era como las demás, esta era enorme y brillaba con el sol, al
moverse entre el monte dejaba ver reflejos de luz dorada y al resbalar sobre
las piedras dejaba un misterioso brillo sobre ellas…
Don Serapio estaba casi mudo,
estaba asustado y temblando de miedo, sus ojos se abrieron como nunca y sentía
que su sangre dejaba de correr, de pronto como por instinto sus manos empuñaron
la escopeta y como un loco empieza a disparar sin poder pegarle ningún tiro,
sus manos temblaban, no era como cuando cazaba venados y sus brazos empuñaban
fuertemente la escopeta y no desperdiciaba ningún tiro, esta vez el pulso le
fallaba hasta que se le agotaron sus fuerzas, se apoderó de él un miedo
terrible y con su voz entrecortada empezó a gritar angustiosamente, su fiel
“Amigo” que había permanecido nervioso ante la escena y al ver a su amo en
peligro se abalanza contra el animal , demostrando su bravura de fiera salvaje
y todo parecía que no permitiría que aquella bestia dañe a su amo. Don Serapio
aterrorizado solo esperaba ver con angustia, como su inseparable amigo sería
devorado por el terrible animal, pero asombrosamente esto no sucedió… al
contrario, la serpiente en ningún momento atacó al animal y más bien empezó a
retroceder, deslizándose por los inmensos peñascos del cerro Pilan, el perro le
siguió ladrando enfurecido, Don Serapio vio entonces que su perro desaparecía
tras la enorme serpiente de oro… al rato y sobreponiéndose del gran susto, ya más
calmado Don Serapio esperó a que su perro regresara, la tarde ya fenecía y la
noche empezaba a caer, cansado de esperar decide regresar a su choza, con la
esperanza de que seguro el perro ya había regresado tal vez por otro camino, al
llegar se dio cuenta que no era como él pensaba, el perro no estaba por ningún
lado, esa noche Don Serapio no pudo dormir, se daba vueltas y vueltas en su
barbacoa de un lado a otro esperando ver llegar a su perro, le asaltaba el
miedo y recordaba lo sucedido aquella tarde… ya casi amanecía y el perro nada
de llegar, cuando por fin asomó el sol y al ver que su perro no volvía decidió
ir a buscarlo…
Llego hasta el “jagüey”, que
alegría sintió al ver a su perro, se acercó al él rápidamente llamándole
¡Amigo! ¡Amigo!, pero el perro ni siquiera le mueve la cola, cabizbajo le mas
bien huye…Don Serapio hablándole con cariño le llama, lo trata de convencer
inútilmente, le invita de comer de beber y nada, el perro más bien retrocedía,
se mostraba muy extraño, temeroso, nervioso, era como si algo le impidiera
acercarse…Don Serapio ni cuenta se dio que el día avanzaba el seguía empecinado
a que su perro regresara con él, ni el hambre ni la sed impedían que el siga
llamando a su perro, hasta que la noche empezaba a asomarse y con la tristeza
que llenaba su alma decide regresar. Era su único compañero, su único “Amigo”
fiel… trascurrían los días y nunca regresó su fiel amigo. Cuentan que después
ya no lo veía al perro, solo escuchaba sus ladridos, a veces cerca, de veces más
lejos, él lo buscaba entre los matorrales pero nunca lo alcanzaba a ver sin
embargo si escuchaba los ladridos entre los peñascos, entre el monte, seguro
fue el encanto del cerro Pilan, dicen que si no hubiera estado el perro, el
cerro hubiera encantado a don Serapio y seguro le habrían escuchado gritar…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario